El impacto del cambio climático en la producción de maíz en Michoacán
Durante los últimos años, los precios de los granos básicos han registrado incrementos significativos, tanto a nivel nacional como internacional. Esta tendencia responde a una combinación de factores económicos, políticos y, de manera creciente, climáticos.
En México, país con una alta dependencia de las importaciones, estos impactos se sienten con especial fuerza.
El maíz, más que un cultivo es un símbolo de la cultura y la economía mexicana. En Michoacán, uno de los principales estados productores de maíz de temporal, el cambio climático está poniendo en riesgo la sustentabilidad de esta actividad agrícola.
El aumento de las temperaturas, la irregularidad de las lluvias y el deterioro de los suelos amenazan no solo los rendimientos, sino también el sustento de miles de pequeños productores.
Uno de los efectos más evidentes del cambio climático es la alteración de las precipitaciones. En Michoacán, las sequías prolongadas son cada vez más frecuentes, intercaladas con lluvias intensas que dañan los cultivos. Esta inestabilidad meteorológica dificulta la planeación de siembras y cosechas, especialmente para quienes dependen exclusivamente del temporal.
A ello se suma el aumento de la temperatura promedio, que provoca estrés hídrico: cuando la evaporación del agua supera la capacidad del suelo y las plantas para retenerla. Esto reduce la fotosíntesis, acorta el ciclo de cultivo y disminuye la producción.
Estudios internacionales estiman que por cada grado Celsius de aumento en la temperatura, el rendimiento del maíz puede disminuir de forma considerable.
En México, las proyecciones indican que esta tendencia afectará de manera directa el equilibrio económico de los productores de maíz, en especial a aquellos sin acceso a riego, aunque incluso quienes cuentan con riegos de auxilio podrían ver reducida su rentabilidad.
El impacto no se limita a la cantidad producida. También se ha detectado una reducción en la calidad nutricional del grano: niveles más altos de CO² en la atmósfera disminuyen el contenido de proteínas y minerales esenciales.
Esto representa un riesgo adicional para la seguridad alimentaria, ya que el maíz es un alimento básico en la dieta mexicana.
El deterioro de los suelos es otro factor preocupante. La erosión, la pérdida de materia orgánica y la compactación reducen la capacidad del terreno para sostener cultivos sanos, lo que obliga a los agricultores a incrementar el uso de fertilizantes o, en casos extremos, abandonar parcelas improductivas.
En Michoacán, gran parte del maíz es cultivado por pequeños productores que carecen de acceso a sistemas de riego, tecnología agrícola avanzada o financiamiento competitivo.
Esta falta de recursos los hace más vulnerables a los fenómenos climáticos extremos. En años de sequía severa, se han registrado pérdidas significativas en toda la superficie sembrada.
Frente a este panorama, es indispensable impulsar soluciones que permitan adaptarse y mitigar los efectos del cambio climático. La modernización de los sistemas de riego, el manejo eficiente del agua y la implementación de prácticas agrícolas sostenibles —como el uso de biofertilizantes— son acciones clave para garantizar la viabilidad de la producción.
En este sentido, FIRA está implementando un programa especial enfocado en apoyar a los agricultores en la adquisición de productos para la fertilización y mejora de suelos, conocidos como biofertilizantes. Esta iniciativa no solo busca beneficiar al productor, sino también contribuir a la preservación del medio ambiente.
El programa SUSTENTA+ está diseñado para canalizar recursos a través de las parafinancieras, con el fin de que los productores puedan acceder a créditos en condiciones favorables y así continuar con sus actividades agrícolas. Además, contempla apoyos directos para la compra de biofertilizantes, lo que contribuye a reducir los costos de producción.
Si bien los programas de FIRA siempre promueven la inclusión financiera, en esta ocasión el objetivo central es brindar un beneficio tangible al productor, fortaleciendo su capacidad de enfrentar los desafíos que impone el cambio climático.
La producción de maíz en Michoacán enfrenta un futuro incierto, pero con el respaldo de políticas públicas, apoyos financieros y la adopción de prácticas sostenibles, es posible construir un modelo agrícola más resiliente.
La tarea es urgente: el maíz no solo es un cultivo, es parte de la identidad nacional, y protegerlo es proteger nuestra historia, nuestra cultura y nuestra seguridad alimentaria.
*Arturo Alvarado Gómez es promotor en la agencia La Piedad, Michoacán. “La opinión es del autor y no necesariamente coincide con el punto de vista oficial de FIRA”.