La economía informal en México: dignificar lo invisible, reconstruir desde el humanismo

¿Y si potenciamos la “economía informal” para generar una reforma social, educativa y económica? 

Más del 60% del empleo mundial se desarrolla en la economía informal, según el Foro Económico Mundial (2024). En México, esta cifra se sitúa en un preocupante 55.1% al cierre de 2023, de acuerdo con el INEGI. Esta realidad, lejos de ser una simple estadística, revela una estructura económica colapsada que, sin embargo, sostiene a millones de familias mexicanas. La economía informal no es solo una fuente de ingreso: es el escenario de creatividad, resiliencia y subsistencia en un sistema que ha olvidado a quienes no encajan en sus moldes.

La informalidad económica representa una doble paradoja: por un lado, sostiene el consumo interno, la movilidad y el empleo; por el otro, condena a millones a la precariedad, sin acceso a seguridad social, financiamiento o condiciones dignas. Además, esta informalidad no se distribuye equitativamente: impacta con mayor crudeza a mujeres, jóvenes, pueblos originarios y personas con baja escolaridad. Su persistencia no es una falla individual, sino una deuda estructural.

La solución no puede ser sólo formalizar, sino dignificar. Necesitamos una reforma creativa, gradual y contundente, que integre al sector informal como actor legítimo en el desarrollo nacional. El Humanismo Mexicano nos llama a mirar este fenómeno con esperanza resolutiva, reconociendo su valor y co-creando estrategias de bienestar, prosperidad y sostenibilidad. Desde el empresariado, la academia y la sociedad civil, urge diseñar mecanismos incluyentes, sustentados en plataformas digitales, ecosistemas financieros basados en reputación, modelos de vivienda adaptados y redes de salud comunitaria.

La informalidad como síntoma y oportunidad

Víctor Frankl decía que “cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. La informalidad es síntoma de una estructura económica y política incapaz de generar empleos formales para todos. Pero también es oportunidad: de reinvención, de cooperación y de humanidad.

En esta lógica, la economía informal es reflejo de un Estado ausente, pero también de una ciudadanía resiliente. Como lo plantea Martha Nussbaum, la dignidad humana debe estar al centro del diseño de políticas públicas. No podemos seguir criminalizando la necesidad: hay que dignificarla y estructurar un nuevo pacto económico-social desde la empatía y la corresponsabilidad.

Dimensiones de análisis y acción

Desde una mirada humanista integral, propongo abordar la economía informal desde cuatro ejes interrelacionados.

Reconocimiento político y social

El primer paso es reconocer el valor del sector informal. Como plantea Amartya Sen, el desarrollo es libertad. Las trabajadoras del hogar, los vendedores ambulantes, los jornaleros y los microemprendedores no son rezagos del pasado, sino agentes activos de desarrollo. El Estado mexicano debe garantizar su derecho a existir, producir y prosperar.

Innovación incluyente

Siguiendo a Colin Mayer, una economía verdaderamente próspera es aquella que crea soluciones para las personas y el planeta. Necesitamos plataformas digitales que no sólo formalicen, sino que empoderen: redes cooperativas, educación financiera gamificada, microcréditos éticos, cadenas de valor locales. Las tecnologías deben humanizarse para servir a quienes más las necesitan.

Infraestructura y servicios adaptados

La infraestructura del bienestar no puede estar pensada sólo para quienes tienen ingreso formal. Como señala Kate Raworth, hay que rediseñar el sistema para que todas las personas vivan dentro de un “donut”: con un piso social y un techo ecológico. Esto incluye modelos de salud comunitaria, vivienda incremental y educación modular.

Cultura de corresponsabilidad empresarial

La empresa mexicana —y especialmente la familiar y la pyme— debe asumir un rol activo en esta transformación. No podemos seguir esperando reformas gubernamentales cuando la transformación puede comenzar en lo local. Como lo plantea Raj Sisodia en “Empresas que curan”, el liderazgo consciente puede y debe articularse con los valores del humanismo mexicano.

Propuestas concretas desde la praxis

Desde mi experiencia como empresario, desarrollista humano y docente, propongo cinco líneas de acción para cocrear una transición justa:

  • Mapeo comunitario participativo: utilizar tecnologías de geolocalización y redes comunitarias para identificar, visibilizar y escuchar a los actores informales en barrios, colonias y pueblos. Nada para ellos sin ellos.
  • Laboratorios de innovación humanista: espacios mixtos (academia, empresa, sector informal) para prototipar soluciones contextualizadas. Desde sistemas de trueque digital hasta microseguros comunitarios.
  • Red de mentores empresariales con enfoque humanista: empresarias/os formales acompañando a informales en procesos de gestión, finanzas, liderazgo. No desde la verticalidad, sino desde la solidaridad intergeneracional.
  • Integración de indicadores de dignidad y bienestar en políticas públicas: más allá del PIB y el empleo formal, urge medir acceso a servicios, estabilidad emocional, redes de cuidado y participación cívica.
  • Educación para la dignidad productiva: currículas alternativas desde la educación básica hasta la universitaria que enseñen a valorar, comprender y dignificar todas las formas de trabajo.

Como decía Jean Paul Sartre, estamos condenados a ser libres. Esa libertad implica responsabilidad. No basta con indignarnos ante la desigualdad: debemos actuar. El empresariado mexicano, especialmente el familiar y pyme, tiene hoy la oportunidad histórica de liderar una nueva revolución humanista desde abajo. Esto no se hace con discursos, sino con decisiones cotidianas, estructuras incluyentes y apuestas valientes.

Reitero, la informalidad no es el problema; el problema es una visión excluyente del desarrollo. La discriminación con esa etiqueta de “informal”.

Mientras sigamos dividiendo entre quienes “sí cuentan” y quienes no, el tejido social mexicano seguirá resquebrajado.

La esperanza: El humanismo mexicano como decisión política

En palabras de Albert Camus, “el verdadero generoso es el que da sin recordar y recibe sin olvidar”. Hoy, México necesita generosidad estructural, empatía práctica y reformas creativas.

El Humanismo Mexicano no es un romanticismo filosófico, es una estrategia de nación, una praxis para reconstruir el país desde sus márgenes. La economía informal es uno de esos márgenes que hoy nos muestra el centro perdido.

Urge resignificar. Urge reorganizar. Urge reconectar. La dignidad productiva es un derecho humano. Es hora de honrarla.

El desarrollo económico debe ser humanista, o no será digno.

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Abrazo esperanzador en letras.

*El autor es Doctorante en Desarrollo Humano, Universidad Motolinía del Pedregal, México; Master en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, México; Master ejecutivo en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de Empresa, España. Licenciado en Comunicación Gráfica y Columnista en El Economista.

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