La deuda en renminbi en un mundo denominado en dólares

PARÍS – Cuando los gobiernos se endeudan en los mercados internacionales, lo hacen en su inmensa mayoría en dólares estadounidenses. Aproximadamente dos tercios de la emisión de deuda internacional se denomina en divisas, de las cuales casi la mitad es en dólares y alrededor del 40% en euros. El resto se reparte entre otras divisas, incluido el renminbi chino.

Aunque el endeudamiento en divisas fuertes es especialmente importante para los países en desarrollo, muchas economías avanzadas también se benefician del acceso a mercados más profundos y líquidos y a un mayor número de inversores. Así, tras la crisis financiera mundial del 2008, cuando los tipos de interés estadounidenses rondaban cerca de cero, los préstamos denominados en dólares resultaban especialmente atractivos, a pesar del riesgo de que el dinero barato pudiera fomentar un endeudamiento excesivo y un apalancamiento excesivo. Por el contrario, las empresas estadounidenses y el gobierno federal han tenido durante mucho tiempo el privilegio de endeudarse en el extranjero casi exclusivamente en su propia moneda, lo que les aislaba del riesgo cambiario.

Pero ahora que los tipos de interés oficiales se sitúan entre el 4.25 y el 4.5%, endeudarse en dólares resulta relativamente menos atractivo que antes. Si a esto se añade la creciente percepción de que el dólar sirve de palanca geopolítica en una economía mundial cada vez más fracturada, no es de extrañar que algunos países en desarrollo estén experimentando con alternativas. Con el tipo de interés oficial de referencia de China en torno al 1.4%, la deuda denominada en renminbi ofrece mejores condiciones, lo que ha llevado a países muy endeudados como Kenia y Sri Lanka a recurrir a préstamos denominados en renminbi para aliviar la carga del servicio de la deuda.

Aun así, este cambio sigue siendo marginal. En el primer trimestre del 2025, solo alrededor del 1% de la emisión de deuda internacional estaba denominada en renminbi, frente al 0.5% de hace una década. Está claro que el dólar aún no está seriamente amenazado.

Para China, sin embargo, lo que está en juego es el dominio del dólar. Como mayor acreedor bilateral del mundo y mayor fuente oficial de financiación internacional para el desarrollo, se calcula que ha concedido 1.5 billones de dólares en préstamos en el extranjero. Aunque otros acreedores, como Singapur, también prestan en dólares, la magnitud de los préstamos en dólares de China no tiene precedentes.

Es cierto que gran parte de los préstamos en dólares de China reflejan sus enormes reservas de dólares, acumuladas durante años de superávit por cuenta corriente, así como el limitado uso y liquidez internacional del renminbi. China realiza al menos la mitad de su comercio en dólares, en lugar de en su propia moneda, toda una anomalía para la segunda economía más grande del mundo y principal exportador.

Pero estas operaciones y préstamos a gran escala denominados en dólares suponen una carga para China. Al prestar en dólares, China necesita asegurarse de que los rendimientos sean al menos iguales a los de activos comparables en dólares, como los bonos del Tesoro de EU, al tiempo que mitiga los riesgos de divisa/transferencia, crédito, mercado y cumplimiento. Además, los prestatarios se enfrentan a sus propias dificultades, ya que reembolsar en una moneda extranjera exige asegurarse dólares, independientemente de que sus ingresos de exportación sean en dólares. Si su acceso a las divisas disminuye, aumenta el riesgo de impago.

Para gestionar estos riesgos, los prestamistas chinos, en particular los bancos estatales, suelen imponer requisitos de garantías, tipos de interés no concesionales, plazos de vencimiento más cortos, comisiones de gestión, garantías y pólizas de seguro de crédito. Los prestatarios también soportan costes adicionales relacionados con la limitada liquidez internacional del renminbi, aunque estos costes suelen compensarse cuando China ofrece tipos de interés más favorables.

Un aspecto crucial es que la mayor parte de los préstamos de China -del sector oficial y de otras organizaciones- se destina a países en desarrollo, incluidos Estados financieramente frágiles que, en conjunto, deben aproximadamente el 80% de la deuda pendiente de China. Para estos países, las condiciones contractuales de los préstamos y las opciones monetarias afectan directamente a la sostenibilidad de la deuda. Por lo tanto, su decisión de endeudarse en renminbi, en lugar de en dólares, no tiene tanto que ver con desafiar el predominio mundial del billete verde como con el equilibrio entre reducir los costes de endeudamiento a corto plazo y gestionar los riesgos de reembolso a largo plazo.

Esta dinámica recuerda episodios anteriores de cambios en las finanzas mundiales. Al igual que el dólar desplazó gradualmente el dominio mundial de la libra esterlina, el aumento progresivo del renminbi refleja tanto las cambiantes condiciones económicas como las crecientes ambiciones geopolíticas. Pero a diferencia de otras transiciones, ésta se desarrolla en una economía mundial más fragmentada, en la que la vulnerabilidad de los prestatarios ocupa un lugar central.

A medida que el papel del renminbi en las finanzas mundiales siga ampliándose -aunque sea al ritmo desganado marcado por las autoridades chinas-, su uso en los préstamos al desarrollo aumentará casi inevitablemente. Este cambio reflejará tanto el pragmatismo económico como la ambición de China de consolidar su papel como actor central en la financiación del desarrollo.

La cuestión, por tanto, es si la internacionalización gradual del renminbi puede conciliar los objetivos estratégicos de China con la urgente necesidad de financiación sostenible en el mundo en desarrollo. Esta intersección entre la financiación del desarrollo y la aparición de una nueva moneda mundial podría configurar el futuro del sistema monetario internacional, aunque el dólar no sea destronado.

La autora

Paola Subacchi es profesora y catedrática de Deuda Soberana y Finanzas en Sciences Po.

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