El vino premium conquista México: consumo bajo, pero gasto alto…

El vino premium conquista México: consumo bajo, pero gasto alto…

En un momento en el que el mundo bebe menos vino en volumen pero paga más por él, México se ha convertido en uno de los mercados más atractivos para las bodegas internacionales que buscan crecer en valor. El consumo nacional sigue siendo bajo —apenas 1.3 litros per cápita al año frente a los más de 20 litros en países europeos—, pero la tendencia apunta a la premiumización: menos botellas, mayor ticket.

Según estimaciones de la industria, el mercado mexicano del vino alcanzó los 4,380 millones de dólares en 2024 y crecerá hasta 6,660 millones en 2030, con una tasa anual de 7.5%. En este dinamismo, las etiquetas de segmento premium y superior concentran el crecimiento. Mientras que en el mundo los vinos baratos pierden presencia, en México el precio promedio de importación ya supera los 4.40 dólares por litro, un salto que refleja la preferencia por mejores botellas.

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La apuesta de Argentina: La Celia llega a México

La tendencia no pasa desapercibida para los productores sudamericanos. Andrea Ferreyra, enóloga de Bodega La Celia, explica que México es hoy un destino estratégico:

“México es el quinto destino de exportaciones de los vinos de Argentina. La Celia aún no estaba presente en este mercado y, teniendo un país con una cultura gastronómica tan rica y una historia impresionante, para nosotros representa todo un desafío. Ya hemos tenido éxito en Argentina y en otros mercados, y nuestra intención es repetirlo en México de la mano de Unique Wines”, señaló en entrevista con El Economista.

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La bodega mendocina, con más de 130 años de historia, trae inicialmente tres de sus cinco líneas, con la intención de incorporar una cuarta en los próximos meses. El primer contenedor ya salió rumbo a México y la meta es abrir espacio en cadenas de restaurantes, vinotecas y puntos de venta especializados.

Ferreyra añade que esta expansión refleja una tendencia que también ocurre en Argentina:

“Hoy hay una tendencia a consumir menos volumen, pero de mejor calidad, más premium. En nuestro caso elaboramos cerca de 5 millones de kilos de uva al año, lo que equivale a 3.5 millones de litros de vino. Entre un 70% y 80% se queda en el mercado argentino y alrededor de un 20% lo exportamos al mundo”.

Gastronomía, superpeso y MICHELIN: motores de la premiumización

La llegada de la Guía MICHELIN a México en 2024 transformó la carta de vinos de los restaurantes de alto perfil. Hoy, las listas no solo buscan maridar la cocina mexicana contemporánea, sino proyectar al país como un destino enoturístico y gastronómico de clase mundial. Esto abrió espacio a etiquetas más costosas, que encuentran un escaparate natural en los comedores de Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

A ello se suma el efecto del “superpeso”, que durante 2025 abarató las importaciones y facilitó la entrada de vinos con mayor valor agregado. Importadores y distribuidores han aprovechado la fortaleza de la moneda para ampliar su portafolio con etiquetas que antes eran impensables para el consumidor medio mexicano.

El auge del enoturismo en Baja California también ha jugado un papel central. El Valle de Guadalupe se ha consolidado como destino de lujo y experiencia, educando el paladar de un público joven dispuesto a pagar más por calidad y origen.

El negocio detrás de una copa más cara

El fenómeno no es exclusivo de México. Datos de IWSR muestran que a nivel global el consumo de vino cayó 3.3% en 2024, mientras los precios crecieron hasta 30% desde 2019. Es decir: la industria se sostiene gracias al trade-up hacia gamas premium, superpremium y ultra. En México, esta lógica se replica.

En el retail, los precios promedio permiten clasificar lo premium desde los 250 hasta 500 pesos por botella, lo superpremium entre 500 y 1,000 pesos y las etiquetas de lujo por arriba de 1,000 pesos. No es casual que marcas francesas, italianas, españolas y ahora argentinas estén rediseñando su estrategia para colocar aquí sus gamas más altas, convencidas de que hay consumidores dispuestos a pagarlas.

El reto estará en expandir ese consumo más allá de las élites urbanas. Con un per cápita bajo y un segmento creciente de clase media aspiracional, México tiene el potencial de convertirse en un mercado estratégico para el vino premium, donde las bodegas no solo encuentran compradores, sino un país que se redescubre en cada copa.

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