La cortina de hierro de la IA en Estados Unidos

BOSTON – Ya entrada la segunda mitad de la década de 2020, las capacidades de inteligencia artificial se convierten cada vez más en el factor determinante del poder económico y militar. De allí que, tras años de intensificar los controles estadounidenses a la exportación de semiconductores avanzados a China, uno de los últimos actos de la administración Biden haya sido emitir una “regla final provisoria” que establece un Marco para la Difusión de la IA. Si esta “regla de difusión de la IA” (así se la llama) se mantiene sin cambios, los insumos estadounidenses necesarios para el desarrollo de modelos de IA de vanguardia sólo estarán al alcance de un estrecho círculo de aliados.

De hecho, la regla dejaría al margen del desarrollo de la IA incluso a la mayoría de los miembros de la OTAN y de la Unión Europea, posibilidad que en última instancia puede atentar contra los objetivos estratégicos de Estados Unidos. Por ejemplo, Europa Central y Oriental (la potencia industrial de Europa) necesita acceso a chips de IA de vanguardia para asegurar la competitividad económica y militar durante el próximo decenio. Pero si Estados Unidos deja de ser un socio y proveedor fiable, las economías de la región pueden verse arrastradas a la órbita de influencia china.

En concreto, la regla de difusión de la IA crea una jerarquía con tres niveles de acceso. El nivel inferior incluye a China, Rusia y los otros sospechosos de siempre, que en la práctica quedan sin acceso al mercado. El nivel más privilegiado incluye dieciocho aliados y socios comerciales de confianza, entre ellos los integrantes del grupo de los “cinco ojos” (la alianza de Estados Unidos con Australia, Canadá, Nueva Zelanda y el Reino Unido para el acceso compartido a inteligencia) y potencias tecnológicas asiáticas como Taiwán y Corea del Sur.

Queda pues el nivel intermedio, que incluye a la mayoría de los miembros de la OTAN y de la UE. A pesar de ser estrechos aliados de los Estados Unidos, enfrentan restricciones rigurosas, incluido un límite a la importación de chips de IA de gama alta (50,000 por país hasta 2027). Además, la regla no sólo afecta el hardware, sino también los “pesos” que contienen las capacidades aprendidas por los modelos de IA. Cualquier país que quiera acceder a estos activos debe pasar por estrictos y gravosos protocolos de seguridad.

Sin estos obstáculos, Europa Central estaría en condiciones de aprovechar su sólida base industrial para impulsar el progreso tecnológico de toda Europa. Polonia, una de las economías mejor capitalizadas de la región, lanzó hace poco una iniciativa de 240 millones de dólares para el desarrollo del primer gran modelo lingüístico del país. Pocos días antes de que Estados Unidos endureciera sus restricciones a los chips de IA, el gobierno polaco anunció planes de invertir este año casi 1,200 millones de dólares en tecnologías basadas en IA. Y en febrero, el primer ministro polaco Donald Tusk firmó un memorando de entendimiento con Sundar Pichai, director ejecutivo de Alphabet (Google), para acelerar la adopción de la IA en ciberseguridad, salud, energía y otros sectores.

Con la decisión de relegar a Europa Central y Oriental al segundo nivel, Estados Unidos pone en riesgo al menos de tres maneras el futuro económico de la región. En primer lugar, las restricciones dificultarán la modernización de industrias tradicionales como la fabricación de automóviles, en un momento en que Europa necesita avances en vehículos autónomos y autoconducidos, fabricación complementada mediante IA y tecnologías de mantenimiento predictivo.

En segundo lugar, el hecho de que las aspiraciones regionales en materia de IA queden a merced de los caprichos de funcionarios en Washington obliga a suspender planes a largo plazo y numerosas inversiones nuevas. Para la actividad empresarial, no hay nada peor que una incertidumbre prolongada en relación con las políticas futuras (algo de lo que también se están dando cuenta las empresas estadounidenses que dependen de importaciones).

En tercer lugar, privado de acceso a chips de alto rendimiento, es posible que el incipiente ecosistema de startups de Europa Central y Oriental se vea obligado a emigrar a países incluidos en el primer nivel, lo que supone frustrar el desarrollo de un sector estratégico antes de que tenga chances de madurar. La migración o desaparición de dichas startups supone un retroceso de no menos de una década para la región. No es de extrañar que el descontento público se haya extendido por las capitales europeas, de Bruselas y Praga a Riga y Varsovia.

Por supuesto, las autoridades estadounidenses dirán que es una decisión calculada con la que procuran proteger el liderazgo tecnológico de Estados Unidos y sus intereses de seguridad nacional, aunque implique fricciones con viejos aliados. Pero las restricciones a los chips de IA también pueden fracturar la cohesión de la OTAN y frenar su modernización militar. La guerra en Ucrania ha mostrado la creciente importancia bélica de la IA (en áreas que van de la ciberdefensa a los drones). Puesto que la administración Trump quiere que los miembros europeos de la OTAN asuman más responsabilidad por la defensa común, no tiene sentido limitar la capacidad de Europa Central y Oriental para desarrollar estas tecnologías.

Es verdad que, de todos modos, la mayoría de los países de la región todavía están lejos de la cuota que les impone la regla de difusión de la IA, por falta de poder de cómputo y otros requisitos. Pero a medida que aumenten sus capacidades, es posible que empiecen a buscar otros socios. En 2023, Hungría absorbió por sí sola el 44% de la inversión extranjera directa china en Europa, más que Francia, Alemania y el RU combinados. Asimismo, a pesar de la fuerte orientación prooccidental de Polonia, China ya es uno de sus mayores socios comerciales, y todo el clúster automotriz de Europa Central y Oriental tiene importantes vínculos de suministro indirectos con China.

Dado que estos lazos pueden facilitar un realineamiento geopolítico más amplio, a Estados Unidos le conviene diseñar una estrategia más selectiva. En última instancia, el liderazgo en IA no se limita a tener el hardware y el software controlados. También tiene que ver con la fijación de normas globales para el desarrollo, el despliegue y la gobernanza de la tecnología. Al dejar a sus aliados alejados de la vanguardia de la IA, Estados Unidos corre riesgo de perder influencia sobre la trayectoria que seguirá esta tecnología, un resultado que difícilmente sea lo que desea.

La autora

Soňa Muzikárová, investigadora superior no residente del Atlantic Council y becaria Mason de la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard, fue economista del Banco Central Europeo, diplomática de la OCDE y asesora sénior del viceministro de asuntos exteriores de la República Eslovaca.

Traducción: Esteban Flamini

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