Ingeniería IT cruza las fronteras con pasaporte de alto valor
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En la última década, el sector tecnológico mexicano ha evolucionado de forma acelerada, tanto en tamaño como en capacidad. No se trata solo de exportar líneas de código, sino de construir soluciones funcionales, confiables y adaptadas a los entornos regulatorios más exigentes, como el de los servicios financieros en Estados Unidos. Hoy en día, el país se está posicionando como un socio tecnológico clave, no por su costo, sino por su habilidad para resolver problemas complejos en tiempo real y con visión integral de negocio.
No es maquila de código, es asesoría estratégica Cómo consolidar ventajas para México
La tendencia global de buscar eficiencia y escalabilidad en la infraestructura de TI ha disparado la demanda de servicios tecnológicos en todo el mundo. De acuerdo con ResearchAndMarkets, el mercado global de servicios tecnológicos subcontratados se valoró en más de 333 mil millones de dólares y se espera que alcance los 397 mil millones en 2025. Solo el mercado estadounidense representa más de 1.6 billones de dólares en valor, lo que equivale al 35 % del mercado global de TI. Ante esa magnitud, el reto ya no es únicamente tener la infraestructura técnica, sino contar con el talento necesario para cubrir la demanda. En ese punto es donde México encuentra una oportunidad real. Según el U.S. Bureau of Labor Statistics, existe un déficit de aproximadamente 71 % de profesionales capacitados en ciencia de datos, programación y arquitectura de software en Estados Unidos. Esta brecha ha motivado a las compañías a mirar más allá de sus fronteras, buscando perfiles que puedan cubrir roles clave sin comprometer calidad ni comunicación. México ya está exportando soluciones. De acuerdo con IDC, el mercado total de servicios de TI en el país ronda los 7,470 millones de dólares, de los cuales cerca de 1,886 millones provienen de proyectos realizados para empresas en el extranjero, especialmente en EE.UU. Esto equivale al 22 % del total nacional y sigue en aumento. Algunas compañías especializadas ya reportan mayor volumen de operaciones para el mercado estadounidense que para el mercado local. Lo más relevante es que este tipo de exportación no depende de modelos masivos de contratación o de promesas de bajo costo. Más bien, se basa en especialización técnica, conocimiento del entorno regulatorio y capacidad para participar en todas las fases del ciclo de desarrollo: desde la estrategia hasta la implementación, pasando por el diseño, validación y soporte. Durante mucho tiempo, el imaginario colectivo asoció la exportación de servicios con actividades de bajo valor: soporte técnico, mantenimiento de sistemas heredados o ejecución de tareas repetitivas. Sin embargo, esta visión se está transformando. Hoy los equipos mexicanos están participando en el diseño de plataformas bancarias 100 % digitales, la definición de modelos de gobierno de datos en aseguradoras multinacionales y la construcción de arquitecturas híbridas para sectores altamente regulados. La diferencia está en el enfoque. Cuando una empresa tecnológica mexicana se sienta a la mesa con su contraparte en Estados Unidos, lo que ofrece no es un “recurso técnico”, sino una solución pensada desde el entendimiento del negocio. Un banco norteamericano, por ejemplo, que requiera definir su estrategia de onboarding digital —sin sucursales, sin formularios físicos, sin soporte telefónico— puede ser cubierto por equipos integrados entre ambos países, donde la capa de conocimiento no se subcontrata, sino que se construye de forma colaborativa. Esto abre las puertas para que empresas mexicanas desarrollen un nuevo tipo de especialización, en el que no solo dominan los lenguajes de programación más utilizados (como Java o .NET), sino que también conozcan cómo se articulan los flujos de negocio, las integraciones con sistemas heredados, las normas de protección de datos y las condiciones del usuario final. Así, el producto final no es un software más, sino una solución que funciona dentro del ecosistema real del cliente. Además, esta dinámica también obliga a replantear los esquemas de trabajo. Ya no basta con enviar requerimientos por correo y recibir entregables semanas después. Los equipos ahora tienen que operar bajo esquemas híbridos, con miembros ubicados tanto en Estados Unidos como en México, y con roles diferenciados que van desde la estrategia hasta la operación. Este modelo favorece la colaboración en tiempo real, elimina desfases por diferencias horarias y permite ajustes ágiles cuando se trata de proyectos con alto impacto en la experiencia del cliente. Si bien hay muchos indicadores positivos, aún existen retos por resolver. Uno de los más importantes es el dominio del idioma. Aunque la mayoría de los desarrolladores mexicanos tiene un nivel técnico suficiente en inglés, todavía se requiere fortalecer las habilidades de comunicación ejecutiva para escalar hacia roles de análisis, consultoría y liderazgo de proyectos. Esa brecha cultural y lingüística es, en muchos casos, lo que marca la diferencia entre ser un proveedor o convertirse en un socio. Otro aspecto clave es la especialización continua. Los clientes no están buscando únicamente a “alguien que programe”, sino profesionales que comprendan tecnologías emergentes como inteligencia artificial, blockchain, computación en la nube o ciberseguridad avanzada. Aquí es donde la formación técnica, la experiencia en proyectos reales y la capacidad de aprender de manera constante juegan un rol estratégico. Desde el punto de vista del ecosistema, también es importante fortalecer políticas públicas que incentiven este tipo de exportación de conocimiento. Las universidades, los centros de innovación, las cámaras empresariales y los propios gobiernos locales deben entender que el talento tecnológico es uno de los activos más valiosos para la economía digital. Y que su exportación, cuando se hace con valor agregado, es una vía legítima de crecimiento económico.
Lo que hoy parece ser una ventaja competitiva coyuntural, mañana podría convertirse en una vocación estructural del país. Si México logra consolidarse como un proveedor de soluciones tecnológicas con inteligencia de negocio, con capacidad de respuesta, visión sistémica y profesionalismo, entonces dejará de ser visto como un país que “abarata costos” y será reconocido como un país que “resuelve problemas”. El momento actual abre una puerta interesante. Ya no se trata de elegir entre industrialización o digitalización. Ambas pueden convivir. Pero el crecimiento del sector tecnológico tiene implicaciones más profundas: modifica la estructura del empleo, eleva el nivel educativo requerido, introduce dinámicas colaborativas transfronterizas y posiciona al conocimiento como principal mercancía exportable. La exportación de soluciones tecnológicas debe ser vista como una estrategia de integración económica en la que México puede competir con inteligencia, con ética y con resultados. Quienes trabajamos en este sector lo sabemos: los sistemas que diseñamos aquí están funcionando diario y al otro lado del mundo. Y si seguimos invirtiendo en talento, procesos y comunicación, lo que hoy es una oportunidad se convertirá en un motor sostenido de desarrollo. _____ Nota del editor: Rodrigo Mendoza Martínez es Director de Estrategia y Desarrollo Internacional en Minsait, una empresa de Grupo Indra en Mëxico. Es un directivo con más de 19 años de experiencia en consultoría de TI y de negocio. Ha trabajado en distintos sectores como banca, seguros, telecomunicaciones, salud, retail y energía. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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