Haití, Cuba y México

Haití es un Estado fallido, Cuba vive en una dictadura que destruyó su economía, ¿pero México?

Bueno, México tuvo a López Obrador de cuyo mandato se puede afirmar con datos duros que el crecimiento económico del país fue el más bajo en los últimos 36 años, con un promedio de 0.9% anual.

Sin embargo, cuando en el más reciente estudio de perspectivas económicas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) se identifica a estos tres países como los que tendrán el peor desempeño éste y el próximo año es simplemente una coincidencia estadística y hasta una exageración periodística.

Cuba y Haití se ven más compatibles con Venezuela cuando se habla de causas estructurales que hacen de esas economías un fracaso. México está en una fase de definición entre una degradación estructural o una simple condición coyuntural.

México, ante el psiquiatra, podría ser diagnosticado fácilmente con un Trastorno de Identidad Disociativo, porque está en un punto de personalidades múltiples, donde, por un lado, busca a toda costa mantener esquemas de asociación económica con Estados Unidos, con todo y el híper neoliberal libre comercio.

Pero, por otro lado, insiste en las malas decisiones presupuestales y aniquila la confianza con una pulsión autoritaria de control de los poderes y las autonomías, incluida próximamente la autoridad electoral.

La propia Cepal identifica en el informe sobre la Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe 2025 que México ha perdido capacidad de recepción de estos recursos desde el 2019.

En esta sensación de múltiples personalidades nacionales parece haber una urgencia desde el gobierno federal de dar buenos resultados sin tener que decir que para ello hay que echar para atrás muchas de las medidas absurdas del gobierno de López Obrador.

Hay cambios evidentes en materia de seguridad, sólo a la espera de los resultados. En otros asuntos hay más discreción, como en los energéticos, y hay áreas donde no se mueve un milímetro este gobierno como en las prácticas propagandísticas, la centralización del poder y el reparto asistencialista del gasto social.

Si México está hoy en la parte más baja de la tabla de expectativas de crecimiento regional y mundial es por la incertidumbre. Evidentemente que, por el futuro de la relación comercial con Estados Unidos, pero también, y de forma destacada, por las expectativas de mantener a México en el estatus de una democracia institucional, o no.

Por ahora, el trato diferenciado que Trump ha aplicado a México y la expectativa de un arancel más bajo a nuestras exportaciones permitió pasar de una estimación de recesión a un crecimiento de 0.3% este año.

Pero el verdadero motor para la inversión y el crecimiento es la confianza. Es un hecho que las recientes decisiones de Trump dan un respiro, pero el desafío está en casa.

Más allá de las concesiones externas, que son importantes si son de Estados Unidos, lo que México necesita es recuperar la confianza de los inversionistas y de muchos de sus propios ciudadanos.

Esto sólo se puede si se consolida un Estado de derecho, se fortalecen las instituciones democráticas y se termina con ese pulso autoritario. Así, o se mantiene la inestabilidad de las personalidades múltiples o se elige la certidumbre.

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