La belleza ya no es prioridad; el bolsillo se ajusta en un año sin recuperación

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“Quien se hacía un diseño a mano alzada ahora solo se hace un gelish”, dice David Lozada, dueño de un salón de uñas en Ecatepec. En su negocio, como en muchos otros, la conversación ya no gira en torno a tendencias, sino a cómo sobrevivir a una sequía que parece no tener fin. Diciembre fue intenso, como siempre. La demanda de manicuras decoradas, con piedras, brillo y acabados elaborados, alcanzó su pico durante las fiestas. Pero lo que habitualmente sería un bache pasajero en enero, este año se ha extendido más allá del primer cuatrimestre, sin señales claras de recuperación. La economía también se pinta las uñas , y este año ha decidido no hacerlo. Lo que para otras industrias puede medirse en índices o tasas de crecimiento, en los salones de belleza se siente en los turnos que no se llenan, en las vitrinas de esmaltes que acumulan polvo, en las luces LED que ya no se prenden para sesiones de manicura elaborada. El fenómeno afecta por igual a estudios de uñas, estéticas y salones de belleza.

Entre promociones y renta de equipo

Mayo llegó sin repunte y con una certeza: la belleza ya no es prioridad. “Lo que más hacemos ahora son cortes básicos. El color ya no se lo quieren poner. Dicen: ‘mejor después’”, cuenta Eliana Hernández, peluquera en Venustiano Carranza. En ese “después” caben muchas cosas: el alza en los precios de los alimentos, las rentas que no ceden, la sensación de que hay que guardar por si algo peor viene. Aunque la inflación ha mostrado señales de contención, el ánimo del consumidor no sigue la misma curva. Aunque no hay caída, el avance es mínimo: el crecimiento del consumo de servicios pasó de 1% en febrero de 2024 a apenas 0.3% en enero de 2025, según el Inegi. En las calles, esta desaceleración se traduce en agendas menos llenas y tickets promedio cada vez más bajos. Uno de los sectores más golpeados es el de peluquería y cuidado personal, que entre diciembre de 2023 y julio de 2024 enfrentó un aumento de precios del 6.86%. Esa tendencia inflacionaria no se ha revertido, y para negocios cuyo público es particularmente sensible al precio, ese ajuste ha sido suficiente para perder volumen de clientas. De hecho, varios emprendedores afirman que, en lo que va del año, sus ingresos han disminuido entre 30% y 70%. “Ahorita hacemos más cortes de cabello y servicios de peluquería que efectos de color en el cabello, que sí llegan a tener una diferencia de precio con solo un corte”, relata Hernández, al describir cómo ha cambiado el tipo de servicios que sus clientas están dispuestas a pagar. Algunas incluso han optado por dejar de acudir al salón y realizar los procedimientos en casa. “Cada vez hay más información al alcance de las personas y eso provoca que los clientes prefieran hacerlo por su cuenta. Los tutoriales lo hacen ver muy fácil”, agrega Hernández. En medio de esta incertidumbre, hay 2.19 millones de personas trabajando en la industria de cuidado personal, de acuerdo con el Inegi. El 73.9% son mujeres. El salario mensual promedio en el sector es de apenas 5,300 pesos. Es decir, cada día sin clientas es también un día sin sustento para miles de familias. Muchas dueñas de salones han tenido que replantear su modelo de negocio. Algunas venden productos. Otras subarriendan espacio. Hernández, por ejemplo, ahora distribuye máquinas de corte y tijeras profesionales. “Muchos están aprendiendo el oficio. Es una forma de aguantar”, dice. Pero el modelo de sobrevivencia tiene límites. Las rentas no se pagan con cortes de 80 pesos. La manicura exprés no compensa lo que antes dejaba una sesión completa. “No es que ya no haya clientes, es que cada una gasta la mitad o menos. Y vienen menos veces”, señala Lozada. Lo más difícil, dicen varios entrevistados, no es la falta de ingresos, sino la imposibilidad de planear. En años anteriores, marzo y abril solían marcar la recuperación. Esta vez, ni siquiera el Día de las Madres levantó las ventas. La incertidumbre parece haber cambiado el calendario. “Con las bodas y el 10 de mayo esperábamos que arrancaran las citas. Pero ahora, ya con las vacaciones por llegar, esperamos una ola que ojalá nos dure hasta el fin de año”, dice Lozada. La estética, como indicador económico, tiene la ventaja de ser inmediata. No necesita encuestas ni proyecciones. Cuando baja la confianza, baja la frecuencia de visitas. La belleza, al fin y al cabo, es un lujo emocional: uno que se permite cuando hay esperanza. Si la economía no da señales de estabilidad, el espejo se convierte en un recordatorio incómodo. Desde hace semanas, varias estéticas han comenzado a ofrecer promociones desesperadas: “manicure más ceja por 120 pesos”, “uñas semipermanentes al 2×1”. Pero el resultado es marginal. “No es que no quieran venir. Es que no pueden”, insiste Lozada. Las uñas, entonces, no solo reflejan estilos o tendencias. Reflejan, también, el pulso de un país que, en este 2025, no encuentra todavía motivos suficientes para sentirse bien frente al espejo.

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