Gaza, entre la promesa de reconstrucción y el riesgo de una gobernanza impuesta

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El pasado 8 de octubre se anunció un alto al fuego en Gaza y, con ello, se estableció una pausa, que ya era inexcusable ante la devastación ocasionada por el conflicto armado que comenzó dos años atrás. Pero, transformar ahora esta tregua, frágil e incierta, en una paz durable y constructiva, no será tarea fácil. De entrada, se requiere del cumplimiento estricto del alto al fuego por ambas partes y, acto seguido, proceder al desarme absoluto de Hamás y a la retirada del Ejército israelí de toda la franja. Se trata, evidentemente, de procesos difíciles de operar por sí mismos, y en tanto no logren acordar quién y cómo van a gobernar ese territorio, podrían comenzar a empantanarse.

El grupo terrorista Hamás, que ha controlado Gaza en los últimos 20 años, se ha fragmentado y carece de liderazgo, pero no parece estar dispuesto a proceder al desarme total y desaparecer de la vida política. Israel y Estados Unidos tampoco están dispuestos a integrar la franja de Gaza con la Autoridad Palestina, revitalizando así la solución de dos estados contemplada por la partición de la ONU en 1947 y por los acuerdos de Oslo en los 90. Finalmente, tampoco está claro si los grupos políticos radicales dentro de Israel, cederán en su intento de ocupar definitivamente la franja y ampliar los asentamientos de colonos judíos. Pues bien, para sortear este convulso proceso de transición, el acuerdo de paz de 20 puntos, impulsado por Donald Trump propone la creación de dos instancias de gobernanza: una civil, llamada Comité Tecnocrático (integrado por palestinos apolíticos, según los propios términos del acuerdo) y una militar, llamada Fuerza Internacional de Estabilización (integrada por fuerzas militares de varios países, idealmente árabes). Según los expertos, esta fuerza de estabilización será fundamental para crear un entono estable. Sin ella, el conflicto continuará escindido en dos frentes, uno, entre Hamás e Israel y otro entre Hamás y las milicias que se han desprendido de la fractura del grupo. Estados Unidos no enviará soldados, pero insiste en que los países árabes aporten contingentes para mitigar cualquier resistencia local. Pocos países hasta ahora han mostrado interés (Egipto e Indonesia por lo pronto), lo que deja en claro que los gobiernos aludidos no desean que sus soldados queden atrapados entre fuego cruzado y, esperan garantías de ambos bandos combatientes, en el sentido de que si despliegan sus tropas es porque existe, al menos, una paz que mantener . Si miramos en la historia, podemos observar que las administraciones de transición internacional no son inéditas y, aunque polémicas, encontramos algunos casos que han sido exitosos. La Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo (UNMIK, 1999) y la Administración de Transición de las Naciones Unidas para Timor Oriental (UNTAET 1999-2002), son ejemplos interesantes de administración civil efectiva, respaldadas por la comunidad internacional, que incluyeron el desempeño de la autoridad legislativa, ejecutiva y judicial en la figura de un representante especial del Secretario General de la ONU, quien asumió el poder de una manera más-menos neutral. Durante sus gestiones que fueron de apenas pocos años, contribuyeron a reconstruir instituciones fundamentales de gobierno colapsadas por años de conflicto armado y, al retirarse, entregaron el poder a la población local, consagrando el derecho de autoderminación. En este punto, la propuesta del plan de paz para Gaza es diferente. El gobierno tecnocrático encargado de la administración civil y dispuesto hasta que se celebren elecciones, estará tutelado por una Junta de Paz Internacional, presidida por el propio Trump y por figuras como el exprimer ministro británico Tony Blair. La Junta de Paz tomará decisiones sobre el control del territorio y la fecha de término. No contempla la participación de las Naciones Unidas, como instancia multinacional, y no hay claridad todavía sobre lo que sucederá después, cuando abandonen la franja. Hoy en día es poco realista pensar que podrían incorporar a la Administración Palestina en cualquier entramado gubernamental posterior, tal como sugieren diversos países europeos.

En estas condiciones, la administración de transición fuertemente tutelada por los Estados Unidos abre un serio cuestionamiento en materia de legitimidad y la posiciona como una nueva forma de intervención neocolonial. Si esta percepción de mantiene, se reducen los incentivos para proseguir con el acuerdo pactado y empantanar los procesos fundamentales. A la larga, se estará postergando, una vez más, la búsqueda de una solución definitiva para este largo y enconado conflicto. ___________ Nota del editor: Laura Zamudio González es profesora e investigadora del Departamento de Estudios Internacionales (DEI) de la Universidad Iberoamericana (UIA), actualmente es titular de la Dirección de Formación y Gestión de lo Académico en la UIA. Escríbele a laura.zamudio@ibero.mx Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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