Guerra o genocidio
La utilización indiscriminada de conceptos termina por convertirse en propaganda que sirve para reforzar ideas preestablecidas y prejuicios que a su vez se convierten en acciones contra individuos y grupos sociales afectados por los discursos de odio y satanización. Y es esto lo que hemos vivido desde el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 en relación con el derecho del pueblo judío a contar con un Estado propio en el Medio Oriente.
Así se pasó de la condena casi total de la comunidad internacional hacia Hamas, a las acusaciones de genocidio y utilización de los alimentos como armas de guerra contra los palestinos de Gaza. La simpatía inicial hacia Israel se transformó en una estrategia exitosa de exacerbación del discurso antisemita a través de los medios de comunicación y redes sociales, que culminaron con agresiones hacia la población judía en diversas partes del mundo.
Y esto va más allá de crítica legítima sobre Netanyahu y su gobierno de extremistas y autoritarios. Se trata específicamente de justificar la masacre de judíos el 7 de octubre en nombre de la “ocupación”, o en favor de una “Palestina libre desde el Río hasta el Mar”, lo que implica indispensablemente la destrucción de Israel como Estado judío y su sustitución por otro de carácter islámico fundamentalista.
Una vez acordado el cese de fuego y la entrega de los rehenes en poder de Hamas a cambio de terroristas en cárceles israelíes, los alimentos reaparecieron en las calles de Gaza y la gran mayoría de los gazatíes intentan retornar a sus hogares destruidos durante dos años de guerra. Por supuesto que muchos inocentes murieron por las acciones del ejército israelí. La intención era combatir a Hamas y liberar a los secuestrados, no exterminar al pueblo palestino como sí lo hizo el grupo fundamentalista con todo habitante que tuvo enfrente dentro del territorio israelí en octubre del 2023.
La única salida razonable hoy es la de encontrar una forma de convivencia entre israelíes y palestinos en esa región. Los extremistas de ambos bandos están dispuestos a mantener una guerra eterna y a exaltar la muerte por encima de la vida. Los herederos de Sinuar el palestino y Ben Gvir el israelí están
convencidos que esto es imposible y que la muerte del otro es la única opción para garantizar su existencia.
Falta esperar que el proceso de pacificación lleve a un diálogo entre el Occidente hoy lleno de prejuicios y culpas, y el mundo musulmán reacio a aceptar no únicamente a Israel como realidad indestructible, sino a la cultura del pluralismo todavía presente en este lado del mundo.