IA en el trabajo: más asistente que verdugo (por ahora)

En los últimos años ha crecido el temor al reemplazo total de empleos por parte de la inteligencia artificial. Sin embargo, la evidencia de uso real apunta a algo distinto, al menos por ahora, pues la IA generativa cumple más el rol de un asistente permanente que de un verdugo laboral. El reto está en aprender a dirigirla.
Cada vez es más común que, en lugar de pedir ayuda a sus colegas para realizar una tarea cotidiana, las personas recurran directamente a herramientas de IA generativa. La pregunta es si estamos ante el inicio de una sustitución acelerada de funciones o, más bien, frente a la incorporación de un asistente digital que complementa el trabajo humano.
Microsoft Research publicó hace unos días un estudio que da datos interesantes sobre los usos cotidianos de esta tecnología. En el documento “Trabajando con IA: Midiendo las implicaciones ocupacionales de la IA generativa”, Kiran Tomlinson, Sonia Jaffe, Will Wang, Scott Counts y Siddharth Suri presentan el análisis de 200,000 conversaciones de usuarios de Microsoft Copilot.
Cada interacción se clasificó en dos dimensiones: el objetivo del usuario (la tarea que buscaba resolver) y la acción de la IA (lo que efectivamente hizo la herramienta). Para organizarlas, los investigadores utilizaron la taxonomía de actividades laborales del Departamento del Trabajo de EU. Midieron el éxito de cada actividad con retroalimentación de usuarios y un clasificador automático, además de evaluar el alcance del impacto de la IA sobre esa tarea.
Los especialistas concluyen que las actividades más frecuentes que los usuarios intentan resolver con IA son recopilar datos, escribir, traducir y comunicarse. Las tareas que la IA ejecuta más a menudo son proporcionar información, asesorar, explicar y redactar. En cuatro de cada diez casos, la acción de la IA y la meta del usuario no coinciden, pero se complementan. De esta manera, la IA generativa acompaña y asiste más que reemplaza.
Bien lo decía hace unos meses la OCDE en su informe “Creación de empleo y desarrollo económico”, pues la gran mayoría de los empleos no están condenados por la IA; son ciertas tareas que realizan las personas las que pueden ser asumidas por esta tecnología. En México, la organización calculó que cerca del 19% de los trabajadores realiza funciones con alto potencial de automatización, porcentaje que sube en estados como Quintana Roo (23.4%) y el Estado de México (23.0%).

Estados con más y menos actividades con exposición a la IA generativa.
En un país donde siete de cada 10 empresas reportan dificultades para encontrar talento, como mostró la última encuesta de ManpowerGroup, una IA que apoye tareas administrativas, de comunicación o análisis puede ser un alivio, sobre todo para las pequeñas y medianas empresas.
Por eso, la adopción de IA requiere intencionalidad. A nivel individual, implica desarrollar competencias digitales, pensamiento crítico y capacidad para trabajar con este tipo de sistemas. No basta con usar las herramientas, hay que entender su lógica, sus sesgos y sus límites para aprovecharla con criterio propio, con inteligencia humana.
En el plano organizacional, significa diseñar estrategias claras para integrar la IA en los flujos de trabajo, capacitar a los equipos y evitar que la tecnología se convierta en una excusa para precarizar el empleo. Las empresas que lideren este proceso con visión humana tendrán más posibilidades de convertir la IA en una ventaja competitiva.
Desde la política pública, el reto es doble, pues implica impulsar la capacitación masiva en habilidades digitales y garantizar que la transición tecnológica no profundice desigualdades. Esto es especialmente urgente para las ocupaciones más expuestas, que según el estudio de Microsoft se concentran en industrias de servicios lingüísticos y creativos, atención al cliente y ventas, así como ciertos nichos técnicos y de análisis.
La IA generativa ya está en el escritorio, en la computadora y en el celular. Hoy actúa como un asistente multitarea, pero eso es sólo por ahora. La cuestión es si sabremos ser buenos jefes de la IA, porque eso implica darle instrucciones claras, aprovechar sus fortalezas y ponerle límites. Ése será el gran diferenciador en los próximos meses y años.