Guía básica sobre inversiones (Parte 3 de 4)
Toca el turno de hablar de metas a mediano (entre 5 y 10 años) y largo plazo (más de 10 años). En estos horizontes de inversión nuestro abanico de opciones se abre de manera importante. Por eso a veces invertir parece complicado, porque hay muchísimas opciones (no se trata de escoger una, sino de combinar). Eso es lo que parece complicado, aunque en realidad no lo es tanto cuando uno tiene las ideas y los conceptos claros.
Lo más importante en inversiones –aún más que el rendimiento, es el riesgo. Ese es el primer aspecto que hay que cuidar y es lo que la mayoría de la gente olvida. Porque en toda inversión, aun las que consideramos “seguras”, hay un riesgo asociado que debemos conocer y aprender a manejar.
Debemos entender que todos, absolutamente todos los instrumentos financieros en los que podemos invertir, se cotizan en el mercado. Su precio cambia no sólo cada día, sino incluso segundo a segundo. En ocasiones la variación es muy poca (por ejemplo el fondeo a un día o los Cetes a 28 días), pero en otras puede ser brusca (como los bonos a 30 años, las acciones o el oro).
Cuando hacemos un portafolio y combinamos varios instrumentos, su valor también tiene fluctuaciones, que pueden ser grandes o pequeñas. Esa volatilidad en el valor es lo que se conoce como riesgo.
Cada persona tiene un nivel de tolerancia al riesgo diferente. Hay gente que se pone muy nerviosa si ve una baja de 10% en el valor de su portafolio, aunque esto es muy común. Hay personas que pueden asumir sin problemas una minusvalía temporal de 35% de su portafolio, porque saben que a veces, cuando parece que el mundo se está viniendo abajo (como en épocas de “crisis financieras” o “pandemias”), en un horizonte amplio de inversión, esas caídas en realidad se ven como pequeños baches en el camino.
La tolerancia al riesgo es algo dinámico. Evoluciona. Una persona conservadora, cuando tiene experiencia en inversiones y sabe bien qué esperar, suele volverse más aventurada. Otra con un perfil agresivo, cuando está cerca de su meta, suele volverse más conservadora –ya no está en modo de crear patrimonio sino de preservarlo. Su necesidad y la manera como aborda su inversión ha cambiado.
La idea detrás de la creación de un portafolio de inversión es buscar una combinación ideal de instrumentos cuya volatilidad no sea mayor a la que podemos tolerar (cuidar el riesgo), pero que a la vez pueda maximizar el rendimiento potencial.
Ahora bien, aún en el escenario más conservador, en un portafolio de mediano y largo plazos es importante tener un porcentaje de nuestros recursos invertidos en el mercado accionario, no nada más en instrumentos de deuda. ¿Por qué?
Porque el rendimiento esperado de estos últimos es muy pequeño en términos reales. En muchos países es incluso negativo (en Europa, los bonos gubernamentales y de empresas sólidas, llevan años pagando mucho menos que la inflación). En cambio, los principales índices accionarios han ofrecido históricamente un crecimiento entre 5 y 7% anual arriba de la inflación.
Además, es importante pensar de manera global y no sólo local. El mercado mexicano es muy pequeño, pero además, las empresas más importantes, la que están cambiando al mundo, se encuentran en su mayoría en otros países. Pensemos en Apple, en Alphabet (Google), en Tesla, en Nvidia: si invertimos a largo plazo vale mucho la pena tener una exposición global.
Pero también –y esto a veces se olvida– en un portafolio de largo plazo es importante la liquidez: no nada más ayuda a disminuir el riesgo sino también nos ayuda a aprovechar oportunidades, particularmente porque la economía se mueve en ciclos y en ocasiones tener efectivo disponible se vuelve muy importante.
En la cuarta y última entrega de esta serie hablaremos un poco más sobre las diferentes clases de activos que pueden ser parte de un portafolio y sobre cómo podemos construir el nuestro.