Francisco, “un constructor de puentes en tiempos de muros”: Jesuitas

El papa Francisco, líder de la Iglesia católica, falleció este lunes 21 de abril a los 88 años en la residencia de Santa Marta, en Roma, debido a un derrame cerebral derivado de la neumomía bilateral que lo mantuvo hospitalizado más de un mes en el hospital Gemelli.

“Con profunda tristeza debo anunciar la muerte de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el obispo de Roma regresó a la casa del Padre”, leyó el cardenal camarlengo, Kevin Farrell.

El Habemus papam de 2013, que reveló al sucesor de Benedicto XVI, no fue un anuncio como los que se repitieron 60 veces desde el siglo XV, se trataba de un cardenal de la periferia, Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires (Argentina), el primer papa jesuita en la historia y el primero nacido fuera de Europa en más de 1,200 años; para colmo, había decidido como ningún papa antes llamarse Francisco, en alusión al santo de Asís y, como aquel, sentía un llamado divino a “reparar” la Iglesia”, y se propuso arrebatársela a los rigoristas y devolverla a la comunidad cristiana, acercarla a la gente, incluir a todos los excluidos y restaurar la relación con los fieles desde una perspectiva de misericordia. Eso marcó los doce años de su pontificado.

La Compañía de Jesús en México (Jesuitas), orden religiosa a la que perteneció desde 1958, publicó sus condolencias por el deceso del papa y reconoció “su testimonio de sencillez, cercanía con los más pobres, defensa de la casa común y construcción de puentes en tiempos de muros”.

“Como jesuita e hijo de (san) Ignacio, vivió con radicalidad el llamado a “en todo amar y servir”, añade la publicación en Facebook.

“El papa Francisco significó, no sólo para la Iglesia sino para todo el mundo, un viento fresco, renovador, que animó a mucha gente que se había apartado no sólo de la Iglesia sino de cualquier práctica o reconocimiento de nuestra fe”, esboza el jesuita Sergio Cobo, misionero en la región de la Huasteca y asesor del proyecto de Radio Cultural Huayacocotla, en la Sierra Norte de Veracruz.

El sacerdote resume en tres aspectos el pontificado de Francisco: “Primero fue un papa que abrió la Iglesia a los jóvenes; se dejó entrevistar y cuestionar por ellos, y terminó diciendo ‘yo aprendo mucho de ellos’; ningún papa y ningún cura se atreve a abrirse a ese custionamiento en un verdadero diálogo; también se abrió al diálogo con otras religiones para buscar la paz, y condenó estas guerras absurdas y criminales que ahora usan a Dios para matarse, es una blasfemia; y un tercer aspecto, en la encíclica Laudato si’, él hace un planteamiento integrador sobre el pecado social y el pecado ecológico, que es el pecado contra la Tierra, un abuso depredador contra la creación y la nauraleza”.

Contemplativo en la acción

Francisco era un hombre de Dios con los pies bien plantados en la tierra, quiero decir cercano a los dolores y problemas de la gente común. “Contemplativo en la acción”, dice la regla ignaciana. Así lo recuerda otro jesuita, Pedro Reyes Linares, quien comparte con El Economista el encuentro que tuvo el papa con jesuitas mexicanos durante su visita al país en 2016 y del cual él tomó parte. “Me impresionó mucho ver la claridad y la lucidez que tenía para reconocer estas situaciones (de dolor y de violencia) en el país y cómo las relacionaba con otras situaciones que se repetían en el mundo”.

En particular, Pedro Reyes, quien ha trabajado en pastoral laboral y concretamente muy cerca de las familias de los mineros que murieron en Pasta de Conchos, Coahuila, comenta un “momento muy emotivo” para él en el que el papa Francisco, al final de la reunión referida, envió un saludo y una bendición a las familias de los obreros. “El papa se detuvo un momento, me miró con mucha ternura y me dijo: ‘diles que les bendigo, que sigan adelante’, y me pidió que le contará más de la situación, y a mí me dijo que siguiera haciendo lo que estaba haciendo”, detalla el religioso.

Como un signo distintivo de su pontificado, Pedro Reyes opina que el papa Francisco se sintió profundamente amado por Dios, “como todo jesuita, creo que él se asumió como un pecador mirado con misericordia y llamado a la conversión, y ese proceso de sentir la mirada de Dios es el que lo lleva a preocuparse por los demás, por las injusticias y las desigualdades, y a ser compasivo con las personas excluidas y discriminadas, y creo que una de las cosas que Francisco vino a poner en el centro es el valor de la palabra ‘hermanos’, porque ser hermanos es lo que hace que el mundo cambie”, expone.

Tras su elección en 2013, a Francisco lo veían como un papa de transición, pero llegó con fuerza, con coraje espiritual y con claridad para restaurar una iglesia lastrada por muchos males escándalos de abuso sexual, corrupción financiera, tentada a cerrarse cada vez más en el ritualismo aunque se vaciaran los templos.

Entre sus frentes de batalla más mediáticos destacan la defensa de la Naturaleza y la condena del pecado ecológico; los continuos llamamientos contra la violencia de género y el papel que le reconoció a las mujeres al interior de la Iglesia, incluso en altas responsabilidades de gobierno antes reservadas a los varones; la admisión en la comunión eclesial de las personas divorciadas y las personas de la comunidad LGBTQ+; la condena y tolerancia cero de los abusos sexuales contra menores; la defensa de las personas migrantes y su llamado a los líderes a no criminalizarlas; y en general, su clamor constante por la inclusión y la compasión.

También la construcción y preservación de la paz tuvo un lugar especial en el corazón del papa, al punto de arrodillarse en 2019 ante los líderes políticos de Sudán del Sur y besar sus pies rogándoles que pararan la guerra; y su último discurso, el Domingo de Resurreccción, apenas horas antes de su deceso, fue un legado condenatorio contra las guerras actuales en Rusia, Ucrania, Israel y Gaza.

“Nos hará falta su voz de compasión, inclusión y misericordia, en estos tiempos en que se alzan otras voces exigiendo crueldad y condena, pero quedan nuestras voces y nuestra oración para pedir a Dios que quien lo suceda nos una en esa voz que pide compasión, que pide justicia y nos llene de esperanza”, concluye el jesuita Pedro Reyes.

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