El primer corazón que debemos salvar: cuidar a quienes cuidan

En algún rincón de México, una enfermera termina su turno de 24 horas, camina descalza por el pasillo húmedo del hospital mientras sus zapatos secan bajo el lavamanos. Lleva semanas sin un día de descanso completo. En otro lugar, un médico residente duerme sobre su expediente clínico, con la alarma de su celular vibrando entre sus costillas. Más allá, una madre cuida a su hijo con parálisis cerebral sin recibir sueldo, seguridad social ni tiempo para respirar. Y sin embargo, seguimos preguntándonos por qué colapsa nuestro sistema de salud.

No es falta de técnica. Es falta de ternura estructural. Es falta de empatía sistémica. Es negligencia por conservar estructuras y una normatividad esclavizante.

Esta columna es para ellas. Para ellos. Para quienes cuidan y se desgastan. Para quienes dan vida mientras la suya se apaga en silencio. Es también para nosotros, para mirar —con conciencia y responsabilidad— la herida invisible de quienes sostienen lo más valioso que tenemos: la salud como vínculo humano.

La paradoja mexicana: cuando cuidar enferma

México ocupa el primer lugar en estrés laboral dentro de los países de la OCDE: el 75% del personal de salud presenta síntomas de burnout. Esta cifra se vuelve aún más crítica si consideramos que nuestro país apenas cuenta con 2.4 médicos y 2.8 enfermeras por cada mil habitantes, muy por debajo del promedio de la OCDE (3.5 y 9, respectivamente) .

Paradójicamente, quienes se dedican a cuidar, son quienes más enferman: trastornos de ansiedad, fatiga crónica, despersonalización emocional, crisis vocacionales y hasta suicidios consumados en el sector médico. Como bien advierte Byung-Chul Han, vivimos una época donde el rendimiento se vuelve violencia, y la autoexplotación se maquilla como virtud.

Pero no es solo eso. En el fondo, lo que se rompe no es el turno. Es el sentido.

Mariana, Alondra y el corazón que no resistió

En mi trabajo como desarrollista humano, he acompañado de cerca historias que revelan las fisuras del sistema con una claridad imposible de ignorar.

Mariana, cirujana cardiovascular, escribió un día detrás de su hoja quirúrgica: “El primer corazón que perdí fue el mío.” Técnica impecable, liderazgo clínico brillante, pero una mujer vacía de sí misma. Firmó un acta de defunción sola, sin contención, y volvió a operar al siguiente paciente. El sistema le exige salvar vidas, pero no le permite sentir la suya.

Alondra, una niña mixe con una cardiopatía congénita, murió a los cinco años sin llegar a quirófano. Documentamos su historia en Fundación LiLo. El traslado nunca se autorizó a tiempo, no hubo cardiólogo disponible, tampoco ventilador. El sistema no fue indiferente. Fue ineficaz. ¿Dónde están los líderes de salud cuando la vida se extingue en los márgenes?

Estas historias no son casos aislados. Son síntomas de una descomposición más profunda: la deshumanización institucional de quienes cuidan y de quienes son cuidados.

Si no cuidamos a quienes cuidan, el sistema no es sostenible

Carl Rogers, cuya teoría es pilar de la psicología humanista, nos enseñó que la autenticidad es la base de toda relación significativa. ¿Puede una médica ser auténtica si todo su entorno le exige negarse? ¿Puede un enfermero contener emocionalmente si no es contenido por nadie?

El Liderazgo Humanista, aplicado en cada una de mis intervenciones empresariales, propone otra lógica: cuidar el primer corazón, el propio. No como un acto egoísta, sino como una ética radical del cuidado mutuo.

Esto implica cambiar el paradigma:

De la productividad a la presencia.

Del heroísmo al autocuidado.

De la jerarquía al vínculo solidario.

De la obediencia técnica a la conciencia ética.

Joan Tronto que desarrolló la teoría del Cuidado y lo dijo con claridad: el cuidado no es un lujo emocional, es una función política y estructural de toda sociedad que se asuma humana.

Datos que duelen, pero nos comprometen

El 40% de las médicas y médicos reportan haber tenido pensamientos depresivos o suicidas durante su formación profesional.

Más del 30% del personal de enfermería en instituciones públicas refiere sentirse emocionalmente desvinculado de su trabajo.

Al menos 1 de cada 5 trabajadoras del cuidado en hogares (cuidadoras primarias no remuneradas) vive en situación de pobreza extrema, sin redes de apoyo, seguro médico ni posibilidad de retiro digno .

Estos números no solo deben alarmarnos. Deben movilizarnos.

Un liderazgo con corazón: tres niveles de acción

Desde la filosofía de Martin Buber, un existencialista que profundizó en la valoración relacional, propongo que todo liderazgo en salud debe transitar de relaciones Yo-Ello a relaciones Yo-Tú: mirar al otro no como función, sino como persona. Para ello, propongo tres niveles de intervención, inspirados en el Liderazgo Humanista:

Nivel personal (micro)

Promover pausas de sentido.

Espacios de palabra en equipos clínicos.

Mentoría emocional entre pares.

Nivel organizacional (meso)

Rediseñar turnos para proteger la salud mental.

Indicadores de clima emocional, no solo de productividad.

Liderazgo horizontal que escuche, no que imponga.

Nivel sistémico (macro)

Política pública para protección de cuidadoras primarias.

Recursos éticos y afectivos en la formación médica.

Participación real del personal en decisiones sanitarias.

Porque como dijo el economista Amartya Sen con su teoría de las capacidades individuales, “el desarrollo es la expansión de las libertades reales de las personas”.

¿Y qué libertad tiene alguien que duerme en el suelo de su hospital para poder cuidar a los demás?

Llamado al empresariado: cuidar no es asistencialismo, es justicia

Desde el Humanismo Mexicano que vengo articulando en estas páginas, sostengo que el empresariado tiene una responsabilidad concreta con el cuidado. No basta con apoyar campañas de salud. Hay que revisar prácticas laborales internas, implementar políticas de bienestar para sus colaboradoras que también son madres, cuidadoras, médicas, enfermeras o auxiliares invisibles del sistema.

Riane Eisler nos recuerda que las empresas pueden ser culturas de dominación o culturas de asociación. El liderazgo humanista empresarial debe cuidar al sistema cuidando a las personas que lo sostienen.

Y en ese sentido, cuidar a quienes cuidan es una inversión en dignidad, sostenibilidad y bienestar social. No es retórica. Es estrategia de futuro. Es reconstruir el tejido social con sensibilidad y reciprocidad conciente.

Epílogo: el corazón que late en silencio

En los próximos días me encontrarás compartiendo esta reflexión con quienes día a día cuidan desde la vocación, la técnica, el cansancio o el puro amor. A ellas y ellos quiero mirarles a los ojos y decirles: Gracias. No por lo que hacen, sino por lo que significan.

Como lo dije en una conferencia reciente:

“El futuro de la salud no será digno si no es profundamente humano. Y el primer corazón que debemos cuidar… es el nuestro.”

Porque si no cuidamos el corazón de quienes cuidan, lo demás es simulación.

Abrazo de corazón en letras.

*El autor es Doctorante en Desarrollo Humano, Universidad Motolinía del Pedregal, México; Master en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, México; Master ejecutivo en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de Empresa, España. Licenciado en Comunicación Gráfica y Columnista en El Economista.

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