El futuro de América del Norte

La economía estadounidense acaba de registrar su primera contracción desde 2022. En el primer trimestre de 2025, el PIB cayó –0.3% a tasa anualizada, mientras que la inflación volvió a repuntar. Aunque no estamos ante una recesión profunda, el riesgo es claro: una etapa prolongada de bajo crecimiento, inflación persistente y tensiones políticas internas que podrían escalar en un año electoral. En este contexto, fortalecer la alianza económica con México no es solo deseable, sino urgente. 

Durante más de dos décadas, Estados Unidos confió en las importaciones chinas para abastecer una parte creciente de su consumo. Hoy, esa estrategia muestra límites evidentes. La guerra comercial ha encarecido los productos chinos, y la tensión geopolítica ha hecho inviable depender de un solo país para bienes estratégicos. El mercado estadounidense necesita proveedores confiables, cercanos y compatibles. Y México es el mejor posicionado para asumir ese papel.

Pero esto no se trata de sustituir un proveedor por otro. Se trata de construir un nuevo modelo: uno de coproducción regional, en el que las capacidades tecnológicas y de diseño de Estados Unidos se articulen con las capacidades manufactureras, logísticas y de ensamblaje de México. Un modelo que combine eficiencia con resiliencia, costos competitivos con certidumbre normativa.

La evidencia ya apunta en esa dirección. Las importaciones estadounidenses desde China han caído, mientras que las provenientes de México han aumentado en sectores como computadoras, electrónicos, autopartes y dispositivos médicos. México no parte de cero: ya es uno de los principales exportadores a Estados Unidos en varios de estos rubros. Pero lo que está en juego es mucho más grande: es la posibilidad de construir una base industrial regional capaz de competir con Asia, sin replicar su fragilidad.

Para lograrlo, ambos gobiernos deben comprometerse con una visión estratégica. México está haciendo su parte: estamos diseñando una política industrial moderna que eleva el contenido nacional, cierra brechas de infraestructura y fomenta encadenamientos productivos. Pero también se necesita una apuesta clara desde Estados Unidos: reglas estables, orientación de inversiones y colaboración en sectores como farmacéutica, tecnologías médicas, agroindustria y baterías eléctricas.

En un momento de incertidumbre global, América del Norte puede convertirse en un ejemplo de integración productiva inteligente. Pero para eso, Estados Unidos necesita algo más que una fábrica barata al sur de su frontera. Necesita un México fuerte, industrialmente sofisticado y estratégicamente integrado.

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