El pacto China-EU abre puertas a México, pero también más competencia

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La tregua comercial entre Estados Unidos y China no solo rebaja tensiones globales, también reordena el ajedrez geoeconómico. Para la Cámara de Comercio China en México, el acuerdo firmado el 11 de junio representa una oportunidad estratégica para el país. Víctor Méndez, Presidente de la Cámara de Comercio y Tecnología México-China, asegura en entrevista con Expansión , que el nuevo entorno permite atraer industrias de alto valor como la electromovilidad, los semiconductores y la agroindustria avanzada.

También hay retos China claramente está con un pie adentro esperando a que la legislación en México pueda ser favorable para que más de 40 empresas entren a invertir

Un acuerdo que exige cautela

México no aparece como víctima colateral, sino como jugador central. Lejos de la división entre potencias, el país puede convertirse en el punto de conexión más eficaz entre ambas economías. “México definitivamente tiene que meter el acelerador en cosas. Por ejemplo, aprovechar esta tregua entre Estados Unidos y China, no para ponernos de un lado ni de otro, sino para ser esta plataforma entre estas dos economías y capitalizar la manufactura, innovando mucho más”, comenta. Beijing quiere llevar la relación bilateral a una asociación estratégica integral, lo que puede traducirse en más inversión, cooperación tecnológica y proyectos con visión de largo plazo para México. La tregua arancelaria ofrece un entorno de mayor previsibilidad para empresas globales. Eso permite que proyectos de inversión y cadenas de suministro puedan planear a mediano plazo, lo cual beneficia indirectamente a México como socio confiable de ambos países. En 2024, el comercio bilateral México–China superó los 139,000 millones de dólares. La inversión directa del gigante asiático ya rebasó los 2,700 millones en el país, según datos de Banxico y la Secretaría de Economía. No se diga de Estados Unidos, el intercambio comercial alcanzó los 763,460 millones de dólares, de los cuales 67% correspondes a exportaciones. Los beneficios potenciales son claros. El fin parcial de las restricciones sobre tierras raras y el acceso renovado de estudiantes chinos a universidades estadounidenses marcan un regreso a la diplomacia funcional. En ese escenario, México aparece como plataforma logística confiable, gracias al T-MEC, a su estabilidad macroeconómica y a su creciente conexión con Asia. Sin embargo, la Cámara también advierte un desafío. Si China retoma con fuerza sus exportaciones hacia Estados Unidos, México enfrentará mayor competencia. El reto será sostener el atractivo propio mediante innovación, encadenamientos productivos y colaboración tecnológica. La oportunidad no radica en sustituir a China, sino en complementarla. En 2023, México desplazó a China como principal socio comercial de Estados Unidos, tiene una participación de 14.7% frente al 8.7% del gigante asiático. México no puede limitarse a ensamblar. Debe transitar hacia una economía de valor agregado. El riesgo no solo viene del exterior. Está dentro. Si México no acelera reformas regulatorias ni mejora su infraestructura, perderá atractivo. La reciente tregua comercial implica una reducción en la escalada arancelaria: el gravamen sobre productos chinos bajó a 55% y el aplicado a bienes estadounidenses quedó en 10%. Aunque se trata de un avance, aún no existe un texto legal oficial que lo respalde. El acuerdo sigue en etapa preliminar y el plazo clave para concretar un pacto más amplio vence el 10 de agosto. Para Enrique Dussel Peters, coordinador de Cechimex en la UNAM, el entusiasmo por la tregua comercial entre China y Estados Unidos debe contener matices. El investigador celebra la desescalada, pero lanza una advertencia: sin una estrategia industrial clara, México no podrá sostener su papel en las cadenas globales de valor. “Las medidas de seguridad nacional dominan la política exterior de Estados Unidos. Eso altera las reglas del juego”, advierte. Lo ilustra con el caso Tesla, porque si quiere subsidios estadounidenses, no podrá integrar baterías chinas, aunque se ensamblen en México. Las implicaciones cruzan fronteras. Dussel Peters considera que la distensión entre potencias no resuelve el problema de fondo. México sigue atrapado en un modelo de importación de partes y ensamblaje, que choca con los nuevos requisitos de origen, trazabilidad y contenido regional. Ese modelo ya no da más, subraya. El académico lamenta la falta de reacción del sector público y privado. No existe —dice— una política clara hacia China. Ni en infraestructura, ni en educación, ni en turismo, ni en inversión. Dussel reconoce que la tregua puede aliviar presiones, pero la ve como frágil. Las restricciones sobre tierras raras o semiconductores pueden volver de un día a otro. “Ambas potencias guardan sus ases. Nada garantiza que esto dure”, afirma. México no puede seguir improvisando, ya que 84% de sus exportaciones van a Estados Unidos, mientras alrededor de 20% de sus importaciones provienen de China. La interdependencia obliga a diseñar una política de nuevas relaciones triangulares. Sin ella, México corre el riesgo de quedar atrapado entre dos titanes sin voz propia.

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