El Espejo del Sur
El Poder Ejecutivo transformó radicalmente a un país próspero en una nación en crisis. En apenas dos décadas, el gasto público creció de manera exponencial: del 23.2% del PIB en 2003 al 37.8% en 2022, un aumento de casi 15 puntos porcentuales que devoró recursos productivos. La inflación escaló de forma alarmante: de dígitos simples en 2004 a más del 200% en 2023, destruyendo el poder adquisitivo ciudadano.
Las corrientes ideológicas populistas hicieron mucho daño a lo largo de los años. Su común denominador era la entrega de dádivas, la compra de votos y la fantasía de la prosperidad. Sin embargo, las cifras fueron devastadoras. Entre 1975 y 1990, el ingreso real per cápita cayó más del 20%, borrando casi tres décadas de desarrollo económico. Después el país registró déficits fiscales continuos desde 2009. Durante la última década, el PIB per cápita se desplomó 10.4%, mientras la pobreza se disparó hasta niveles inéditos.
La retórica populista ocultó una realidad devastadora. Utilizaron el auge de los commodities para incrementar significativamente el gasto público, del 22% del PIB en 2003 al 41% en 2015. Esta política, aunque insostenible, construyó una nueva dinastía política mediante clientelismo masivo. Los programas sociales masivos, financiados con deuda pública e inflación, generaron dependencia estructural de la población, mientras la inversión productiva se evaporaba.
Para 2023, la situación era insostenible. La inflación anual alcanzó el 211.4%, la más alta del mundo. La tasa de pobreza llegó al 57.4% en enero de 2024, con millones de ciudadanos rebuscando alimentos en la basura. La clase media, antes próspera, observaba cómo sus ahorros se desvanecían ante una inflación implacable.
Esta descripción corresponde exactamente al modelo peronista-kirchnerista que devastó Argentina. Desde el ascenso de Perón y su influyente esposa Eva, Argentina emprendió un camino irreversible de políticas populistas que encendió el declive del país. La más reciente versión del peronismo se manifestó durante dieciséis de los últimos veinte años, con la llegada de Néstor Kirchner al poder, hasta la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner, su esposa. Los resultados económicos fueron desastrosos.
El Kirchnerismo reenforzó el rumbo nacional-populista, con toques de izquierda clientelar, que devastó a Argentina por tantos años. La irresponsabilidad fiscal, monetaria y la erosión de las instituciones causaron la peor crisis que ha vivido Argentina hasta ahora. Pareciera que los Kirchner no aprendieron las lecciones del pasado populista e incrementaron drásticamente el gasto. Quizás no quisieron cambiar porque, de la mano del gasto irresponsable, también incrementaban las fortunas personales de sus élites.
Esta semana, la Corte Suprema de Justicia argentina confirmó por unanimidad la condena de seis años de prisión e inhabilitación perpetua contra Cristina Fernández. La ex presidenta fue declarada culpable de administración fraudulenta. Fernández se convierte en la primera ex presidenta argentina condenada por corrupción, cerrando simbólicamente una era de populismo irresponsable que llevó a Argentina de ser una de las diez economías más prósperas del mundo en 1913 a registrar la inflación más alta del planeta en 2023, con 211.4%.
En 1962, el PIB per cápita argentino era superior al de Austria, Italia, Japón y España. Hoy es una nación empobrecida con nueve defaults de pagos de deuda desde su independencia.
La lección está ahí. México parece transitar el mismo sendero destructivo.
La experiencia argentina debería servir como advertencia: el populismo irresponsable conduce inevitablemente al empobrecimiento colectivo.