Inteligencia Artificial, liderazgo y el nuevo contrato del trabajo

Sundar Pichai, CEO de Google, declaró hace poco que la inteligencia artificial es “probablemente lo más importante en lo que la humanidad ha trabajado jamás… algo más profundo que la electricidad o el fuego”. 

La realidad es que la IA ya es un nuevo tipo de infraestructura mental. Una fuerza emergente que redefine y expande nuestras capacidades cognitivas, lo cual por añadidura reconfigura el significado mismo de trabajar, liderar y crear valor.

El gran problema es que hoy, en miles de empresas, hay más inteligencia artificial que inteligencia organizacional.

Mientras muchos directivos siguen debatiendo si la IA es segura, los empleados ya la están usando. A escondidas.

La brecha es de liderazgo

Según McKinsey, el 75% de los empleados ya utiliza alguna herramienta de IA. Sin embargo, más del 60% de las organizaciones aún no cuenta con un plan claro para su integración. Aún más preocupante: los empleados usan IA generativa tres veces más de lo que sus líderes creen. Y, a pesar de esta adopción espontánea, solo el 26% de ellos ha recibido formación significativa para usarla con criterio, seguridad o propósito.

Estos números muestran una fractura cultural. La innovación se ha adelantado al liderazgo. Mientras los equipos prueban, experimentan y resuelven usando IA, incluso fuera del marco ético institucional, las capas directivas se debaten entre la fascinación, el escepticismo y la inercia.

En muchas empresas de Latinoamérica, la conversación aún gira en torno a si la IA es una amenaza a contener, una moda a observar o una tendencia a esperar. Lo que se pierde de vista es que ya no se trata de si la IA “va a cambiar” la forma de trabajar, sino de cómo nos vamos a adaptar a un cambio que ya nos está sobrepasando.

Los trabajadores la adoptan porque la necesitan. La usan para escribir más rápido, analizar mejor, tomar perspectiva, liberar tiempo o simplemente ser más competitivos en un entorno que no da tregua. Es una cuestión de supervivencia.

La IA se ha convertido en el copiloto silencioso que muchos ya no están dispuestos a soltar. La tecnología está lista y avanzando. Las personas también. Lo que falta es liderazgo.

¿Qué significa trabajar cuando una máquina puede hacerlo mejor?

Lo que está en juego es el lugar del humano en el proceso de creación de valor. Cuando un algoritmo puede redactar un reporte en segundos y un modelo predictivo puede analizar más información en minutos que un equipo entero en semanas, la pregunta ya no es técnica. Es existencial.

¿Qué vale más ahora: la precisión o el juicio? ¿La velocidad o el propósito?

En este nuevo entorno, el trabajo tiene que evolucionar. Cambia su centro de gravedad. Nos obliga a repensar la esencia de nuestra contribución. El diferencial humano ya no está necesariamente en la ejecución, porque no tiene sentido, ahora está más que nunca en el criterio y el discernimiento. Está en la capacidad de imaginar. De dotar de sentido. Porque la IA puede optimizar el cómo, pero no puede definir el para qué.

La respuesta es rediseñar el trabajo a partir de lo que la IA no tiene: historia, contexto, cuerpo, ética, coraje. No podemos liderar desde el temor, ni desde la improvisación. Debemos diseñar una nueva colaboración entre capacidades humanas e inteligencia artificial.

Liderar la IA exige mucho más que habilitar tecnología: Urge entrenar criterio.

La única amenaza real que plantea la IA en este contexto es su implementación irresponsable. Una IA que se despliega sin formación, sin conversación, sin principios, es una fuente de fragmentación y errores. No podemos seguir reduciendo su integración a slogans inspiradores o a soluciones cosméticas. Tampoco podemos esconderla bajo el lenguaje técnico de políticas restrictivas que nadie aplica. Es urgente una conversación adulta, transversal y sostenida, que elimine la ansiedad y la improvisación, para diseñar una gobernanza estratégica de los nuevos equipos potenciados por IA.

Esa conversación debe empezar con preguntas difíciles:

  • ¿Qué tareas deberíamos automatizar para liberar capacidad humana?
  • ¿Qué decisiones no deben, bajo ninguna circunstancia, dejarse a una IA?
  • ¿Qué riesgos éticos estamos dispuestos a asumir y cómo los mitigamos?
  • ¿Qué competencias necesita nuestro equipo para colaborar con IA sin perder criterio ni autonomía?
  • ¿Qué datos protegemos, por qué lo hacemos, y cómo aseguramos ese resguardo?
  • Y, sobre todo: ¿Cómo preservamos y potenciamos lo mejor de lo humano en esta transición?

Estamos frente a una transformación cultural

La mayoría de las personas no le teme a la IA. Le teme a que su organización la implemente mal y que se queden atrás.

El 71% de los empleados confía más en sus empresas que en gobiernos o big tech para implementar IA de forma ética.

Esto implica una oportunidad histórica para generar organizaciones evolutivas, más conscientes de la complejidad y positivas con la gente.

La inteligencia artificial no viene a quitarte el trabajo. Viene a preguntarte si estás listo para reinventarlo.

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