El mundo que cambió, los aranceles y la sustitución de importaciones

El término de sustitución de importaciones genera en México sentimientos encontrados. Por un lado, recuerda el momento en el que el país se industrializó, gracias al mercado interno y a la coyuntura de la posguerra. Por otro lado, recuerda a la economía cerrada, en la que los mexicanos teníamos pocas opciones de consumo, distintas a los zapatos Canadá o de plano a la fayuca. A otros les recuerda la crisis de los 80, a que la verdad es que poco tuvo que ver con eso. El modelo de sustitución de importaciones falló porque no se pudo adaptar ni a la crisis global de los 80, ni a la ola de apertura, pero también porque las industrias no innovaron, ni generaron tecnología, ni se especializaron. Con todo, muchas de las empresas que murieron a raíz de la apertura desmedida de los 80 y 90, en realidad eran viables y competitivas con procesos de apertura graduales, ciertos niveles de protección y condiciones adecuadas de financiamiento.

Después, gracias al tratado comercial con Norteamérica, se consolidó un nuevo proceso de industrialización, orientado a la exportación, en buena medida orientado al ensamble, que generó capacidad industrial, mano de obra muy calificada, e incluso el desarrollo de manufacturas complejas en sectores como el automotriz, el aeroespacial, el de electrodomésticos y el de dispositivos médicos. Tuvimos dos problemas, un bajo contenido nacional en las exportaciones, y la entrada de China, de lleno, al comercio mundial, al inicio de este siglo. Eso generó que, a pesar de nuestro éxito como país exportador, el efecto del sector externo sobre el crecimiento haya sido limitado.

Hoy enfrentamos nuevas circunstancias. Estamos redefiniendo las reglas con nuestros principales socios comerciales, al final vamos a tener ventajas arancelarias sobre los demás, pero vivimos tiempos de incertidumbre. Tenemos un problema también con las importaciones de países de Asia con los que no tenemos tratado comercial. La relación comercial con China, por ejemplo, es 13 a uno en contra nuestra. Eso nos ha costado decenas de miles de miles de empleos en sectores como textil y calzado, en los que somos competitivos. Simplemente no podemos renunciar a contar con ese tipo de industrias, por su impacto en el empleo y su encadenamiento productivo. En este caso, los aranceles son un instrumento ante precios que no corresponden a los costos. Tampoco vamos a incrementar el contenido nacional de nuestros productos si no apoyamos a quienes producen los insumos que estamos en condiciones de generar. No se trata de una economía cerrada, sino de corregir distorsiones y establecer condiciones para hacer viables productos finales e insumos que podemos y nos conviene producir. A esas industrias también les tenernos que ofrecer condiciones para invertir, financiamiento y acceso a tecnología para innovar. No se trata de producir todo, ni de cerrar sectores, sino simplemente adaptarnos a un mundo que será más proteccionista, lo queramos o no, por lo que el mercado interno y el contenido nacional se convierte en una alternativa indispensable, necesaria.

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