El momento cuántico de Europa
BOSTON – A esta altura, resulta obvio que la Unión Europea debe hacer frente a su falta de poderío militar y competitividad económica. El secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, ha declarado que Estados Unidos ya no está “enfocado principalmente en la seguridad de Europa”. El informe de 2024 de Mario Draghi sobre la competitividad europea advertía que la UE debe fomentar la innovación para mantener su relevancia industrial. Está claro que depender de las alianzas del pasado y de las ventajas heredadas ya no es una opción viable para Europa.
Para hacer frente a estos retos será necesario crear nuevas alianzas y desarrollar nuevas ventajas, especialmente en el campo de la computación cuántica. Si bien se ha hablado mucho de la capacidad de la IA para cambiar el equilibrio del poder mundial, la revolución cuántica, más silenciosa, promete generar avances igualmente significativos en la industria, la ciberseguridad y la estrategia de defensa. Y aunque la UE va muy por detrás de China y Estados Unidos en IA y semiconductores avanzados, aún tiene la oportunidad de liderar en el terreno de las tecnologías cuánticas. Pero la ventana se está cerrando rápidamente.
La computación cuántica no es solo una versión más acelerada de la computación clásica, es una forma totalmente nueva de procesar la información. En lugar de basarse en un código binario, las computadoras cuánticas utilizan qubits que pueden contener varios estados a la vez, lo que les permite resolver problemas complejos de forma concurrente, en lugar de secuencial.
Aunque aún faltan años para que estas computadoras supercargadas alcancen la madurez, debido a su inestabilidad y a las elevadas tasas de error, ya se utilizan otros tipos de tecnología cuántica. Los sensores cuánticos, por su notable precisión, están reformulando las operaciones militares y la disuasión nuclear. Las comunicaciones respaldadas por criptografía cuántica protegen de ciberataques cada vez más avanzados y frecuentes contra infraestructura crítica y la propiedad intelectual. Y los algoritmos cuánticos están impulsando avances en la logística industrial y las simulaciones militares.
El desarrollo de capacidades cuánticas le permitiría a Europa reforzar sus defensas. A lo largo del flanco oriental de la OTAN, y especialmente en Ucrania, este tipo de computación podría impulsar sistemas de navegación que funcionen incluso en entornos sin GPS, sensores capaces de detectar aviones y submarinos furtivos y herramientas de vigilancia que pongan al descubierto las actividades secretas del enemigo. Al reconocer el potencial de las tecnologías cuánticas para mejorar la inteligencia, la vigilancia y el reconocimiento, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa de Estados Unidos (DARPA por sus siglas en inglés) ha manifestado su voluntad de desarrollar estas tecnologías. Europa no debe dejarse sorprender.
Desde el punto de vista de la competitividad, la tecnología cuántica podría revitalizar el alicaído sector automovilístico europeo, con modelos avanzados que aceleren la innovación en baterías. La computación cuántica también podría aumentar la competitividad energética del continente, al estabilizar sus redes eléctricas basadas en energías renovables, e impulsar su potente sector farmacéutico, al potenciar el descubrimiento de fármacos y mejorar la detección precoz de enfermedades. Estos avances también impulsarían los objetivos climáticos, reducirían la dependencia de las importaciones de combustibles fósiles y aliviarían la carga de los sistemas sanitarios.
Afortunadamente, Europa entra en la carrera cuántica en una posición sólida. Sus instituciones de investigación -entre ellas QuTech en los Países Bajos y Forschungszentrum Jülich en Alemania- son competitivas a escala mundial. El continente capacita a más ingenieros cuánticos que ningún otro, alberga casi una cuarta parte de las empresas de tecnología cuántica del mundo y es líder mundial en detección y comunicaciones cuánticas.
La UE también ha logrado un consenso político en torno a la importancia estratégica de las tecnologías cuánticas. Quantum Flagship, la iniciativa de investigación y desarrollo de 1,000 millones de euros (1,200 millones de dólares) de la Comisión, ha respaldado empresas comerciales como Pasqal e IQM, ambas fabricantes de hardware cuántico.
La Unión también ha asignado miles de millones de euros a programas como la Iniciativa Europea de Infraestructura de Comunicación Cuántica y la Empresa Común Europea de Computación de Alto Rendimiento. A la hora de escalar la producción de hardware cuántico, la base de fabricación de precisión de Europa -desde las máquinas alemanas hasta la litografía holandesa- puede resultar ventajosa.
Pero un obstáculo familiar -el llamado “valle de la muerte” entre los avances de laboratorio y el éxito en el mercado- puede anular estas ventajas. Las nuevas empresas cuánticas europeas reciben menos financiación privada que sus pares en Estados Unidos, lo que obliga a muchas a trasladarse a Norteamérica y Asia en busca de capital. En comparación con el enfoque estadounidense, impulsado por la inversión privada y la defensa, o con la estrategia respaldada por el Estado de China, el panorama fragmentado de financiación y gobernanza en la UE podría ser letal y contrarrestar los innumerables puntos fuertes técnicos de la Unión.
Para convertir el potencial de la tecnología cuántica en una ventaja estratégica, la política de la UE debe guiarse por varios principios. En primer lugar, en lo que se refiere a I+D, el bloque debe centrarse en casos de uso que le permitan obtener ganancias rápidas en sectores heredados como el farmacéutico, la industria automotriz y la energía verde. Al mismo tiempo, debería crearse una versión europea de DARPA para financiar tecnologías cuánticas de alto riesgo y doble uso con aplicaciones inmediatas en defensa y ciberseguridad.
En segundo lugar, los estados miembros de la UE deberían establecer salvaguardas de protección -desde controles a la exportación hasta mecanismos de control de inversiones y protección de la propiedad intelectual- para la investigación cuántica sensible, vulnerable al espionaje o a la adquisición extranjera. Esto podría requerir que la UE forme alianzas con otras democracias de confianza. Unas alianzas cuánticas más profundas también podrían permitirle al bloque tener una mayor influencia en la definición de estándares globales, reduciendo al mismo tiempo su dependencia de las cadenas de suministro de países adversarios.
Y lo que es más importante, hacer realidad la ambición cuántica de Europa exige algo más que excelencia técnica: requiere de valentía política. Durante demasiado tiempo, Europa ha observado desde afuera cómo Estados Unidos y China definían las reglas de la tecnología emergente. La computación cuántica le ofrece al continente una oportunidad única de tomar las riendas. Pero para aprovecharla, los responsables de las políticas en Europa deben adoptar una cultura de asunción de riesgos deliberada. El resultado de la carrera tecnológica cuántica dependerá, en última instancia, de que Europa siga creyendo en su capacidad de liderazgo.
La autora
Soňa Muzikárová, execonomista del Banco Central Europeo, exdiplomática de la OCDE y exasesora principal del viceministro de Asuntos Exteriores de la República Eslovaca, es miembro no residente del Atlantic Council.
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