El dilema de la Fed, ¿acelerar o pausar a tiempo?
Con una Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) más fragmentada que en meses anteriores, la decisión de diciembre podría marcar un punto de inflexión en el ciclo monetario. ¿Optará el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) por un nuevo recorte o por una pausa estratégica ante la ausencia de datos?
Tras la reunión de septiembre, la diversidad de posturas dentro de la Fed se hizo evidente a medida que distintos funcionarios tomaron la palabra en foros y conferencias. No es inusual que los miembros del Comité interpreten los mismos datos desde ópticas distintas. Sin embargo, la amplitud del desacuerdo actual resulta especialmente llamativa.
¿La razón? La divergencia parece originarse en las diferentes percepciones sobre la tasa neutral, ese nivel de tasa de interés que no estimula ni frena la economía.
En septiembre, las proyecciones a largo plazo del FOMC situaban esa tasa entre 2.63% y 3.88%, con una mediana del 3%. Nueve miembros la ubicaron por encima de ese nivel —cuatro de ellos en 3.5% o más—, mientras que seis la veían por debajo. Esta dispersión no es un detalle menor: condiciona inevitablemente las posturas sobre el grado adecuado de restricción monetaria.
Para aquellos miembros que estiman que la tasa neutral está por debajo del 3%, la política actual —incluso después del último recorte de octubre— sigue siendo más de 100 puntos básicos restrictiva. En cambio, para quienes la sitúan en 3.5% o superior, la política apenas es ligeramente contractiva, y un estímulo adicional sería difícil de justificar en un contexto de inflación todavía cercana al 3%.
Durante la conferencia de prensa posterior a la decisión de octubre, Jerome Powell pareció respaldar esa lectura al reconocer que en la reunión hubo “opiniones fuertemente divergentes” respecto al rumbo adecuado de la política monetaria, y subrayó que un nuevo recorte en diciembre está “lejos de ser un hecho consumado”.
Bajo esa premisa, la decisión de diciembre dependerá —muy probablemente— de dos factores: el panorama fiscal —en particular, si el gobierno federal logra reabrir plenamente— y la evolución de los datos económicos que hasta ahora permanecen rezagados. En ese contexto, nuevos recortes serían difíciles de justificar mientras la inflación se mantenga por encima del objetivo y el mercado laboral no muestre un deterioro más pronunciado.
¿Podría entonces la Fed pausar antes de lo que el mercado espera? Todo apunta a que sí, y existen dos razones que refuerzan esa posibilidad.
Primero, la economía podría fortalecerse en 2026. La reciente debilidad del mercado laboral parece más un reflejo de prudencia empresarial —una pausa táctica ante la incertidumbre en materia de impuestos, aranceles y regulación— que una señal de contracción real. También podría responder a una reconfiguración estructural del empleo más que a un deterioro cíclico. Si ese es el caso, un entorno así justificaría una postura monetaria moderadamente restrictiva, con la Fed adoptando una posición de espera durante buena parte de 2026, como ya se vio en amplios tramos de 2025.
Segundo, las preocupaciones sobre la independencia de la Fed parecen algo exageradas. Es cierto que el rumbo del Comité dependerá, en parte, de quién designe el presidente Trump como próximo titular. Sin embargo, la composición esperada de los miembros de la junta con derecho a voto para el próximo año podría actuar como un contrapeso relevante, preservando la orientación técnica y evitando que la política monetaria responda a presiones políticas.
En última instancia, todo indica que la función de reacción de la Fed seguirá guiándose por lo que conviene a la economía y no por las preferencias de la Casa Blanca.
En definitiva, la reunión de diciembre llegará con una Fed dividida internamente, con diferencias marcadas entre quienes temen un repunte de la inflación o un deterioro del mercado laboral, y un mercado quizá demasiado confiado en ver una tasa próxima al 3% hacia finales de 2026. La gran pregunta es si el Comité optará por dar un paso más o, por el contrario, decidirá hacer una pausa para evaluar los efectos acumulados de la política ante la falta de información reciente.
En cualquier caso, el margen de maniobra se está reduciendo, y en este entorno de inflación persistente y señales mixtas de actividad, mientras más se retrase la reapertura del gobierno federal, el argumento para nuevos recortes perderá peso rápidamente, haciendo que cada decisión de la Fed sea menos una reacción técnica y más una apuesta sobre el rumbo futuro de la economía estadounidense.
*Head of Quantitative Models, BBVA Asset Management
