El último cabo suelto para que Europa se desenganche del gas ruso
En su combate contra la maquinaria de la guerra de Rusia contra Ucrania, la UE empezó a actuar contra al carbón. Poco después fue contra el petróleo. A continuación, la idea para dañar la economía de Moscú, tremendamente dependiente de la exportación de los hidrocarburos, era abordar un veto al gas natural, del que Europa se estaba tratando de desenganchar tras muchos años de dependencia. Pero ahí se quedó: faltaba apetito político para ampliar las acciones sobre su sector energético. Había, también, miedo a una gran crisis de suministro ―quizá más del debido: aunque caro, el gas natural licuado (GNL, el que se mueve por barco) se ha demostrado una solución mucho más sólida de lo que se pensó―. Y el bloqueo persistente de Hungría y Eslovaquia a una decisión que debía tomarse por unanimidad se hizo insalvable durante meses.
