El riesgo oculto de las pantallas en la infancia

Es completamente normal que, en la rutina acelerada de hoy, muchos padres recurramos a las pantallas para entretener a nuestros hijos. En medio del trabajo, las prisas del día a día o buscando simplemente un momento de tranquilidad, solemos entregarles el celular o la tablet con la idea de que estén entretenidos y tranquilos. Lo que parece una solución práctica y necesaria se ha convertido en una práctica cotidiana que, sin darnos cuenta, puede afectar profundamente la salud física, emocional y social de los niños.

Diversos estudios científicos han demostrado que el uso sin control de la tecnología en edades tempranas no es algo inofensivo. El abuso de dispositivos móviles afecta el desarrollo cerebral de los niños, disminuyendo su capacidad de atención, su memoria y sus habilidades sociales. Cada vez es más frecuente ver a pequeños de dos o tres años que pasan largas horas frente a una pantalla. El impacto de esta exposición prolongada ya se está reflejando en el crecimiento de toda una generación.

Uno de los aspectos más preocupantes es el retraso en el desarrollo físico y cognitivo. Los primeros años de vida son esenciales para que los niños aprendan a caminar, hablar y explorar su entorno. Sin embargo, hoy muchos de ellos pasan más tiempo frente a una pantalla que al aire libre. Según un estudio de la Asociación de Pediatría Canadiense, los niños que usan celulares al menos 30 minutos al día tienen un 49% más de riesgo de sufrir retrasos en el lenguaje. Este es un dato que debería alarmarnos.

A esto se suma un problema que está creciendo de forma alarmante, la obesidad infantil. El sedentarismo provocado por el uso excesivo de dispositivos, junto con malos hábitos alimenticios, está contribuyendo a que millones de niños desarrollen obesidad a edades cada vez más tempranas. La Federación Mundial de Obesidad advierte que para el año 2030 más de 250 millones de niños y adolescentes en el mundo podrían padecer esta condición.

Pero no solo se trata de salud física. La exposición prolongada a las pantallas también está asociada con cambios de conducta y dependencia. Cuando los niños y adolescentes utilizan videojuegos, redes sociales o consumen contenido digital, su cerebro libera dopamina, conocida como la hormona de la felicidad. Este químico genera sensaciones de placer y recompensa que el cerebro buscará repetir, lo que puede derivar en conductas adictivas desde etapas tempranas. El uso frecuente de pantallas puede activar los mismos circuitos de recompensa que otras adicciones, lo que incrementa el riesgo de que en la adolescencia busquen otras fuentes más intensas de estimulación, ya sea en la tecnología o en otras conductas de mayor riesgo.

El uso excesivo de pantallas también está afectando el sueño de los niños. Cada vez es más común que los jóvenes duerman menos de lo necesario, lo que impacta directamente en su rendimiento escolar y en su estabilidad emocional. La investigadora Jean Twinge, en su libro iGen, señala que los adolescentes que duermen menos de siete horas diarias tienen un 68% más de riesgo de desarrollar problemas de salud mental. La falta de sueño está estrechamente relacionada con la adicción a los dispositivos móviles.

Frente a este panorama, algunos gobiernos han comenzado a tomar medidas. Un caso destacado es el del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, quien recientemente implementó una política para prohibir el uso de celulares en las escuelas públicas de la entidad. La medida busca reducir las distracciones en el aula, mejorar la convivencia y proteger la salud mental de los estudiantes. Además, el gobierno queretano impulsa campañas de concientización para que las familias también regulen el uso de la tecnología en casa. La acción de Kuri demuestra que, aunque puede ser impopular, es posible tomar decisiones firmes para proteger a la niñez.

La solución no está solo en las políticas públicas, sino en las decisiones que cada familia toma día con día. La tecnología llegó para quedarse y no se trata de eliminarla, sino de aprender a convivir con ella de manera consciente y responsable. Regular el uso de pantallas en los niños, fomentar el juego al aire libre, promover la conversación en familia y dedicar tiempo de calidad son acciones simples que pueden marcar la diferencia.

admin