La etnodiplomacia mexicana
A las diplomacias argentina y mexicana las asemeja su obsesión por los dogmas.
Milei insulta al presidente español Pedro Sánchez por ser “rojo” y Sheinbaum replica la crítica de AMLO en contra de la monarquía: perdón, perdón, perdón a quienes habitaban el territorio hace 500 años en el que hoy es conocido como México.
Tal pareciera que ni a Milei ni a Sheinbaum les interesa la relación con España. Lo más importante es que las sociedades argentina y mexicana son profundamente maduras, y logran superar los dogmas que promueven sus gobernantes.
La etnodiplomacia es un oxímoron. A Borges le interesaba estudiar las contradicciones que presenta la realidad.
Si es etnodiplomacia, no es una diplomacia de Estado. La diplomacia combate la ignorancia que cultiva la creencia de que el país en el que habita uno es el “mejor del mundo”. La diplomacia de Estado construye puentes no aptos para el paso de las ideologías; son demasiado pesadas, los fisuran, los derriban.
AMLO institucionalizó la agresión en contra de España. Por más que diplomáticos de ambos países sostengan que la relación bilateral es magnífica, y que se puede reflejar, por ejemplo, en los más de 50 vuelos semanales, no pueden cuestionar que la influencia que tuvo AMLO en un determinado segmento de la población, similar al que hoy tiene la presidenta Sheinbaum, sí alimenta los estigmas y resentimientos sobre España.
El 14 de octubre pasado publiqué en este espacio una de las escenas más lamentables y surrealistas de la etnodiplomacia mexicana. El embajador de España Juan Duarte Cuadrado, celebrando el día de la Hispanidad, leyó un magnífico discurso sobre la relación bilateral. Junto a él, y en representación del secretario De la Fuente, se encontraba la entonces Directora para Europa de la SRE, Jennifer Feller.
Duarte la presentó como “mi amiga”. La angustiada funcionaria no mencionó una sola palabra frente a las más de mil personas. La “pausa diplomática” creada por AMLO, y sostenida por el presidenta Sheinbaum, se lo impidieron.
La escena se convirtió en la mejor metáfora de la etnodiplomacia mexicana: aislados como equipo de futbol en tercera división.
Las externalidades negativas de una “alegre” etnodiplomacia perjudicarán, por ejemplo, a Alicia Barcena en su intento por convertirse en Secretaria General de la ONU. Más de un país la vetaría.
La presidenta mexicana se molesta con la OEA por lo que vio en las barrocas y surrealistas elecciones judiciales. ¿En serio un perfil demócrata permitiría la desaparición de los contrapoderes?
¿Es normal que un secretario de Relaciones Exteriores no viaje al exterior?
¿Es normal que en la embajada de México en Londres existan goteras y no haya presupuesto para taparlas?
¿Es normal que varios embajadores lleven más de seis años de misión porque no hay dinero para su menaje?
No importa, los dogmas importan.