El exposoma: entre la promesa atender complejidad y la trampa de la fragmentación
En 2005, Christopher Wild acuñó una idea que cambió la forma de pensar la salud y la enfermedad. Le llamó exposoma, y lo definió como la totalidad de las exposiciones ambientales que afectan al organismo humano, durante lo largo de la vida, incluyendo el periodo prenatal (1). A mi entender, se trata de una interpelación directa al paradigma biomédico dominante. El exposoma desafía la visión fragmentada de la salud basada en factores de riesgo aislados, proponiendo en cambio una mirada integrada, acumulativa y situada de la relación entre el entorno y el organismo. En un términodisruptivo, Wild identificó lo que la medicina había dejado fuera de su campo de visión y propuso un nuevo marco conceptual para reconocer e incluir en el análisis la complejidad de lo viviente.
Su propuesta es un importante contrapeso a la mirada biomédica, excesivamente centrada en el genoma, con aquello que respiramos, comemos, absorbemos o sufrimos. Veinte años después, el exposoma ha sido adoptado como referente conceptual en diversos espacios de investigación, y ha estimulado desarrollos metodológicos importantes. Pero aún no puede considerarse un campo consolidado ni ampliamente aceptado: sigue siendo una propuesta en disputa, con avances reales, pero también con resistencias, vacíos y tensiones no resueltas. Aunque algunos consorcios internacionales lo han asumido como eje organizador, su estatus como campo del conocimiento aún es frágil y sigue en busca de consensos institucionales sólidos, estructuras formativas propias y una comunidad interdisciplinar comprometida.Avanza y enfrenta a la vez, obstáculos epistemológicos, técnicos e institucionales que limitan su despliegue pleno.
El exposoma no fue concebido como una herramienta técnica más, ni como una simple extensión de la epidemiología ambiental o molecular. Fue —y sigue siendo— una propuesta conceptual de complejidad, no un ajuste disciplinario (2). Su potencia radica en desafiar los compartimentos clásicos de la ciencia de la salud: romper la barrera entre lo biológico y lo ambiental, entre lo interno y lo externo, entre el individuo y el entorno. No se trata de añadir más factores de riesgo a la lista, sino de pensar de otra manera la salud y la enfermedad: como procesos acumulativos, interactivos y derivados de diferentes contextos históricos.
Sin embargo, esa ambición tropieza con los límites del sistema científico actual. Las tecnologías disponibles —biosensores, metabolómica, algoritmos de integración de datos— permiten medir partes, pero no reconstruir las interacciones complejas que configuran el curso de vida de un cuerpo humano. Así, la promesa de complejidad se enfrenta a una infraestructura diseñada para la fragmentar el estudio. Lo que debía ser un cambio de paradigma corre el riesgo de reducirse a una sofisticación del mismo modelo parcelar.
En este contexto, se hacen visibles dos tensiones epistemológicas relacionadas con el exposoma. La primera expresa la antigua controversia entre el realismo y el nominalismo. Desde una perspectiva realista, las exposiciones existen afuera del cuerpo, afectan objetivamente al organismo y pueden ser detectadas, medidas, o estimadas mediante modelos estadísticos. Pero el nominalismo nos recuerda que toda categoría es también una construcción. Medir no es registrar lo real en bruto, sino organizarlo desde una mirada, un interéso un lenguaje (3). La fragmentación entre “exposoma interno” y “externo” evidencia este conflicto deriva de la perspectiva generada por el realismo. Lo que no se puede capturar con instrumentos que miden indicadores biológicos o toxicológicos queda fuera del radar, como si no existiera.
La segunda tensión contrapone el impulso de medir con la necesidad de comprender. Medir es condición necesaria, pero no suficiente. La acumulación de datos no equivale a entendimiento. Podemos detectar niveles de compuestos tóxicos en la sangre de una mujer embarazada, pero si no comprendemos los sistemas que los colocaron allí —el modelo de consumo, la desigualdad ambiental, la publicidad de productos “sanos”— no avanzamos hacia soluciones justas ni transformadoras. Medir sin comprender es registrar sin transformar.
Este desfase entre la ambición conceptual y su viabilidad técnica ha abierto un atajo tentador: presentar al exposoma como un complemento para la medicina de precisión. En lugar de transformar la manera en que entendemos la salud en sus determinantes complejos, se busca afinar la predicción individual. El foco se desplaza del entorno compartido al cuerpo predecible, envés de cambiosestructurales se elige la intervención personalizada. El riesgo es que semida más, pero se comprenda menos. Y sobre todo, se desactive el potencial crítico del exposoma como lente para interrogar las injusticias que producen la exposición.
Este riesgo es real, pero no inevitable. De hecho, veinte años despuésWild (4) demuestra que el exposoma no es una moda, ni un dogma técnico, sino un terreno aún abierto, capaz de asumir la crítica y redefinirse. En ese texto, Wild reconoce tanto los logros como las limitaciones del campo. Y subraya que, para avanzar, es necesario ampliar la noción de exposición más allá de lo químico y lo medible, integrando también lo social, lo histórico y lo subjetivo.
¿Por qué apostar por el exposoma, incluso si está en construcción?
Pese a sus límites actuales —metodológicos, tecnológicos, epistemológicos— el exposoma sigue siendo una de las propuestas más fértiles e incómodas del pensamiento en salud del siglo XXI. No porque haya resuelto la complejidad del proceso salud-enfermedad, sino porque se atreve a enunciarla de otra manera. No como un rompecabezas de causas, sino como una trama de exposiciones vividas, acumuladas, encarnadas.
Lo que está en juego no es una herramienta más para medir, sino un giro conceptual que trasciende la técnica: desplaza la mirada desde la molécula aislada hacia las trayectorias de vida; desde la enfermedad como evento puntual hacia la salud como historia, como devenir, como inscripción de un entorno sobre el cuerpo. En ese desplazamiento, el exposoma no puede ser comprendido ni reducido a lo cuantificable.
Las exposiciones no son solo químicas detectables en sangre u orina. Son también entornos, narrativas, historias familiares, climas escolares, experiencias laborales, violencia estructural, migraciones forzadas. Hay una dimensión cualitativa —vivencial, situada, histórica— que forma parte esencial del exposoma. Y para acceder a ella, la biología no basta. El abordaje tiene que ser genuinamente transdisciplinario, abierto a los saberes de la sociología, la antropología, la psicología, la historia, la geografía crítica (3,4).
Por eso, aunque el exposoma esté aún “en construcción”, no debe medirse por lo que ha logrado técnicamente, sino por lo que hace posible imaginar. Su valor no está solo en sus sensores o algoritmos, sino en su potencial para articular preguntas que no cabían en el paradigma biomédico tradicional. ¿Cómo se sedimentan en el cuerpo los efectos de vivir en un barrio contaminado? ¿Qué rastros deja la precariedad habitacional en el metabolismo de un niño? ¿Cómo se vinculan el trauma generacional y la expresión génica? Estas preguntas no pueden ser resueltas desde un único lenguaje, y sin embargo el exposoma las pone sobre la mesa, como preguntas científicas y como desafíos políticos que reclaman nuevas formas de intervención
Insistir en el exposoma no es insistir en medir más. Es insistir en comprender mejor, desde múltiples formas de conocimiento. Es abrir un espacio epistémico donde lo ambiental no se reduzca al aire o al agua, sino que incluya también lo simbólico, lo afectivo, lo institucional, lo estructural. Donde el contexto no sea solo un marco, sino una fuerza activa que modela la salud y la enfermedad. En síntesis es una visión holística y transformada de la Salud Publica actual-
El exposoma nació como una invitación a pensar en red, en proceso, en historia. Defenderlo es resistir el impulso a fragmentarlo en variables, a capturarlo solo desde el laboratorio, a vaciarlo de experiencia. En un mundo donde las desigualdades ambientales crecen, las enfermedades crónicas se multiplican y las narrativas dominantes tienden al reduccionismo, el exposoma es una apuesta valiente por una ciencia compleja, situada y abierta al mundo.
Referencias
- 1. Wild, C. P. (2005). Complementing the genome with an “exposome”: The outstanding challenge of environmental exposure measurement in molecular epidemiology. Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention, 14(8), 1847–1850. https://doi.org/10.1158/1055-9965.EPI-05-0456
- 2. Vineis, P. (2022). The exposome as the science of social-to-biological transitions. Environment International 165. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160412022002392
- 3.Krieger, N. (2021). Structural racism, health inequities, and the two-edged sword of data: structural problems require structural solutions. The Lancet, 397(10273), 1253–1254. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33937178/
- 4.Wild, C. P. (2025). The exposome at twenty: A personal account. Exposome, 5(1), osae003. https://doi.org/10.1093/exposome/osae003
*El autor es profesor Titular del Dpto. de Salud Pública, Facultad de Medicina, UNAM y Profesor Emérito del Dpto. de Ciencias de la Medición de la Salud, Universidad de Washington.
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