La exigencia y la asistencia

Domingo 1 de junio. Despierto. Enciendo mi celular y lo primero que veo es un meme con la imagen de la licenciada Guadalupe Taddei, el logotipo del INE y la leyenda: “Ya tenemos los resultados. Sólo faltan las elecciones”. Otro meme: Una botella de cerveza caguama humanizada con ojos, nariz y boca, sentada, se hace una pregunta: ¿Ley seca? Debajo de la imagen se lee un razonamiento: ‘Como si hubieran tomado buenas decisiones estando sobrios’. Un meme más: El Mayo Zambada en primer término, detrás de él un avión, sobre esta imagen se lee: ‘Mayo se fue volando’. El último meme que leo dice: ‘No sé ni elegir bien los aguacates que voy a andar eligiendo jueces y magistrados’.

La verdad es que a estas alturas, el día de la votación confieso que no sé quién es quién de las y los aspirantes. He oído dos o tres nombres pero hasta ahí. Tener que elegir a 56 personas de entre 294 desconocidas y desconocidos, repartidas y repartidos —nótese como gasto palabras en respetar los géneros— en nueve boletas, no es cosa fácil. Sin embargo, como simple ciudadano, siento un compromiso, una necesidad de votar porque, como ya lo he escrito, en mi opinión, y en la de muchos paisanos, el Poder Judicial de nuestro país apesta. No está podrido sino lo que le sigue. Es urgente poner un hasta aquí a la venalidad de los juzgadores, a la venta de sentencias. Los jueces sueltan acusados siempre y cuando éstos suelten la lana. La indignación es grande. Pensé: para poder exigir justicia debemos asistir a votar. Sí, ¿pero por quién?

Como en la feria, hablaré de la elección judicial, según me fue en ella. O mejor dicho según lo que vi en ella. Me correspondió votar en una Guardería del ISSSTE situada en el número 1435 de la avenida Coyoacán en la Colonia del Valle, alcaldía Benito Juárez. Salí de mi casa —decir la casa de ustedes me parece un formalismo de cortesía hipócrita, además no creo que los que me leen quepan, no porque tenga muchos lectores, sino porque mi casa es chica— en fin, a las 10 de la mañana estaba yo en la calle con más hambre que sed de justicia. Decidí desayunar antes de votar.

Entre desayunar y dilucidar por quién votar me dieron las 12:30 del mediodía, a esa hora decidí enfrentarme a las nueve planillas con 294 nombres. A unos metros de donde me tocó votar, había una fila larga —cuadra y media— de votantes. Era la casilla especial 439, decidí posponer mi voto para investigar el por qué del gentío. Según pude comprobar eran electores y electoras que por lo que platicaban, por como se expresaban y porque, algunos, hasta libros leían, deduje que eran votantes politizados que esperaban con paciencia su turno.

En honor a la verdad, salvo las muchas personas que estaban formadas no vi nada anormal, no les daban ni dinero ni acordeones. Con algunos charlé, una mujer me dijo que tardó 20 minutos en votar. Se me ocurrió decirle, ¿qué pasa si los nuevos juzgadores salen corruptos? Hay que darles chance —me contestó— peor no nos puede ir. Una señora de la tercera me platicó que ella, antes de jubilarse, fue secretaria de un juzgado: ‘no me ascendieron por falta de palancas’. Otra me dijo que ella fue actuaria y le constaba la corrupción del juez quien además la hacía trabajar doble porque la otra actuaría siempre estaba a su disposición (del juez).

Mi casilla no estaba vacía, pero sólo tuve que esperar un turno para elegir 56 personas basado en quién las postulaba y sus nombres y/o apellidos. Ojalá y haya yo recibido inspiración divina para votar por las y los mejores.

De regreso a mi casa reflexioné que una justicia limpia es una exigencia ciudadana, pero la modalidad de votación tan complicada propició la ausencia de votantes.

admin