"El principio del placer", la más reciente muestra de Karlos Ibarra

"El principio del placer", la más reciente muestra de Karlos Ibarra

En el mundo del arte de hoy, pocas propuestas nos invitan a una reflexión tan personal y, a la vez, tan cercana a todos como la que nos ofrece el artista Karlos Ibarra en su exposición “El principio del placer”. Esta muestra, vigente hasta el 30 de mayo en Galería Claroscuro (Frontera 142, Roma Norte, CDMX), es una invitación a ver más allá de lo obvio y del acto sexual en sí.

Ibarra se inspira en la famosa idea de Freud sobre el placer para llevarnos a una reflexión íntima. Para el artista, el deseo, una mirada y el encuentro entre dos cuerpos no son solo imágenes, sino el inicio de una historia muy humana. Karlos transforma un roce, una insinuación o la cercanía en escenas llenas de una emoción real. Él explica que cada pieza cuenta una historia personal que, aunque anónima, se siente universal. La piel que vemos no es solo visual, sino una parte emocional íntima que se transforma en un mapa de nuestra vulnerabilidad.

Cada una de las obras, manifiesta un sentimiento distinto. Se observan parejas disfrutándose en su intimidad, y al verlas en desnudez, se evidencia que son dos seres humanos que narran una historia; se invita a imaginar cómo se cruzaron las miradas antes de conocerse, cómo surgió la pasión y el deseo. Justo en esa capacidad radica el gran acierto de su trabajo: puede llevar algo tan simple como un roce o una mirada a una conexión profunda, llena de emoción y significado.

Ibarra rompe a propósito con la idea común del desnudo erótico o perfecto. Sus personajes aparecen parcialmente cubiertos y sin rostros definidos. Esto es un gesto intencional para que el público no se fije en quién es o en la belleza superficial, sino que se vea reflejado.

En esta muestra, no se pretende que el erotismo o la belleza del cuerpo sean los protagonistas, sino crear una escena donde lo esencial es que el espectador se refleje. Las figuras no tienen un rostro específico porque su creador, quiere que cada persona que observe se sienta parte de esa historia que comienza con una mirada o un roce.

Si lo vemos de forma constructiva, la verdadera fuerza del trabajo de Ibarra no está solo en lo que él pinta, sino en cómo nos reta a mirar. Vivimos en un mundo saturado de imágenes, donde el cuerpo humano se ve a menudo solo como algo estético o erótico.

Por eso, sus pinturas nos piden desaprender esa forma de ver. Nos invitan, y casi nos obligan, a ‘leer toda la composición’ más allá de lo físico: cómo los colores nos hacen sentir, cómo la postura de cada cuerpo muestra las etapas de una relación.

Como Ibarra afirma, estar desnudo es mostrar la realidad interior sin ocultar nada. Y es justo esa búsqueda de la verdad lo que hace su arte tan exigente. La “crítica” aquí no es para la obra, sino para la forma en que el público mira; la idea es que las personas se quiten sus ideas preconcebidas para encontrar la verdad emocional que el artista ofrece.

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Karlos Ibarra. Foto: Especial

Aunque su serie parte de la búsqueda del placer, Ibarra no se esconde de las complejidades que toda experiencia íntima conlleva. Como Freud decía que el placer y el dolor pueden ir de la mano, el artista reconoce esa dualidad. Sus obras también exploran lo que pasa después del placer: esa etapa personal en la que uno busca sentirse completo y enfrenta dificultades. Él sugiere que esa búsqueda constante de equilibrio es lo que nos da satisfacción.

Cuando se miran las pinturas de Karlos Ibarra, el deseo se siente como una energía viva que va más allá de lo que se ve. Usando colores, texturas y formas, el artista no solo nos hace ver cuerpos, sino que nos invita a entender relaciones, emociones y a vernos a nosotros mismos. Su mensaje es clarísimo: su obra no es solo una exposición, es una llamada a mirarnos por dentro con valentía.

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