Gabriela Muñoz: del arte plumario a la joyería sagrada

Hablar con Gabriela Muñoz es entrar en un universo donde la joyería no es solo un accesorio, sino un puente entre lo humano y lo sagrado.
Desde hace más de quince años ha transitado por este camino creativo, pero fue en Tulum donde dio un giro definitivo.
“Estar rodeada de la naturaleza, de las ruinas arqueológicas y de esa estética que vibra en el ambiente transformó mi forma de crear”, me cuenta.
De todas las culturas que inspiran sus diseños, la maya es la que más la seduce. Y no es difícil imaginar por qué: los tocados de plumas que portaban los gobernantes, las pirámides imponentes y los símbolos ceremoniales que hablaban de conexión espiritual.

Arte plumario de Gabriela Muñoz.
Su mirada brilla al hablar de esto; no se trata de simple inspiración, sino de una forma de habitar el presente con los ecos de lo ancestral.
ZacBe significa “camino blanco iluminado” en maya. Y no es solo un nombre bonito.
Gabriela lo vive como una metáfora de su propio trayecto: dejar la Ciudad de México para llegar a Tulum, conectar con un público que encontró en sus piezas algo más que joyería, algo atemporal, vibrante, elegante y —como ella misma dice— futurista.
La joyera recuerda sus primeros pasos cuando intentó aprender del arte plumario y se encontró con puertas cerradas. Nadie quería compartir su conocimiento, así que tuvo que lanzarse sola, con prueba y error, hasta volverse autodidacta.
Hoy, al hablar de sus retos, reconoce que el más grande ha sido mantenerse fiel a su estilo, sin caer en modas, y al mismo tiempo construir un equipo sólido con artesanos que compartan su visión.
“Quiero que ellos también crezcan, que sus familias progresen junto con este proyecto”, me dice con determinación.
Hay piezas que guardan historias especiales. Una de sus favoritas son los aretes Greca, inspirados en su visita a la pirámide de Uxmal, en la Ruta Puuc, Yucatán.

Arte plumario de Gabriela Muñoz.
Me cuenta fascinada cómo esa pirámide, cargada de simbolismo de nacimiento y renacimiento, le abrió la puerta a un mundo místico que se tradujo en formas y símbolos. En un mundo donde la moda cambia de un día para otro, Gabriela defiende la atemporalidad: diseños que beben de la geometría sagrada, de los ciclos del sol, la luna y las estrellas.
“Lo ancestral conecta lo humano con lo sagrado”, afirma. Y lo dice con la serenidad de quien sabe que su obra no depende de tendencias, sino de un hilo invisible que une pasado, presente y futuro.
Le pregunto qué consejo daría a las nuevas diseñadoras, y su respuesta tiene la claridad de alguien que recorrió un camino difícil: “Que encuentren su propio estilo, que no sigan las tendencias, que sean fieles a su esencia”.
Cada joya suya no es solo un objeto, es un recordatorio de que el verdadero lujo está en portar un fragmento de historia, de cosmovisión y de naturaleza.
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