El riesgo de los "chocohongos"
Era una boda preciosa, celebrada en un salón luminoso. Mientras los adultos bailaban, los niños corrían alrededor de una mesa repleta de dulces, gomitas y chocolates decorados con colores brillantes. Momentos después, Diego, de ocho años, encontró un chocolate en la bolsa de su madre. Pensó que era como los de la mesa. Pero no: aquel contenía psilocibina, el compuesto activo de los llamados “hongos mágicos”.
Minutos después, Diego comenzó a experimentar una crisis. Pasó de la risa nerviosa al llanto. Lo abrumó la confusión y el miedo. Se había intoxicado accidentalmente por un “chocohongo”.
Días más tarde, en mi consultorio, Diego relataba que, durante la boda, el mundo se le movía como en una pesadilla de la que no podía despertar. Fue una experiencia que le dejó un trauma profundo.
Más allá de este caso infantil de intoxicación accidental, la presencia de comestibles con sustancias psicodélicas en fiestas, festivales y reuniones sociales se ha vuelto un fenómeno preocupante. Hoy cualquiera puede encontrarse con un postre elaborado con algún psicodélico sin saberlo.
¿Qué son los “chocohongos”?
El término proviene de la mezcla de chocolate y hongos psilocibes: una combinación contemporánea sin raíces ceremoniales ni ancestrales, aunque a menudo se intente vender como tal.
En su origen, las culturas indígenas mesoamericanas consumían los hongos en contextos rituales sagrados, siempre bajo la guía de un curandero y con una intención espiritual. El “chocohongo”, en cambio, nace en el mercado moderno, como una forma de ocultar el sabor terroso del hongo, volver más atractiva su presentación y facilitar su venta y consumo.
Su auge coincide con la llamada “nueva ola psicodélica”, impulsada por la despenalización parcial en algunos países, la difusión en redes sociales y la falsa percepción de que, por ser “natural”, no implica riesgo. Pero lo cierto es que la falta de regulación convierte estos productos en un terreno incierto y, en muchos casos, peligroso.
Una moda que se volvió un riesgo
Los comestibles con psilocibina, cannabis, MDMA o ketamina circulan hoy sin etiquetado ni control. Se venden en empaques caseros o a través de redes sociales, muchas veces imitando productos comerciales como chocolates, gomitas, dulces o pasteles.
En conciertos, bodas y fiestas, es cada vez más común que circulen postres “infusionados” sin advertencia. El riesgo no solo está en el contenido, sino en la dosificación y la posible adulteración:
- Un trozo de chocolate puede contener desde microdosis (menos de 0.1 gramos) hasta cantidades equivalentes a tres o cuatro gramos de hongos secos.
- La absorción oral es lenta —el efecto puede tardar entre 90 y 120 minutos—, lo que lleva a muchos a repetir la dosis pensando que “no les pegó”, con el consiguiente riesgo de intoxicación grave.
- Se han reportado casos de productos adulterados con otras sustancias, incluso fentanilo, lo que incrementa el riesgo de depresión respiratoria o paro cardiorrespiratorio.
En hospitales urbanos de México y Estados Unidos ya se ha registrado un aumento en las urgencias por intoxicaciones accidentales con comestibles. La persona afectada puede presentar desde ansiedad, náuseas y desorientación hasta episodios psicóticos transitorios, convulsiones o pérdida de la conciencia.
En el caso de Diego, la crisis se manejó con soporte vital básico y observación médica, pero muchos adultos —especialmente en ambientes con música, luces, alcohol y/o temperaturas altas— pueden experimentar reacciones mucho más severas.
Y aunque la psilocibina, en condiciones terapéuticas y controladas, muestra resultados prometedores en salud mental, fuera de ese contexto su uso puede ser impredecible. El set (estado emocional y mental) y el setting (entorno) influyen decisivamente en si la experiencia será reveladora o aterradora.
Psicodélicos sin control: el otro extremo de la “revolución”
A diferencia de los protocolos de investigación —que exigen evaluación médica, entorno seguro, acompañamiento terapéutico y dosificación precisa—, los comestibles que circulan en fiestas representan la versión desregulada y banalizada de una sustancia que exige respeto y conocimiento.
El auge de estos productos refleja una paradoja cultural. Mientras la ciencia busca revalorizar el potencial terapéutico de la psilocibina, el mercado recreativo la convierte en un producto más, desconectado de su sentido ritual y curativo. Así, el consumo deja de ser una búsqueda de introspección y se convierte en una experiencia casual, muchas veces sin plena conciencia de lo que se está ingiriendo.
No se trata de satanizar estas sustancias, sino de comprender los riesgos del consumo no informado y de reconocer la urgencia de una regulación clara y responsable.
Algunas recomendaciones
- Evita consumir cualquier producto si no sabes con certeza qué contiene ni en qué dosis. Si un dulce, chocolate o bebida se ofrece en una fiesta sin empaque ni información clara, decir que no es un acto de autocuidado.
- No mezcles sustancias. La combinación de alcohol, cannabis, psicodélicos y estimulantes puede potenciar efectos adversos como ansiedad, deshidratación o taquicardia.
- Si alguien presenta signos de intoxicación —náusea intensa, confusión, pánico, sudoración o pérdida del equilibrio— necesita atención médica inmediata.
- Familias, escuelas y organizadores de eventos deben estar informados sobre la presencia de estos productos y los riesgos que conllevan.
- Es urgente promover regulación, etiquetado claro y educación sobre el uso responsable de estas sustancias.
Mientras no existan normas claras, la adulteración seguirá siendo una amenaza. Los psicodélicos, usados con respeto, pueden ser herramientas poderosas para la salud mental y la expansión de la conciencia. Pero cuando se trivializan y se mezclan con chocolate, confeti y música a todo volumen, se transforman en una ruleta química.
El caso de Diego es un recordatorio de que detrás de cada “dulce mágico” puede esconderse una historia amarga.
Regular, educar y acompañar: esas son las verdaderas formas de reducción de daño.
Todos tenemos derecho al libre desarrollo de la personalidad y al consumo adulto de cualquier substancia, sin embargo es la conciencia —no el consumo— la vía más segura hacia cualquier expansión.
Me encantaría conocer tus dudas o experiencias relacionadas con este tema. Sigamos dialogando; puedes escribirme a dra.carmen.amezcua@gmail.com o contactarme en Instagram en @dra.carmenamezcua.