El gobierno responde a la “gentrificación” con populismo sin encarar los problemas de fondo
La CDMX enfrenta la gentrificación de diversos barrios mediante medidas de corto plazo y populistas, sin resolver los problemas de fondo.
Se anunció el plan “Bando 1: por una ciudad habitable, asequible, con identidad y arraigo local”. A mi entender, las zonas en gentrificación son placenteramente habitables y con identidad, por eso son tan demandadas; ¿arraigo local? ¿Quizá solo para mexicanos o de la CDMX? Más bien parece demagogia populista; y, en efecto, la vivienda es poco asequible para muchos.
Al ser ocupadas por personas y familias de mayores ingresos, en las zonas “gentrificadas” los bienes públicos mejoran; se renueva el entorno urbano; florecen negocios y espacios sociales y culturales. Muy importante, implica una ganancia de capital para los propietarios tradicionales.
También conlleva costos: saturación, aumento de costo de vida, quizá desvanecimiento de las costumbres locales. También desplaza a quienes pierden la capacidad de vivir ahí, principalmente los arrendadores de vivienda.
A fin de proteger a quienes la gentrificación desplaza, el plan Bando 1 plantea cosas como topes a los aumentos de rentas, índices de precios de alquiler “razonables”, ley de rentas “justas y asequibles”, “regulación” de estancias cortas, “arrendamiento social prioritario” y una Defensoría de Derechos Inquilinarios, entre otras.
Más allá de la demagogia de arraigo, acción comunitaria, etc., a condición de ver el detalle, las medidas económicas del plan claramente parecen encaminadas a penalizar a los ganadores del proceso mediante diversos controles de rentas y, finalmente, de precios para proteger a los perdedores.
La inseguridad que enfrentan los arrendadores frente a muchos inquilinos ha sido un disuasivo para la oferta de vivienda para renta, que al final la encarece. ¿No debería la Defensoría ser para inquilinos y arrendadores?
Las respuestas del gobierno son meramente populistas, lo que no sorprende.
La gentrificación es parecida a la innovación tecnológica que genera ganadores (incentivo para invertir en innovación) y perdedores, al ahorrar mano de obra: los desplazados.
A nadie, en su juicio, se le ocurriría impedir o encarecer la innovación para evitar desplazamientos. De ser así, el progreso económico y social que trajeron la industrialización, el barco de vapor, el ferrocarril, el automóvil, el avión y la computación no hubiera sido posible.
Sin la misma relevancia, claro, en ese sentido la gentrificación y sus beneficios no debe ser impedida. Más bien, como decisión de política sin justificación estrictamente económica, conviene mitigar los costos a los desplazados. Las colonias con gentrificación son un éxito y hay que conservarlas.
¿Cómo hacerlo? Con una política urbana clara, sí, de largo plazo, pero correcta y que habría que empezar cuanto antes en vez de suplirla con una incorrecta. Que genere espacios para que a quien la vivienda en las zonas gentrificadas no sea asequible, pueda migrar a zonas decentes. Con buen transporte masivo, con seguridad, áreas verdes, escuelas y negocios atractivos -como los de la Condesa y la Roma-, integrando zonas sí lejanas, eso no tiene remedio, pero accesibles y vivibles. Y con regulación útil y ágil de construcción de vivienda.