Formas de poder, el fondo de siempre

Si algo se le puede agradecer al senador de Morena, Gerardo Fernández Noroña, es que mostró, dentro y fuera de su partido, cómo se puede hacer un enorme daño político con esas actitudes impropias de un presidente del Senado de la República.

Evidenció una vena autoritaria que está presente en el régimen, pero soterrado en el discurso y mostró un cinismo que incomodó sobre todo a los suyos.

Gracias al extremo que alcanzó ese legislador se pudo consumar, no solo el relevo de una mujer de su propio partido para la presidencia del Senado, sino respetar los acuerdos políticos que llevaron a Kenia López a la presidencia de la Cámara de Diputados.

Este será un cambio de forma notorio, ni el partido oficial ni la oposición quieren volver a pasar por un Noroña en el Congreso, y seguramente veremos hasta fotografías de la panista López Rabadán con la presidenta Claudia Sheinbaum.

Serán formas diferentes, pero el fondo será el mismo. Todo aquello que la casa presidencial quiera que se apruebe por una mayoría calificada habrá de transitar sin objeción de nadie.

El fondo del mayoriteo del oficialismo no cambia en nada porque sean mujeres de partidos políticos disímbolos las que encabecen una parte del poder Legislativo y el poder Ejecutivo.

Donde sí se pueden marcar cambios de fondo es en la relación entre México y Estados Unidos después de la visita del secretario de Estado Marco Rubio a la casa presidencial.

Ahí la forma es la misma, un funcionario del gobierno de Estados Unidos con acceso directo a la Presidenta para una reunión “de entendimiento”, con resultados expresados en los términos más diplomáticos por los dos gobiernos.

Pero el futuro de la relación entre ambos países pasa sin lugar a duda por los planteamientos traídos por el secretario de Estados de Estados Unidos.

En la forma, se puede negar que asuntos como narcotráfico o migración puedan condicionar algo tan diferente como la relación comercial. En el fondo, todo es parte de un mismo paquete bajo la visión de Donald Trump.

Ya tuvo tiempo el gobierno republicano de entender que la relación comercial con México, y también con Canadá, resulta fundamental para enfrentar con éxito al bloque oriental que ahora mismo se forma con China a la cabeza.

Pero en las formas de Trump puede tirar todo a la basura si no obtiene sus objetivos paralelos en su relación con México.

Al régimen mexicano, que vive con el cuestionamiento de sus alcances autoritarios, le conviene mostrar formas de convivencia política interna mucho más civilizadas que las que mostró López Obrador y sin duda Fernández Noroña, aunque en el fondo nada cambie.

Las formas más civilizadas que se puedan descubrir ahora en la política mexicana difícilmente van a conducir a llegar a acuerdos diferentes al plan preestablecido de la autollamada Cuarta Transformación, pero relajar el ambiente ayuda.

Sin embargo, en la relación con Estados Unidos, lo subyacente es conseguir resultados que satisfagan la agenda de La Casa Blanca en temas como la lucha contra el tráfico de fentanilo y mantener el control migratorio, para que esto facilite dar forma a un acuerdo comercial, revisado o renegociado, que devuelva la estabilidad a la economía mexicana.

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