La espada de Damocles arancelaria y el sueño farmacéutico mexicano

La temeraria amenaza que Donald Trump soltó la semana pasada de imponer aranceles de hasta 25% a los medicamentos que importe Estados Unidos está latente. La verdad es que es una imprudencia que no solo subestima la dependencia global de EE. UU., sino que arriesga la salud de millones de estadounidenses en un juego de poder económico.

Ante eso los gigantes farmacéuticos globales no se muestran tan preocupados pero hablan de planes para capear el temporal. Los CEO de trasnacionales farma se han pronunciado sobre la peligrosa apuesta de Trump. “No deberíamos tener aranceles”, sentenció ayer Albert Bourla, CEO de Pfizer, en una llamada de resultados trimestrales, pero advirtió: “si hay aranceles, tenemos planes de contingencia detallados para minimizar el impacto”. En el mismo tono, Pascal Soriot, CEO de AstraZeneca, afirmó: “Creemos que la mejor manera de avanzar es no imponer aranceles a los farmacéuticos. Tenemos una huella manufacturera sólida en Estados Unidos”.

Bourla destacó que su empresa opera 10 plantas en territorio estadunidense y está lista para trasladar producción si los aranceles se materializan. Soriot, por su parte, subrayó desde Londres que la mayoría de sus medicamentos para EUA ya se producen localmente, respaldado por una inversión de 3,500 millones de dólares en manufactura e investigación. Otros gigantes, como Johnson & Johnson (50,000 millones de euros) y Novartis (20,500 millones de euros), anticipándose comprometen inversiones para expandir su presencia en Estados Unidos.

EE.UU. importa el 70% de los principios activos de sus medicamentos desde China y desde India el 40% de los genéricos, que llenan nueve de cada diez recetas. Imponer aranceles de forma abrupta no solo dispararía precios de medicamentos, golpeando a consumidores, empleadores y programas como Medicare y Medicaid, sino que podría desatar una crisis de escasez de fármacos esenciales, desde antibióticos hasta tratamientos hospitalarios.

A diferencia de México donde un desabasto inadmisible puede sostenerse por años tristemente sin mayores consecuencias, en Estados Unidos sería muy diferente pues no se ignoraría tan fácil el riesgo de muertes por escasez. Esto, más las complejas cadenas de suministro, hacen que analistas consideren que este sector está blindado con cierta inmunidad a los aranceles. Hay quien piensa que la investigación del Departamento de Comercio bajo la Sección 232 es una cortina de humo para justificar esta política miope, manteniendo a la industria en un limbo.

México: un actor con potencial en el tablero

Enmedio del caos incierto, México podría aprovechar los desatinos trumpeanos explorando una oportunidad para fortalecer su industria farmacéutica nacional y dar un salto histórico para conquistar el mercado estadounidense. Todo está en que el Gobierno mexicano la respalde y no se pierda en proyectos con mal timing como el requisito de planta. En principio, para la farma mexicana, la amenaza arancelaria no es una catástrofe. México exporta solo 4.2% de su producción farmacéutica a EUA -70.4 millones de dólares en 2023-, con mercados más relevantes en Centro, Sudamérica y Europa. Rafael Gual, de Canifarma, y Larry Rubin, de AMIIF, coinciden en restar dramatismo al impacto. “EE. UU. depende de nosotros tanto como nosotros de ellos”, señala Rubin; solo en dispositivos médicos la producción está muy entrelazada con el vecino del norte.

La oportunidad dorada imposible de ignorar es que los aranceles a China e India podrían redirigir la inversión de farmacéuticas globales hacia México. Bajo el T-MEC, el país se posiciona como destino nearshoring, con costos competitivos y una ubicación estratégica. El Gobierno mexicano refuerza esta ambición vislumbrando al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) como terminal de carga para sectores clave, incluido farma. La espada de Damocles de Trump pende sobre la industria farmacéutica global, pero México tiene la chance de esquivarla y capitalizarla.

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