La caída del expríncipe Andrés ensombrece el prestigio de la monarquía británica

Cuando el ciudadano anteriormente conocido como el príncipe Andrés de Inglaterra llegó al mundo, su madre estaba tan embelesada que le contó por carta a su prima que el pequeño era “tan adorable…”. “Va a estar terriblemente consentido por todos nosotros”, escribió casi proféticamente Isabel II, quien poco podía imaginar, en febrero de 1960, el alcance de su clarividencia. Trascurridos 65 años, la cuestionable conducta de su tercer vástago y, según el consenso general en el Reino Unido, su ojito derecho, ha provocado un seísmo en la casa real británica, que trata todavía de contener una crisis que ha menoscabado seriamente su imagen y popularidad: en una encuesta reciente, el apoyo a la monarquía ha caído por debajo del 50%, diez puntos menos que en junio.

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