Guía básica sobre inversiones (Parte 4 de 4)
En la última parte de esta guía quiero hablar sobre cómo construir un portafolio diversificado de manera inteligente. Es decir, aquél que, dada nuestra tolerancia al riesgo, logre maximizar el rendimiento potencial.
Para ello, quiero recordar lo que he escrito en este espacio. En realidad hay sólo tres maneras de invertir nuestro dinero:
Prestar nuestro dinero a alguien más a cambio de recibir un interés. Los instrumentos de deuda que emiten gobiernos o empresas corresponden a este rubro, entre varias otras opciones.
Poner o invertir en un negocio –esto incluye comprar y poseer acciones de empresas que cotizan en bolsa así como bienes raíces (tener una propiedad y rentarla es, en esencia un negocio, aunque a los bienes raíces en ocasiones se les ve como una clase de activo distinto por su naturaleza y porque se desempeñan de otra manera dependiendo del ciclo económico).
Poseer activos que tengan un potencial de proteger nuestro poder adquisitivo y/o que a la larga puedan apreciarse (y que tengan poca correlación con los dos anteriores). Por ejemplo el oro y diversos metales, las obras de arte, commodities, criptomonedas.
Estas tres grandes clases de activos no se mueven igual en periodos de crecimiento o de recesión. A veces, cuando el precio de las acciones cae, los metales preciosos se aprecian, aunque no siempre. De hecho hay épocas en las que distintas clases de activos se muevan en la misma dirección, aunque con diferente magnitud.
Entonces, antes de pensar en instrumentos específicos (por ejemplo qué acciones comprar) o en lugares dónde invertir, uno tiene que ver qué proporción de estos instrumentos sería la adecuada dados sus objetivos y tolerancia al riesgo.
Por ejemplo, en Estados Unidos un portafolio por excelencia, muy común, es el llamado “portafolio balanceado”. Contiene 60% acciones y 40% bonos de mediano y largo plazos (en ambos casos se habla de acciones y bonos de ese país). Históricamente, un portafolio así de sencillo ha logrado rendimientos destacados en dólares, con un nivel de riesgo aceptable. Se puede replicar en México de manera muy eficiente (a costos muy bajos) comprando ETFs en una casa de bolsa en línea que sólo cobre una comisión por compra venta (y no cuotas de información en línea, de custodia, manejo, administración o gestión del portafolio).
Sin embargo, también se ha demostrado que la inversión en activos globales (es decir, no nada más Estados Unidos sino incorporar acciones de Europa, Asia Desarrollada y Mercados Emergentes) puede potenciar el rendimiento (además disminuir un poco el riesgo a largo plazo). No sólo en acciones sino en instrumentos de deuda también. Eso brinda cierta cobertura y exposición a monedas distintas.
En ciertos casos (no en todos), el uso de otros activos que tienen un potencial de apreciación pero son más especulativos, como el oro, el arte o los activos virtuales, pueden ayudar también a reducir el riesgo, por su baja correlación con los activos de las demás clases. Aunque hay que estar atentos, porque la correlación es dinámica y va cambiando con el tiempo.
Ahora bien ¿Cómo empezar? ¿Cómo encontrar la combinación más adecuada para mi caso particular?
No es tan difícil. Muchos expertos (ganadores de Premio Nobel) han publicado sus portafolios de inversión en los distintos libros que han escrito. Están a la vista de todos y representan una buena referencia para construir el propio. Hay muchos sitios web que los recopilan junto con métricas de riesgo y rendimiento esperado.
Además existen herramientas gratuitas que nos permiten hacer un backtesting de nuestro propio portafolio e incluso compararlos con otros de manera numérica y también gráfica. Esto nos permite saber cómo se han desempeñado en el pasado, con qué volatilidad y cuál ha sido su máxima caída histórica en tiempos de crisis.
No hay que olvidar, sin embargo, que los datos históricos y estadísticos son sólo un marco de referencia. Las métricas de riesgo y rendimiento esperado parten de ellos. Nos ayudan a saber qué podemos esperar, pero no son garantía alguna de que el comportamiento se repetirá en el futuro.
A pesar de ello, dicen los expertos que la historia si bien no se repite, sí suele rimar. Los mercados financieros se mueven con un ritmo, con una cadencia, con ciclos que suelen volver (aunque con duración y características distintas).