La fórmula de la potencia de la IA
Los modelos de Inteligencia Artificial (IA), como ChatGPT, Gemini o Copilot, están ganando cada vez más presencia en las actividades cotidianas de muchas personas. Hoy se utilizan como alternativas a los buscadores de Internet, para responder preguntas de todo tipo, generar ideas, brindar asesoramiento, mejorar la redacción, apoyar en tareas y trabajos escolares, además de muchas otras funciones. En China, por ejemplo, algunos jueces ya redactan sentencias en cuestión de segundos gracias a DeepSeek.
Si se dijera que esto era posible hace veinte años, probablemente muchos no lo creerían. Lo cierto es que sí era posible, pero en aquel entonces el procesamiento habría tomado cientos de años, mientras que hoy se realiza en milésimas de segundo. La IA es posible actualmente gracias a su potencia, la cual puede resumirse en la siguiente fórmula: Potencia de la IA = Potencia del Algoritmo x Potencia de Cómputo.
Obtener resultados exactos o totalmente precisos puede requerir varias décadas de cómputo, incluso en solicitudes muy simples. Las grandes mentes de las matemáticas y las ciencias computacionales descubrieron que era posible diseñar algoritmos capaces de multiplicar la potencia para obtener resultados en menos tiempo, sacrificando solo una mínima parte de precisión. Hay que imaginar, por ejemplo, que cada mejora en el algoritmo duplicara esa potencia y redujera la precisión apenas en 0.1%. Suena maravilloso, ¿verdad? Pero no necesariamente lo es.
Para que la IA sea funcional, es muy probable que los algoritmos hayan tenido que ser potenciados miles de millones de veces, lo que significa que la reducción en la precisión ya no resulta tan pequeña. A estos problemas se les conoce como “alucinaciones” de la IA. Entonces, ¿se ha llegado a un límite en la potencia de la IA? La respuesta, claramente, es no. Solo hay que mirar la segunda parte de la fórmula: la potencia de cómputo.
La IA es posible gracias al crecimiento de la potencia de cómputo, impulsada por las GPU (unidades de procesamiento gráfico) desarrolladas por Nvidia. Estos semiconductores son los cerebros de la IA y son tan valiosos que el valor de esta empresa pasó de 150 mil millones de dólares a finales de 2019 a 4.3 billones de dólares a mediados de 2025, un incremento del 3,000% en solo seis años.
El valor económico de la IA es enorme y las grandes empresas tecnológicas lo saben. Al día de hoy, OpenAI, creadora de ChatGPT, es una empresa privada valuada en 500 mil millones de dólares. Microsoft, con una capitalización bursátil de 3.8 billones de dólares, ha obtenido enormes beneficios de su alianza con OpenAI, tiene la exclusividad para distribuir ChatGPT hasta 2030 a través de su plataforma de nube Azure. Además, desarrolla su propia IA, llamada Copilot. Google, con un valor en bolsa de 2.4 billones de dólares, hace lo propio con Gemini.
Meta, propietaria de Facebook y WhatsApp y valuada en 1.9 billones de dólares, no quiere quedarse rezagada y está “robando” talento a otras empresas mediante contratos personales de cientos de millones de dólares. Esta agresiva estrategia de contratación, propia de los fichajes de superestrellas en el deporte, ha trastocado la estructura laboral de Silicon Valley.
La fórmula de la potencia de la IA es una ecuación sencilla que permitirá definir qué competidor resultará ganador en esta carrera, en la que OpenAI lleva la delantera. Los mejores algoritmos, aquellos con mayor potencia y menor pérdida de precisión, se han convertido hoy en día en los secretos industriales más valiosos. Los países o empresas que cuenten con las mayores capacidades de cómputo y con los chips más avanzados serán quienes logren desarrollar la inteligencia artificial más poderosa.