El Estados Unidos de Trump ilustra algo que Turquía ya conoce
ESTAMBUL – Los mercados financieros de Turquía todavía no se reponen de la detención, el 19 de marzo, del alcalde de Estambul Ekrem İmamoğlu y de varios de sus colaboradores más importantes, seguida por otros arrestos en las semanas posteriores. En menos de veinticuatro horas desde el 19 de marzo, el Banco Central de la República de Turquía (BCRT) tuvo que subir 200 puntos básicos el límite superior de su tasa de referencia, a lo que al mes siguiente se sumó otra subida conjunta de 350 puntos básicos al límite y a la tasa de referencia.
Estas medidas fueron una admisión tácita de que las repercusiones económicas no serían ni leves ni pasajeras. La prima de riesgo de Turquía (según la miden los swaps de incumplimiento crediticio) saltó desde unos 250 puntos básicos a 370 puntos básicos en marzo, y se ha estabilizado en torno a los 330 puntos básicos. Los economistas calculan que, desde los arrestos, el BCRT vendió cerca de 60,000 de sus 65,000 millones de dólares de reservas internacionales netas. El mensaje de los mercados es claro: la inestabilidad política está generando fragilidad económica.
Pero la historia no se limita a Turquía. Los últimos acontecimientos en Estados Unidos evidencian un tipo de incertidumbre autoinfligida más propia de mercados emergentes con problemas. Aunque la inestabilidad política y el debilitamiento institucional en Turquía y Estados Unidos obedecen a causas diferentes, las consecuencias económicas (en particular el aumento de las expectativas de inflación y la pérdida de credibilidad institucional) se parecen cada vez más.
En el caso de Estados Unidos, los aranceles del presidente Donald Trump y sus presiones públicas contra la Reserva Federal generaron volatilidad en todas las clases de activos. Los títulos del Tesoro estadounidense están perdiendo parte de su atractivo como refugio seguro, el dólar se debilita y la importante encuesta de consumidores de la Universidad de Michigan muestra un marcado aumento (del 5% al 6.7%) de las expectativas de inflación de los hogares para el próximo año, a pesar de la tendencia bajista de la inflación real. Aquí también el mensaje es claro: el caos político influye sobre el sentimiento económico.
Es una pauta que Turquía conoce muy bien. Desde mediados de 2023 la inflación general estaba en caída, pero en marzo de 2025, justo cuando se intensificó la tensión política, las expectativas de inflación empezaron a aumentar de nuevo. Los resultados de nuestra encuesta de expectativas de inflación de los hogares de la Universidad Koç, realizada entre el 12 y el 15 de abril, confirman un nuevo deterioro; esto hace pensar que, si la tensión política continúa, es posible que la tendencia se afiance.
La dinámica no es nueva. En una investigación anterior, mis colegas y yo hallamos que los mercados tienden a desestimar la intromisión de la política en los bancos centrales cuando sucede en las economías desarrolladas, pero no en los mercados emergentes. Sin embargo, esta distinción comienza a borrarse. La confluencia de respuestas de los mercados sugiere que en los dos contextos se está debilitando la fe en la independencia institucional.
Para entender la situación de Turquía hay que conocer algunos antecedentes adicionales. Tras la campaña electoral populista de 2023 (en la que el BCRT agotó sus reservas para mantener estable el tipo de cambio de la lira turca) asumió un nuevo equipo económico. Entre mayo de 2023 y marzo de 2024, el BCRT subió la tasa de referencia del 8.5% al 50%; aunque la inflación mostró un aumento inicial del 38% al 75%, luego volvió a caer al 38% a principios de 2025. Parte de ese aumento inicial se debió a subidas de precios postergadas y a la normalización de los precios controlados por el gobierno, lo que puso de relieve lo difícil que le resultaría al BCRT recuperar la credibilidad.
Por desgracia, el esfuerzo del BCRT chocó con la ausencia de apoyo fiscal decidido y la falta de independencia del banco central. Entre 2018 y 2023, el BCRT tuvo cinco gobernadores y estuvo sujeto a presiones políticas para que bajara los tipos de interés.
Con Trump, Estados Unidos está siguiendo los pasos de Turquía. Aunque en el primer mandato de Trump la inflación estadounidense estuvo contenida, mis colegas y yo alertamos de que la presión política sostenida podía terminar debilitando incluso la independencia de la Reserva Federal. Hoy esa advertencia suena a premonición.
En Turquía, el BCRT comenzó a bajar otra vez los tipos en diciembre de 2024, no porque la inflación estuviera en la meta, sino por la creciente inquietud de las empresas y de los consumidores. En ese momento nosotros pronosticábamos una inflación del 32% a fines de año, muy por encima del 24% previsto por el BCRT. Aunque el nuevo ciclo de flexibilización buscaba proteger la economía real, tuvo un costo: pérdida de credibilidad de la política monetaria y aumento de las expectativas de inflación.
En marzo de 2025, comenzaban a verse indicios de una estabilización de la economía, con un crecimiento cercano al 3%, recuperación de las reservas y una caída de la prima de riesgo. Pero la crisis política de marzo anuló estos avances. La lira turca ha vuelto a estar bajo presión, las reservas de divisas están en caída y crecen las expectativas de inflación. La encuesta de expectativas de inflación de la Universidad Koç señala una intención de los hogares de convertir sus ahorros en divisas extranjeras y en oro, lo que indica nuevos temores sobre la estabilidad de la lira y justifica el endurecimiento de la política del BCRT. Mientras tanto, la morosidad de los créditos al consumo se está acercando al 4 o 5%, y las solicitudes de bancarrota del primer trimestre de 2025 ya son el 30% de todas las de 2024.
El BCRT está en un nudo, porque la política monetaria no está preparada para contrarrestar los efectos económicos de una perturbación política. Si no se resuelven las causas políticas del problema, no habrá modo de anclar las expectativas de inflación ni con una subida agresiva de los tipos de interés.
Además, los riesgos externos están en alza. Las amenazas de Trump al comercio internacional y su retórica contra la Fed generan temor a una desaceleración mundial. Aunque el abaratamiento de la energía y la depreciación del dólar ofrecen alivio a Turquía en lo inmediato, una recesión sostenida en los mercados de sus exportaciones le generaría nuevas dificultades.
¿Qué cabe esperar para el resto de 2025? Nuestra previsión de un 32% de inflación para fines de año sigue pareciendo razonable. El reciente 4.75% de depreciación de la lira puede añadir otros 2.5 puntos porcentuales de inflación, suponiendo un traslado del 50%. En tanto, el regreso a un ciclo de endurecimiento monetario ha llevado el tipo de interés real a su nivel más alto desde la asunción del nuevo equipo económico en mayo de 2023. Ya se ven señales de desaceleración económica, lo que en parte puede ayudar a compensar las presiones inflacionarias. Las perspectivas de crecimiento del PIB se mantienen reducidas: aunque un 2 o 2.5% todavía es posible, no son cifras alentadoras.
En síntesis, Turquía enfrenta un dilema conocido: un banco central obligado a contener las consecuencias de sus decisiones políticas erradas. Pero esta vez, la confluencia con las economías avanzadas anuncia que el problema será mayor. Deberíamos darnos por advertidos: cuando las instituciones se debilitan, la inflación no anda muy lejos.
El autor
Selva Demiralp, profesora de Economía y presidenta de Yapi Kredi Economic Research en la Universidad Koç, dirige el foro de investigación económica de la Universidad Koç y la Asociación de Industriales y Empresarios Turcos.
Traducción: Esteban Flamini
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