La jueza Bénédicte de Perthuis, autora de la sentencia a Marine Le Pen, en la diana de la ultraderecha francesa

Francia, da la impresión a veces, vive un lento proceso de italianización. Sucede, eso sí, sin la sofisticada capacidad de relativizar los asuntos más graves del país transalpino y con 30 años de retraso. A la crisis institucional, la inestabilidad y la reciente volatilidad de su Parlamento, se añade ahora la legendaria cruzada de la derecha contra el sistema judicial, página memorable de la biografía autorizada de Silvio Berlusconi y el populismo avant la lettre que contribuyó a fundar. Marine Le Pen, líder del partido más votado en las últimas elecciones, coge ahora ese testigo en una semana de vértigo que comenzó con el desaire a la jueza que leía su sentencia el pasado lunes. Antes de escuchar la condena ―cuatro años de cárcel y cinco de inhabilitación para presentarse a elecciones―, la patrona del Reagrupamiento Nacional (RN) se levantó de su asiento y se marchó dando un portazo. Fue la antesala de una campaña de acoso y amenazas a la magistratura y a la presidenta del tribunal, Bénédicte de Perthuis (63 años), que en las redes ya se había puesto en marcha meses atrás.

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