La ciudad colapsada

El Valle de México se acerca a 23 millones de habitantes este 2025. De ellos un aproximado de 11 millones son trabajadores, dependientes o por cuenta propia. Por estudios como el de la situación demográfica de México 2022 y el de Rodríguez Vignoli (2022), sabemos que 90% de esos 11 millones trabaja fuera de casa. Ello dice que día con día aproximadamente 10 millones de personas dejan su vivienda para salir y ganarse la vida, desplazándose dentro y entre las 16 alcaldías de Ciudad de México, los 45 municipios del estado de México y los 2 municipios del estado de Hidalgo –es decir, las demarcaciones que hacen el Valle de México–. 

El Valle de México, y en particular la CDMX, se ha convertido en un centro de manifestaciones sociales de todo tipo. Con frecuencia éstas se expresan en bloqueos, plantones, marchas, interrupciones del tráfico, toma de oficinas e instalaciones diversas y un largo etcétera. Estas manifestaciones afectan a todos. Afectan la vida productiva y social del Valle todo, pero afectan en primer a los trabajadores mismos. Y, como ocurre siempre con todo tipo de riesgos y catástrofes, terminan afectando a los más vulnerables.

Las estadísticas censales indican que el tiempo medio de traslado al trabajo en el Valle de México es más de 40 minutos para el conjunto de las personas ocupadas, pero se eleva hasta dos o más horas para quienes conmutan de una ciudad a otra y/o de una delegación a otra. Más dramática es la situación de unos tres millones de personas que trabajan en una alcaldía alejada de sus residencias. El dramatismo lo es en particular para trabajadoras y trabajadores que –en su gran mayoría informales– inician su itinerario a las tres o cuatro de la mañana para alcanzar a llegar a su puesto de trabajo (cualquiera que este sea) entre seis y ocho de la mañana.

Pensemos lo que representan para estos millones de trabajadores encontrarse o cruzarse en sus trayectos con los manifestantes y sus expresiones. Los encuentros tales les representan perder el día. Es decir, perder el trabajo y el ingreso de ese día. Lo que para los más vulnerables se traduce en no comer o no tener que llevar para comer a sus casas.

La congestión vehicular y las limitaciones y deterioro de las redes viarias y de comunicación del Valle de México han hecho de la vida productiva y social un auténtico caos. Sino es que han convertido en un verdadero milagro vivir y sobrevivir en él. De acuerdo con TomTom Traffic Index (2024), la CDMX tiene el peor tráfico vehicular del mundo.

Por congestión vehicular los conductores pierden 152 horas al año. Por la misma razón, la velocidad promedio de traslado continúa disminuyendo y en las avenidas es apenas de 7 kilómetros por hora o– sea, casi la velocidad media del simple caminar–.

Ahora la suma de congestión y manifestantes hacen un coctel explosivo y extraordinariamente desgastante para la ciudad y sus habitantes. Pues a las pérdidas económicas, ya de suyo extraordinarias, se agrega el deterioro ambiental y en la calidad de vida. El primero le cuesta al país tanto como entre 4 y 6% del PIB (INEGI, 690-2024); esto es de su riqueza. El segundo, está menos estudiado y cuantificado. Pero el habitante del Valle de México vive entre el estrés y la ansiedad de la inseguridad, y la frustración, agresividad, impotencia e irritabilidad de y frente a la congestión vehicular y los bloqueos de los manifestantes.

En la CDMX hay un promedio de 10 manifestaciones por día; sea por razones de seguridad, vivienda, laborales, ambulantaje, transporte, tenencia de la tierra, obra pública, programas sociales, agua, educación, justicia, servicios urbanos y un largo etcétera.

Tan solo en el Centro Histórico de la CDMX, en el 2024 hubo 1,179 manifestaciones en las que participaron poco más de 400,000 personas. Todo ello habla de una ciudad viva y movilizada, en efecto. Los gobiernos se han ocupado de establecer protocolos que garanticen los derechos de libre manifestación y expresión de las ideas, pero es insuficiente lo que han hecho para apoyar los derechos al libre tránsito y a la calidad de vida. Paradójicamente, una ciudad colapsada por la congestión vehicular y los bloqueos de manifestantes, al final del día se convierte en un atentado contra ambos derechos. Esto es, repitámoslo, los derechos al libre tránsito y la calidad de vida de las personas trabajadoras. Que no son derechos cualesquiera, sino derechos humano-laborales esenciales.

El estrangulamiento de la ciudad, del trabajo y sus trabajadores que ha provocado en estos días la CNTE, debe llevar al dialogo y la reflexión más profunda sobre el estado tan frágil en que se encuentra la vida del gran Valle de México. Debe hablarnos también de la imperiosa necesidad de establecer y reestablecer los equilibrios básicos que han de prevalecer entre derechos individuales y colectivos.

*El autor coordina la Red Innovación y Trabajo en la Industria Automotriz Mexicana (RedItiam) y el Grupo Interdisciplinario de Transporte Eléctrico y Movilidades Avanzadas (TEAMs). Es miembro del TinkTank para el Transporte Eléctrico Estados Unidos-México de la Alianza MX de la Universidad de California y la SER.

admin