Hamás, ante el dilema de desarmarse como fija el plan de paz
Hamás afronta estos días una de sus principales encrucijadas en cuatro décadas de vida. Al nacer en 1987, al inicio de la Primera Intifada palestina, renunció inicialmente al poder político y, más tarde, por estrategia, a los atentados suicidas de la Segunda Intifada. Acabó presentándose a las elecciones en 2006, ganándolas y tomando por la fuerza el control de Gaza. Durante casi dos décadas y cuatro ofensivas israelíes, buscó sin éxito el favor de Occidente, hasta que, en 2023, su liderazgo en la Franja sorprendió al mundo con su sangriento ataque contra Israel, que dio pie a la invasión de Gaza. El alto el fuego, que rige desde hace dos semanas, le enfrenta ahora a un dilema existencial: ¿Renuncia a las armas, como se ha comprometido, mientras el Gobierno de Benjamín Netanyahu se las da y protege a clanes familiares de la Franja con un pasado delictivo? ¿Lo hace sin horizonte alguno de creación de un Estado palestino? ¿Acepta un organismo internacional supervisor presidido por Donald Trump, una de sus históricas líneas rojas?
