“Heterodoxos” contra “ortodoxos”

A falta de una mejor terminología, llamemos a cada uno de los bandos antagónicos “heterodoxos” y “ortodoxos”. El relato comienza con que bajo la conducción de representantes de esta segunda corriente la economía de México venía teniendo un desempeño formidable. Al período se le denominó “Desarrollo Estabilizador”. Pero los heterodoxos (que no eran pocos en número) se manifestaban inconformes, e iniciaron una campaña de desprestigio y críticas. En su opinión, el supuesto abandono de la agricultura y los problemas de distribución del ingreso demandaban una modificación de la estrategia económica.

Se les hizo caso y se les entregó la conducción de la política económica durante los sexenios de Echeverría (1970–76) y López Portillo (1976–82). Pero la nueva propuesta de política económica no resultó más que un inflacionismo ramplón manchado con la contradicción insalvable del mantenimiento de la estabilidad cambiaria. La tóxica fórmula primero dio lugar a inflación acompañada de elevación exponencial de la deuda externa y apreciación excesiva del tipo de cambio real. Y el desenlace inexorable, en dos episodios de fugas de capital masivas y devaluaciones en cascada, no se hizo esperar.

A finales de 1982, Miguel de la Madrid heredaba de su régimen anterior una economía destruida. Inflación desbordada, endeudamiento excesivo tanto del sector público como del privado, profundo estancamiento e hipertrofia del sector paraestatal. Tanto De la Madrid como su sucesor, Carlos Salinas, se hacen rodear de economistas del bando ortodoxo con la finalidad de una muy difícil e indispensable tarea de saneamiento. Aunque en un contexto de grandes dificultades, con De la Madrid (1982–88) se avanza en la tarea y el siguiente sexenio de Salinas se vuelve trágico y termina en una muy severa crisis transexenal.

¿Cómo fue que ocurrió? Tal vez una primera causa derivó del error de la apertura total de la economía a los flujos financieros. De la tremenda atracción fatal que se observó se derivaron grandes deficientes en la cuenta corriente, tendencia a la apreciación del tipo de cambio y excedente de fondos en la captación de la banca recién privatizada. A continuación, el elemento explosivo lo aportaron los eventos traumáticos en cadena que se sucedieron en el año 1994. Empezando con la declaración de guerra por parte del EZLN, en Chiapas, y a cuya sofocación legal se rehusaron tanto Salinas, como su sucesor, Zedillo.

En mis sueños he imaginado la celebración posterior de un gran debate nacional. De un lado los “ortodoxos” y delante de ellos, desafiantes, sus contrincantes “heterodoxos”. Con audacia, una de estos últimos encara a los primeros: “¡Ustedes, los ortodoxos, que tanto presumen de superioridad técnica, también han producido crisis económica con inmensos costos sociales! ¿Cuál es la diferencia?”

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