El dinero del cibercrimen está creando negocios en la vida real

Lo que comienza con un ataque de ransomware puede terminar en una heladería. Una investigación de Sophos revela que los actores detrás del cibercrimen están usando sus ganancias no solo para comprar autos de lujo o criptomonedas, sino para invertir en una gama cada vez más amplia de negocios legales e ilegales.
Restaurantes, bienes raíces, empresas tecnológicas, estudios de pornografía y hasta escuelas de programación están surgiendo como nuevos destinos del dinero obtenido a través de la cibercriminalidad.
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Un informe de Sophos X-Ops, la división de inteligencia de amenazas de la firma de ciberseguridad de origen británico, destapa el detrás de escena de los foros criminales en internet, donde se discute abiertamente cómo lavar dinero, diversificar ingresos y participar en inversiones que, en papel, podrían parecer legítimas.
De la darknet al negocio familiar
“Estás en tu día libre. Desayunas pan con miel, haces algunas compras por internet, buscas un plomero, sales a tomar un café, cenas con amigos. Cada una de esas actividades podría estar relacionada con una inversión hecha por un cibercriminal”, advierte el informe.
La afirmación no es exagerada. Restaurantes en Nueva York, cafés en Moscú, empresas de tecnología en Dubái, e incluso startups de ciberseguridad han sido financiadas con ganancias provenientes de ataques informáticos, robos de datos o campañas de ransomware.
En foros rusos y anglosajones, los delincuentes discuten estrategias de inversión con un nivel de sofisticación empresarial.
Diversificación
La lógica detrás de estas inversiones es clara: diversificar para reducir riesgos. Así como los cárteles de droga invierten en bienes raíces o ganado, los grupos cibercriminales están extendiendo sus tentáculos a negocios legales y semilegales para lavar sus ganancias y generar ingresos estables.
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El informe de Sophos identifica un patrón: “El dinero sucio no se guarda, se invierte”. Algunos ejemplos incluyen:
- Restaurantes y cadenas de comida rápida en China, Estados Unidos y Europa.
- Empresas fachada en Gibraltar, Nevis, Panamá o incluso Corea del Norte.
- Startups tecnológicas con servidores propios en Londres o centros de datos en antiguos búnkers militares.
- Escuelas de codificación para adolescentes y cursos online en plataformas que aceptan criptomonedas sin verificación de identidad.
Lavado de dinero
Las técnicas van más allá del clásico lavado a través de negocios con poca fiscalización. En los foros criminales, se discuten métodos avanzados, como:
- Smurfs y mulas: Personas (o bots) contratadas para realizar pequeñas transacciones que diluyen grandes montos ilegales.
- Sociedades fantasma: Empresas creadas solo en papel, a menudo en paraísos fiscales, para simular transacciones comerciales.
- Criptomonedas y NFT: Usadas para mover dinero entre países sin dejar rastros bancarios, o como fachada de proyectos artísticos o tecnológicos.
- ONGs y fundaciones: Entidades sin fines de lucro utilizadas para justificar ingresos inexplicables o recibir donaciones anónimas.
Un usuario de un foro criminal proponía registrar una iglesia en Nuevo México para crear una LLC exenta de impuestos y usarla como vehículo de blanqueo. Otro detalla cómo obtener licencias para comercializar diamantes africanos con facturas infladas, lavando así cientos de miles de dólares en una sola transacción.
Zona gris
El estudio de Sophos divide las actividades en tres categorías: “blancas” (legales), “grises” (dudosas) y “negras” (criminales). En la categoría gris se encuentran negocios que aprovechan vacíos legales o que se apoyan en intermediarios desprevenidos:
- Estudios de webcam y plataformas como OnlyFans, utilizadas para justificar ingresos ilícitos.
- Empresas de marketing digital, que generan tráfico falso o inflan métricas para simular éxito comercial.
- Venta de productos farmacéuticos sin receta, como anabólicos o benzodiacepinas.
- Producción audiovisual, incluyendo pornografía, con esquemas de contratación dudosa o sin regulación laboral.
En todos los casos, los cibercriminales se muestran dispuestos a profesionalizar sus actividades, discutiendo retorno sobre inversión (ROI), modelos de franquicia y técnicas de fidelización de clientes. Una economía paralela con estándares propios.
Zona negra
En los casos más extremos, el dinero del cibercrimen ha financiado actividades ilegales de alto impacto: trata de personas, tráfico de drogas, fabricación de documentos falsos, evasión fiscal e incluso operaciones de espionaje. Se han documentado foros donde usuarios intercambian tarjetas de crédito robadas por cocaína o píldoras de venta controlada.
La conexión entre el crimen organizado tradicional y los grupos cibernéticos ya no es una posibilidad. Europol ha identificado una creciente superposición entre ambos mundos. Un ejemplo claro es la “Operación Destabilise”, liderada por la NCA británica, que desmanteló una red rusa de lavado con vínculos al narcotráfico y el espionaje.
Paradójicamente, algunos grupos cibercriminales están invirtiendo en empresas del sector de ciberseguridad. El informe menciona propuestas para desarrollar startups que vendan vulnerabilidades ya descubiertas, y hasta inversiones en acciones de compañías dedicadas a combatir a los mismos atacantes.
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Estas inversiones representan un riesgo sistémico: si los delincuentes obtienen posiciones de poder o acceso a información sensible, podrían desviar investigaciones, espiar a clientes o incluso infiltrar software legítimo con puertas traseras.
Aunque el informe de Sophos se enfoca en foros internacionales, las implicaciones para países como México son evidentes. La informalidad económica, la alta dependencia del efectivo y la limitada capacidad regulatoria hacen del país un terreno fértil para negocios usados como frentes: lavanderías, bares, gimnasios, servicios de reparación de celulares o venta de productos por catálogo.
En los foros, incluso se mencionan sectores específicos para lavar dinero en Latinoamérica, como la importación de tecnologías sensibles hacia América Latina antes de enviarlas a terceros países, o la compra de propiedades con criptomonedas en regiones donde las autoridades no verifican el origen de los fondos.
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