La IA acelera, pero no todos corren al mismo ritmo

La inteligencia artificial avanza con fuerza en el entorno laboral, pero no todos la están incorporando al mismo ritmo. En México, 37% de los profesionales ya utiliza IA generativa en su trabajo, un crecimiento importante frente al 23% registrado apenas el año pasado, según el estudio Talent Trends 2025, de PageGroup. El uso de herramientas como ChatGPT, Copilot o Midjourney empieza a ser parte del día a día de quienes buscan no quedarse atrás.

Pero el entusiasmo por la IA no se reparte de manera uniforme. Las generaciones más jóvenes, como la Z y los millennials, han abrazado estas tecnologías de manera natural, integrándolas como una extensión de su trabajo. En contraste, muchos perfiles de mayor trayectoria muestran resistencia, ya sea por desconocimiento, falta de confianza o miedo a ser reemplazados. La brecha generacional no solo es tecnológica sino cultural.

El rezago también se nota al comparar industrias. Tecnología, telecomunicaciones y servicios profesionales son los sectores que más han integrado la IA en sus procesos. En cambio, manufactura, construcción y otros servicios tradicionales avanzan a un paso mucho más lento, todavía lejos de capitalizar el potencial de estas herramientas.

No se puede ignorar que gran parte de quienes hoy usan IA lo aprendieron por cuenta propia. Mientras 43% de los empleados afirma haberse capacitado de manera autodidacta, apenas 20% ha recibido apoyo formal de sus empresas. Esta falta de acompañamiento no solo limita el potencial de las herramientas, también alimenta el miedo y la desconfianza.

La capacitación desigual genera riesgos internos que tarde o temprano se reflejan en los resultados. Si una organización no ofrece entrenamiento ni acceso a herramientas de IA, sus colaboradores buscarán lugares donde sí puedan actualizarse. La competencia por talento ya no pasa solo por el salario, también por la capacidad de formar y adaptar a los equipos.

Adaptarse a la IA no significa solamente aprender a usar plataformas nuevas. Implica un cambio profundo en la manera de trabajar, de pensar y de tomar decisiones. La habilidad técnica importa, pero gana más peso la capacidad de combinar las nuevas tecnologías con habilidades humanas como el liderazgo, la empatía y la visión estratégica.

Aunque hay discursos que alertan sobre el reemplazo masivo de empleos, la inteligencia artificial tampoco promete un reemplazo inmediato. La expectativa es que en los próximos 10 a 15 años las funciones más repetitivas y de bajo contacto humano sean las primeras en automatizarse. Pero todavía queda amplio terreno para habilidades como la gestión de equipos, la toma de decisiones estratégicas y la construcción de relaciones de confianza.

Más que una amenaza directa, la IA se perfila como una aliada para quienes estén dispuestos a aprender a convivir con ella. Optimiza procesos, automatiza tareas mecánicas y libera tiempo para enfocarse en actividades de mayor valor. El reto es no verla como un atajo, sino como una palanca de crecimiento.

Al final, la diferencia real no será quién tenga acceso a la inteligencia artificial, sino quién sepa usarla para amplificar su talento. El mercado ya empezó a moverse y, como siempre en momentos de cambio, no ganará el más grande ni el más fuerte, sino el que se adapte más rápido.

Las organizaciones que entiendan esta dinámica tienen hoy la oportunidad de construir una ventaja competitiva real. No basta con comprar licencias de software ni hacer cursos rápidos. Se necesita integrar la IA en los procesos, en la cultura de aprendizaje y en el desarrollo profesional de toda la organización.

La inteligencia artificial ya no es una promesa futura. Forma parte del presente y el mercado laboral se está reconfigurando a su ritmo. El talento que logre aprender, adaptarse y potenciar su trabajo con estas herramientas tendrá un diferencial difícil de igualar. La velocidad para integrar la IA será uno de los factores que definirán el liderazgo de las organizaciones en los años que vienen.

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