“La política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos”

Aunque algunos atribuyen la frase anterior al escritor Carlos Fuentes, fue el presidente Adolfo Ruiz Cortines, allá por los años 50 del siglo pasado, quien la acuñó. La frase se aplica cada día más a la presidenta Claudia Sheinbaum.

Que pena verla “tragar sapos” todas las mañanas defendiendo o tapando a varios miembros de su gobierno y su partido. Qué pena que no tenga la fuerza para exigirle a Adán Augusto López, coordinador de los senadores de Morena su renuncia, ante las claras evidencias de su complicidad en la participación de su secretario de Seguridad Pública con la delincuencia cuando él era gobernador. Qué pena que tenga que “tragar sapos” y tenga que salir a defenderlo y a descalificar a los que exigen su renuncia.

Qué pena que tenga que “tragar sapos” y pasar por alto los viajes escandalosos de Monreal, coordinador de los diputados de Morena, de Mario Delgado su secretario de Educación y de Andy, hijo de López Obrador, a España, Portugal y Japón, faltando al consejo de su partido o al trabajo como secretario. Qué lástima que no tenga la fuerza para separarlos de sus cargos y esté obligada a defenderlos y minimizar el escándalo que esos viajes han significado ante la opinión pública.

Qué pena que tenga que mantener en su gabinete a personas como Mario Delgado o al director actual del Infonavit, Octavio Romero Oropeza, después de conocer su incapacidad y corrupción como director de Pemex el sexenio pasado.

Qué pena que no tenga la fuerza para asumir plenamente su responsabilidad, no sólo como presidenta, sino como jefa del partido y del movimiento de lo que llaman Cuarta Transformación. Sabe del costo político que representan para su gobierno todos estos escándalos y estos personajes, parece que tiene las manos amarradas y se ve obligada a “tragar sapos sin hacer gestos”.

Qué pena que tenga que repetir la violencia verbal de López Obrador contra el Poder Judicial, la oposición, los periodistas y a sus críticos, en lugar de llamar al diálogo y la concertación.

La presidenta Claudia Sheinbaum sin duda es una funcionaria mucho más capaz que López Obrador. No tiene su carisma e ingenio, pero es mucho más seria y profesional. Sería una gran presidenta si tuviese el poder que han tenido todos sus antecesores, pero López Obrador se guardó para sí, el control del movimiento. Le entregó el bastón de mando, pero no le entregó todo el poder, de hecho, al obligarla como candidata triunfadora en la elección interna para la presidencia, a dar posiciones a los perdedores, dividió el poder entre varios liderazgos de Morena, para retenerlo él.

Morena no se va a dividir en estos momentos como muchos piensan, el poder es el mejor pegamento para evitar una ruptura. No se va a romper para la elección de 2027, hay puestos suficientes en las gubernaturas, el Congreso y las presidencias municipales para darles sus cuotas a todos los grupos y liderazgos de Morena. Se va a romper en 2030 cuando tenga que decidirse el candidato o candidata a la Presidencia de la República. La misma estrategia de Morena de cerrarse y no permitir cambios en los liderazgos políticos y en el gobierno, van a ser las razones de su división. Si la presidente Claudia Sheinbaum no tiene la fuerza para poner orden en su gabinete, en el congreso y en el partido, mucho menos la tendrá para decidir quién será el candidato o candidata para sucederle.

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