El pragmatismo que está redibujando el futuro de América del Norte
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Llevo años viendo cómo los discursos más escandalosos rara vez reflejan lo que realmente pasa en el día a día de los negocios. Mientras las noticias insisten en hablar de muros, pleitos comerciales y un nacionalismo cada vez más duro, lo que en verdad está ocurriendo en las fábricas, en los centros de distribución y en las reuniones entre empresas es otra cosa: una integración regional silenciosa, pero muy real.
¿Qué toca hacer entonces desde el mundo empresarial?
A esto yo le llamo regionalismo pragmático . No se basa en ideologías ni en grandes discursos oficiales, sino en decisiones que las empresas están tomando por necesidad: proteger sus cadenas de suministro, reducir riesgos, y aprovechar la cercanía entre mercados. En México lo vemos con claridad. Aunque desde Washington se hable de cerrar fronteras o poner aranceles, lo cierto es que cada vez más empresas estadounidenses están trayendo su producción a nuestro país. No lo hacen porque nos tengan cariño, sino porque les conviene: estamos cerca, hay estabilidad relativa, buena infraestructura y talento calificado. El famoso nearshoring no es una moda pasajera. Es una estrategia que responde a una nueva realidad global, donde depender de fábricas al otro lado del mundo ya no es sostenible. Las tensiones con China, el costo del transporte y los cambios tecnológicos están empujando a muchas compañías a regresar a América del Norte. Y México está justo en medio de esa oportunidad. Pero esto va más allá de una tendencia industrial. Lo que estamos viendo es una nueva forma de integración regional, mucho más enfocada en lo práctico que en lo político. Las decisiones que se están tomando no salen en los periódicos, pero están moviendo miles de millones de dólares, empleos e inversiones. Y ojo: no es algo que pase solo aquí. En Europa, tras el brexit , muchos países están fortaleciendo sus cadenas internas para no depender tanto del exterior. En Asia, se están cerrando acuerdos entre vecinos para tener más control frente a las potencias. En todos lados, las regiones están aprendiendo a cuidarse a sí mismas. Claro, los discursos políticos sí pueden meter ruido. Si un gobierno lanza amenazas o cambia reglas de la noche a la mañana, el capital se asusta. Pero en general, las empresas siguen apostando por lo que les da certidumbre. Y en eso, América del Norte lleva ventaja. Primero, dejar de dejarnos llevar por el ruido mediático. Hay que entender que la integración regional va más allá de los sexenios o mandatos. Es algo que se construye a largo plazo.
Segundo, reforzar las redes entre empresas. No basta con firmar tratados. Lo que importa es tener relaciones sólidas entre proveedores, clientes y socios que aguanten cualquier vaivén político. Y tercero, diversificar. Si bien América del Norte es una gran apuesta, no podemos poner todos los huevos en una sola canasta. También hay que mirar hacia otros mercados, explorar nuevas regiones y mantener flexibilidad. Al final, los discursos van y vienen. Pero las decisiones estratégicas que realmente importan ya se están tomando. El regionalismo pragmático no tiene pancartas ni slogans, pero está cambiando la manera en que hacemos negocios. Y para quienes sepamos leerlo a tiempo, también puede abrir muchas puertas hacia el futuro. ____ Nota del editor: Héctor Iván Lira Hevia es profesor de cátedra del Tec de Monterrey. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión
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