El sabor del humo: La maestra torcedora que llevó el arte del habanoa l mundo
Hay oficios que huelen a tiempo, paciencia y pasión. El de Luisa Cruz Medina, maestra torcedora de habanos, es uno de ellos. Desde 1984 dedica su vida a dar forma al humo más emblemático del Caribe, a torcer hojas con la precisión de quien conoce cada fibra del tabaco y a representar con elegancia el arte cubano en el mundo.
La conocemos durante una demostración en uno de los eventos más importantes para los amantes del humo fino: Habanos Day México 2025, convocado por Ashers México en la Embajada de Cuba en México.
Esa velada, dedicada al buen vivir y al universo del tabaco, reúne a expertos, coleccionistas y aficionados que celebran el arte del habano entre música, coctelería y cultura cubana. Ahí, Luisa Cruz Medina, invitada especial y representante de los torcedores de Cuba, comparte su historia y su maestría ante un público que la escucha con la misma devoción con la que ella enrolla cada hoja.
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Un oficio que se hereda y se honra
En Cuba, los torcedores son considerados artesanos de alto rango: cada habano es una pieza única, moldeada a mano en las galeras, esas salas donde el olor a hoja húmeda y melaza flota entre la lectura de un periódico o una novela con una tradición ancestral mantenida por los “lectores de tabaquería”.
Luisa pertenece al grupo más selecto: los torcedores de novena categoría, el grado máximo dentro del sistema de clasificación cubano. Para llegar ahí se necesita una combinación de técnica, precisión y alma. “Uno comienza con las vitolas básicas, y con el tiempo va subiendo. Cuando demuestras calidad, pasas a categorías más altas. Hasta que llega el examen final, teórico y práctico, para ingresar a la bolsa de torcedores mundial”, explica con orgullo.
Ese examen cambió su vida: la llevó a conocer 17 países de Europa y a convertirse en embajadora del tabaco cubano. “España es el país que más reconoce nuestro trabajo. Es como mi segunda casa”, dice con gratitud. También recuerda con ternura su paso por Andorra y Chipre, lugares donde “la gente vive con educación y respeto, y donde siempre me sentí acogida”.
<!–>Enlace imagenHabanos
Las manos que cuentan historias
El trabajo del torcedor es minucioso: seleccionar hojas, humedecerlas, torcerlas con presión exacta y lograr que cada puro tenga la misma consistencia y tiro perfecto. Pero para Luisa, cada habano es algo más que un producto: es una historia entre las manos.
Actualmente elabora la ligada del Montecristo No. 4, una de las vitolas más clásicas del mundo. “Es la base de todas las demás. De ahí parten las otras mezclas”, cuenta. En una jornada puede hacer entre 150 y 200 piezas, dependiendo del calibre.
Y aunque muchos asocian este oficio con hombres, ella aclara: “Predominamos las mujeres. Somos más detallistas, más constantes. Hay hombres también, pero la mayoría somos mujeres.”
Entre viajes, humo y orgullo
Ser parte de la bolsa de torcedores no solo implica dominar la técnica, sino representar una cultura. Estos maestros viajan al extranjero tres meses al año para hacer demostraciones en ferias, catas o presentaciones, y rara vez repiten destino. “Somos embajadores del habano, pero también de Cuba”, dice Luisa con una sonrisa.
Luisa defiende su arte con convicción: “El habano no se fuma como el cigarro. No es dañino, es placer, es gusto, es adoración. No tiene que ver con un vicio, sino con disfrutar el momento.”
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–><!–>Enlace imagenTorcedora de habanos
Sus recomendaciones son claras: un Cohíba o un Partagás con ron fuerte; un Montecristo con vino tinto. “Depende de la marca y de la fuerza del tabaco”, explica con esa autoridad que solo da la experiencia.
Han pasado más de 40 años desde que comenzó a torcer su primer puro. Y con la serenidad de quien ha recorrido el mundo, Luisa sigue hablando del tabaco como de un ser querido. “El mundo del habano es fantástico. Es un arte que se aprende con amor y respeto por la hoja. Cada puro lleva un pedacito del alma de quien lo torció”.
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