La guerra arrincona a ancianos y pacientes crónicos en Ucrania
Quizá no haya mentira más piadosa que la de una mujer que oculta a su madre un cáncer cerebral. Menos aún en plena guerra. La hija se llama Inna Kochenko y tiene 30 años. Es de gran envergadura, seria y mirada noble. Se percibe que sufre por su madre, Lubov Uzhishchenko, de 49 años, postrada con su cerebro muy dañado, sin esperanza de mejora, en una casita de una zona rural de Nizhin, en la provincia ucrania de Chernihiv. Dicen los expertos que el estrés de una guerra puede despertar enfermedades, potenciarlas, precisamente cuando crece la soledad, la posibilidad de quedar desahuciado mientras los tuyos huyen o mueren. “Las explosiones y los bombardeos afectan mucho a la condición de mi madre”, se lamenta Kochenko, “y no puedo evitarlos porque no tenemos un refugio cerca”.