El impacto indirecto de la guerra arancelaria de Trump
MILÁN – La opinión de la inmensa mayoría de los economistas es que (contra lo que al parecer cree el presidente estadounidense Donald Trump) un déficit de cuenta corriente no se puede mitigar con aranceles. Pero en respaldo de esta posición, hay poca evidencia empírica reciente, por la sencilla razón de que los aranceles llevan mucho tiempo en niveles muy bajos en todo el mundo: la mayoría de las economías desarrolladas ha mantenido promedios de un solo dígito (pequeño). ¿Cómo se explica entonces el consenso?
Para empezar, durante el período de entreguerras, en las décadas de 1920 y 1930, hubo un predominio de aranceles altos, sin evidencia de que mejoraran el saldo de cuenta corriente de los países. Estados Unidos tenía superávit comercial cuando en 1930 el presidente Herbert Hoover promulgó la tristemente célebre Ley Smoot-Hawley. Esta ley de aranceles provocó un derrumbe del comercio internacional, sin mejorar la balanza comercial estadounidense.
Pero incluso sin pruebas directas del efecto de los aranceles altos sobre los saldos de cuenta corriente, los economistas pueden llegar a conclusiones creíbles sobre el tema porque el factor determinante de esos saldos es conocido: la diferencia entre el ahorro agregado y la inversión agregada de una economía. La tasa de ahorro nacional de los Estados Unidos equivale al 17% del PIB. La de la Unión Europea es unos siete puntos porcentuales más alta: 24% del PIB. Dado que estas dos economías desarrolladas de tamaño continental tienen tasas de inversión muy similares, la diferencia en el ahorro se traslada en forma casi directa al saldo de cuenta corriente: en 2024 Estados Unidos registró un déficit cercano al 4% del PIB, y la UE un superávit del 2.7% del PIB.
Es verdad que los aranceles de la administración Trump (en particular los aranceles “recíprocos” anunciados el 2 de abril y puestos en “pausa” el 9 de abril) apuntan ante todo al comercio de bienes, que es solo un componente del saldo de cuenta corriente. Pero los otros factores que influyen en la cuenta corriente (el saldo en servicios y los ingresos por inversiones) suelen ser mucho menores y más estables.
En cualquier caso, hay dos hechos que pueden provocar una mejora acelerada del saldo de cuenta corriente de una economía: un gran aumento del ahorro o una caída importante de la inversión. Los aranceles de Trump pueden lograr ambas cosas si siguen debilitando la confianza (y más aún si inducen una recesión). La incertidumbre persistente puede desalentar la inversión, y el encarecimiento de las importaciones puede llevar a que los consumidores reduzcan el gasto hasta tener más información sobre el costo y la disponibilidad de los bienes.
Pero esa información llegará pronto, tal vez en cuestión de meses. La administración Trump ya está anunciando acuerdos comerciales (el primero de ellos con el Reino Unido, tras pocos días de negociaciones) y ha dispuesto una suspensión temporal de los altísimos aranceles que había impuesto a los productos chinos. En vista del hambre de negociar acuerdos que tiene Trump y de su poca determinación en lo referido a mostrar resultados particularmente radicales, es probable que antes de que finalice la suspensión de tres meses de sus aranceles “recíprocos” se firmen muchos otros acuerdos.
Al disminuir la incertidumbre en materia de políticas, lo más probable es que Estados Unidos regrese a la pauta de poco ahorro y alta inversión del pasado, sobre todo por la continuidad del dominio de las empresas estadounidenses en el área de la inteligencia artificial. De modo que incluso con una mejora temporal de su saldo de cuenta corriente, es probable que el déficit general se mantenga, lo mismo que los superávits de otras grandes economías como China, la UE y Japón.
De modo que el impacto de los aranceles de Trump sobre la cuenta corriente estadounidense a largo plazo será probablemente escaso; pero, aun así, pueden modificar los saldos comerciales bilaterales. Tenemos experiencia directa de ello: desde 2018, cuando el primer gobierno de Trump empezó a imponer altos aranceles a China, la participación china en las importaciones estadounidenses cayó desde más del 21% hasta alrededor del 14%. En tanto, la participación china en las importaciones de la UE tuvo un ligero aumento desde el nivel cercano al 20% registrado en 2018.
Tal vez la reducción del déficit comercial con China sea suficiente para Trump, que está obsesionado con los saldos bilaterales, a los que usa como base para el cálculo de sus aranceles recíprocos. De las negociaciones comerciales chino-estadounidenses acaba de salir un acuerdo preliminar por el que ambos países reducirán sustancialmente los aranceles a las importaciones, al menos por un tiempo. Pero incluso así, durante la “pausa” de 90 días acordada hace unas semanas, los aranceles estadounidenses a los productos chinos todavía serán un 30% más altos que a principios de año.
Eso reducirá la exportación de productos chinos a Estados Unidos, que se redirigirán a otros mercados (sobre todo la UE). Pero el aumento de las importaciones procedentes de China no afectará los saldos de ahorro e inversión de esos mercados, ya que se compensará con una reducción de importaciones desde otros países o un aumento de exportaciones a otros países (incluida China, que comprará menos productos a Estados Unidos). En tanto, las economías a las que Estados Unidos imponga los aranceles más bajos tendrán más superávit comercial bilateral con Estados Unidos y sus balanzas comerciales con China y otras naciones se deteriorarán.
Es decir, se avecina una gran reestructuración de las balanzas comerciales bilaterales. El proceso demandará mucha flexibilidad de la industria, que tendrá que ajustar la producción en respuesta a las necesidades de consumidores en distintos mercados. Además, las autoridades tendrán que resistir la tentación de proteger sus mercados internos contra un aumento de las importaciones desde países como China. Estos cambios en los flujos comerciales bilaterales entre terceros países son un reto más difuso (y tal vez mayor) para el sistema comercial mundial que el impacto directo de los aranceles estadounidenses.
El autor
Daniel Gros es el director del Institute for European Policymaking en la Universidad Bocconi.
Traducción: Esteban Flamini
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