Estados Unidos lamentará la guerra comercial de Trump contra India

HYDERABAD – Los aranceles del 50% que el presidente estadounidense, Donald Trump, impuso a las importaciones de productos indios en agosto pueden causarle un problema a corto plazo a India, pero lo más probable es que le causen más daños a largo plazo a Estados Unidos. Al debilitar a un socio estratégico clave, alimentar la inflación y acelerar un alejamiento del dólar, Trump corre el riesgo de debilitar la influencia económica de Estados Unidos y la estrategia indopacífica que tanto los presidentes republicanos como demócratas han adoptado como protección contra China.

Es comprensible que los indios hayan respondido al arancel con enfado y angustia, en parte por su severidad, pero también porque se sienten señalados. Trump añadió un 25% adicional como penalización por comprar petróleo ruso a precios reducidos y así “financiar” la guerra de Rusia en Ucrania -un destino que China y la Unión Europea han evitado, a pesar de seguir dependiendo de las importaciones energéticas rusas.

Como resultado de ello, la economía india se resentirá a corto plazo. Estados Unidos es el mayor socio comercial de India: representa el 20% de las exportaciones y más del 2% del PIB. Incluso con exenciones para productos farmacéuticos y electrónicos, alrededor de dos tercios de los bienes enviados a Estados Unidos ahora están sujetos a un arancel del 50%. Se prevé que los textiles, el camarón, los diamantes y las autopartes -sectores con uso intensivo de mano de obra y concentrados en localidades pequeñas- se encuentren entre los más afectados. La pérdida de puestos de trabajo hará aún más difícil que los jóvenes indios encuentren un empleo productivo.

Los analistas estiman que los aranceles estadounidenses reducirán el crecimiento del PIB indio entre 30 y 80 puntos básicos. Esto se produce en un momento en que la economía india ha sido un punto brillante excepcional a nivel global, creciendo a una tasa promedio anual superior al 6% en las últimas décadas, a pesar de la debilidad del comercio. Estados Unidos ha sido fundamental en esta historia, como mercado de bienes y servicios y como fuente de inversión y tecnología. Al mismo tiempo, las empresas estadounidenses han llegado a depender de la base de proveedores competitiva de India. Los aranceles de Trump amenazan con perturbar esta relación simbiótica.

En última instancia, el aumento de los aranceles sobre los productos indios que son vitales para las cadenas de suministro estadounidenses -desde el cuero hasta la ingeniería de precisión- elevará los costos y los precios para los productores y consumidores estadounidenses. Dado que el regreso de Trump a la Casa Blanca estuvo alimentado en parte por la ira de los votantes por la inflación durante la presidencia de Joe Biden, es probable que esa política sea contraproducente. Las presiones sobre los precios inducidas por los aranceles podrían erosionar el capital político de Trump.

Igual de miope es la penalización por las compras de petróleo ruso. Las importaciones indias de crudo ruso con descuento han moderado los precios globales del petróleo, beneficiando indirectamente a las economías occidentales. El cese repentino de estas compras probablemente desencadenaría picos de precios que la OPEP y los productores estadounidenses de esquisto no podrían compensar rápidamente. El aumento de los costos energéticos se propagaría por las cadenas de suministro, disparando la inflación en todo el mundo -incluido Estados Unidos-, lo que socavaría aún más la agenda económica de Trump.

La ira de la administración Trump por el déficit comercial bilateral de Estados Unidos con India ignora beneficios más generales. Si se tienen en cuenta los ingresos por inversiones, las ventas de defensa, las regalías y los servicios educativos, la balanza se inclina hacia Estados Unidos. Los estudiantes indios -actualmente el mayor grupo de estudiantes extranjeros en Estados Unidos- aportan miles de millones de dólares anuales a la economía estadounidense.

Asimismo, las empresas tecnológicas estadounidenses dependen de la afluencia constante de talento indio, mientras que India se ha convertido en un eje neurálgico para los centros de capacidad global de las multinacionales, que impulsan las ganancias corporativas al brindar soporte informático, diseño, contabilidad, servicio al cliente y otras funciones a bajo costo. Los aranceles amenazan con desestabilizar este ecosistema interdependiente.

Tal vez lo más importante sea que perder el acceso a la creciente clase media india, un mercado de consumo de rápido crecimiento que, según estimaciones, superará los 800 millones de personas para 2030, será costoso para Estados Unidos a largo plazo.

Por último, un distanciamiento de India con aranceles elevados conlleva profundos riesgos geopolíticos. Durante dos décadas, las sucesivas administraciones estadounidenses han promovido a India como contrapeso estratégico a China a través de iniciativas como el Quad, un mayor intercambio de inteligencia y la promoción del rol de India en la diversificación de la cadena de suministro.

Estos avances, conseguidos con tanto esfuerzo, ahora están en peligro. En la reciente cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái, el primer ministro indio, Narendra Modi, se reunió con el presidente ruso, Vladimir Putin (que tiene previsto visitar Nueva Delhi a finales de este año), y con el presidente chino, Xi Jinping, lo que demuestra el compromiso de India con un alineamiento múltiple. Que India se acerque a China es precisamente lo contrario de lo que Estados Unidos esperaba conseguir con su estrategia indopacífica. Como advirtió recientemente la exembajadora estadounidense ante las Naciones Unidas Nikki Haley: “Para enfrentarse a China, Estados Unidos debe tener un amigo en India”.

Mientras tanto, los cinco primeros integrantes del BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- están empezando a alinearse en torno a una misión compartida de combatir la hegemonía estadounidense. Las políticas de mano dura de Trump, incluidos los aranceles, han hecho que se intensifiquen los esfuerzos para desarrollar sistemas de pago alternativos y otros acuerdos que eviten el dólar y permitan el comercio en monedas locales.

Incluso un avance parcial en este frente podría tener un impacto trascendental. La condición del dólar como moneda de reserva mundial confiere a Estados Unidos la capacidad de endeudarse a bajo costo y sancionar con total libertad. Al instrumentalizar los aranceles y enemistarse con las potencias emergentes, Estados Unidos corre el riesgo de acelerar la desdolarización y debilitar su control sobre el comercio y los flujos de capital globales.

Para India, los aranceles de Trump deben afrontarse diversificando los mercados de exportación y reforzando la industria nacional. Las reformas necesarias pueden ser dolorosas, pero ayudarán a India a lograr una mayor autosuficiencia, fortalecer los lazos comerciales asiáticos y ampliar las asociaciones en Europa y África.

Sin embargo, a Estados Unidos le resultará mucho más difícil restablecer la confianza con India. A diferencia de las economías más pequeñas, a las que se puede presionar para que hagan concesiones sin consecuencias geopolíticas, India tiene una población de 1,460 millones de habitantes y aspira a ser una gran potencia en un mundo multipolar. Es poco probable que los aranceles punitivos de Trump pasen al olvido pronto.

Tampoco los olvidarán los norteamericanos. Los aranceles que Trump le impuso a India pueden proporcionar beneficios políticos, pero socavan los intereses estadounidenses a largo plazo al distanciarse de un socio comercial en ascenso, fomentar alternativas al dólar, alterar las cadenas de suministro y poner en peligro el acceso a un mercado crítico. India se adaptará y resurgirá con más fuerza, pero lo más probable es que Estados Unidos se dé cuenta de que ha desaprovechado una asociación fundamental para el avance de sus intereses económicos y geopolíticos.

El autor

Duvvuri Subbarao fue gobernador del Banco de la Reserva de India (2008-13).

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