Hacerse pequeño

Playa del Carmen se encuentra en un punto de inflexión peligroso. Como Acapulco en los años 90, este destino turístico de clase mundial enfrenta una amenaza que podría transformarlo de paraíso caribeño en territorio controlado por el crimen. La extorsión sistemática a negocios locales, el narcomenudeo en las calles principales y la presencia cada vez más visible de criminales que se hacen pasar por empresarios, son señales de alarma que no pueden ignorarse.

Hace unas semanas estuve en ese destino. Es un lugar mágico al que acudo regularmente. Parte de lo que me atrae es ser uno de los mejores destinos de buceo y snorkel del mundo. A lo largo de muchos años, he visto cómo los desarrollos inmobiliarios, hoteles y áreas comerciales han crecido exponencialmente para dar cabida a la inmensa demanda de los turistas. Sin embargo, con el desarrollo también llega la criminalidad.

Durante años los narcomenudistas han tomado la quinta avenida y otras áreas de la ciudad. El problema ha escalado gradualmente hasta convertirse en una amenaza directa para la economía local.

A partir de 2018, intensificándose del 2020 al 2023, la delincuencia se graduó a la extorsión sistemática de los negocios locales. Por si eso no fuera poco, personajes que se hacen pasar por “empresarios” viven en la ciudad pero a todas luces se dedican abiertamente a actividades ilícitas. Gente en camionetas blindadas, acentos foráneos y gastos extravagantes.

Un caso que ilustra esta realidad me lo compartió directamente un empresario local con quien he acudido varias veces para bucear. Me contó que los últimos años han sido difíciles. “Tuve que hacerme pequeño y ahora pasar desapercibido”, me dijo con un tono de preocupación. “Me vinieron a pedir piso y acabé por cerrar varios de mis locales”, añadió.

Grupos de delincuentes que se hacen pasar por miembros de cárteles de la droga extorsionan hasta a los vendedores callejeros. El empresario tenía varios locales pero tuvo que irlos cerrando ante el azote de las cuotas semanales. En algunos locales, los delincuentes incluso ordenaban al dueño contratar a uno de sus miembros como empleados.

En plena pandemia, estos mismos delincuentes le dijeron que entendían la situación pero por ello le “ofrecían” ser dueños de la mitad del negocio. “Yo tenía que poner todos los costos y sacarlos de mi cincuenta por ciento; ellos se quedaban el otro cincuenta sin trabajar”, me dijo.

Lo que sucede en Playa del Carmen no es un caso aislado, sino una muestra de un mal que se vive a nivel nacional. La delincuencia está tomando el control de la economía formal en destinos turísticos como Playa del Carmen y hasta en el corazón político y económico de México, la Ciudad de México. En un reciente artículo de la agencia AP, la reportera Fabiola Sánchez entrevistó a dueños de negocios que han sido extorsionados en la capital. Al igual que mi contacto en Playa del Carmen, ellos tuvieron que cerrar sus negocios.

De acuerdo con la Confederación Patronal de la República Mexicana, cada día son víctimas de este delito 32 personas, sumando pérdidas económicas por 26 mil millones de pesos.

El resultado es devastador: además de las trabas legales de las autoridades municipales, la compañía de luz, los impuestos y otros malabares administrativos, ahora la economía formal debe reportarle a la delincuencia.

La situación exige una respuesta integral: mayor coordinación entre autoridades federales, estatales y municipales, un sistema judicial que procese efectivamente estos delitos, y una estrategia de inteligencia financiera que desarticule las redes de extorsión.

Sin esto, Playa del Carmen seguirá el camino de Acapulco: de paraíso turístico a territorio controlado por el crimen. Tendrá que hacerse pequeño.

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