El lugar de la Unión Europea en el mundo

Como cada año, el 9 de mayo se conmemorará un año más de la Declaración Schuman propuesta por Francia a la entonces Alemania Federal con el objetivo de crear una comunidad europea que administrara el carbón y el acero, fundamentales para el desarrollo industrial de aquel lejano 1950. A casi 75 años de estos hechos, que de alguna manera marcaron el inicio de lo que hoy conocemos como la Unión Europea (UE), se puede hacer el recuento de un sinnúmero de crisis internaa y externas a las que la UE se ha enfrentado, las cuales van desde la dificultad de ponerse de acuerdo en la forma en la que se van a adoptar las decisiones –lo que llevó a Francia a retirarse de la Comunidad Europea por un lapso de seis meses–; el alza de los precios de los energéticos de los años setenta; la participación en el rediseño del orden europeo y mundial tras la disolución de la Unión Soviética; la implementación del euro; la eliminación de fronteras dentro de la Unión; el combate al terrorismo; la crisis de 2008; el dilema migratorio, y la crisis de la pandemia del SARS-CoV 2, hasta la invasión rusa de Ucrania y, recientemente, el arribo de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos por segunda ocasión. Todos estos momentos han constituido y constituyen una valiosa oportunidad de avanzar en la armonización de políticas que proyecten a la UE como un actor internacional significativo y como un proyecto exitoso.

No obstante, los acontecimientos recientes —como la invasión rusa de Ucrania y la guerra arancelaria impulsada por el gobierno de Donald Trump— exigen a la UE una respuesta ágil y una firme muestra de cohesión. Esto representa una ardua y compleja tarea, sobre todo porque, hoy más que nunca, la UE enfrenta dificultades simultáneas en distintos sectores clave como por ejemplo lo comercial, la competitividad, la defensa, la política exterior, la migración o bien el surgimiento de movimientos populistas. Los retos son grandes: en el ámbito económico, si bien la UE es una potencia comercial que representa el 13.7 % del comercio global y el 17.5 % del PIB mundial, la guerra arancelaria amenaza a al menos 31.1 millones de personas cuyos empleos dependen del comercio con terceros países. En el ámbito de la tecnología, la UE no lidera el sector, pues ninguna de las quince grandes empresas tecnológicas a nivel mundial es europea. En lo internacional, la UE no es parte esencial de la discusión para alcanzar la paz ni en Ucrania ni en el conflicto árabe-israelí; sus múltiples esfuerzos diplomáticos carecen de peso real en las negociaciones internacionales, lo que supone que su influencia es limitada. En cuanto a lo militar, han dado pasos firmes a partir de iniciativas tales como la Brújula Estratégica, el plan ReArm Europe y el Libro Blanco de la Defensa Europea, pero sigue siendo una incógnita si habrá recursos suficientes para desarrollar un mercado de defensa europeo a gran escala.

Pese a todas estas dificultades, el mundo necesita a la UE como actor promotor de la normatividad internacional. Los europeos tendrán que seguir reflexionando en torno a cómo se insertarán en un mundo desordenado para el cual la UE no fue diseñada, pero, sobre todo, deben pensar en cómo compaginar un aparato de defensa creíble con la promoción de los valores que durante mucho tiempo han regido la vida del proceso de integración más exitoso y pacífico de todos los tiempos.

*La autora es profesora de la FCPyS-UNAM y miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión Europa+ del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi). trujillo@politicas.unam.mx

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva de la autora.

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